jueves,18 agosto 2022
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Universidad renovada para una sociedad innovadora

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En el reciente informe Global Innovation Index 2018, elaborado por INSEAD, Cornell University y WIPO (https://www.globalinnovationindex.org/Home) se incluyen 80 indicadores de innovación para 126 países. Para España se destacan 12 fortalezas y 10 debilidades relativas. Aquí quiero referirme a dos debilidades que considero especialmente relevantes: escasa relación investigadora universidad-empresa y debilidad en el esfuerzo inversor, con lenta recuperación de ritmos en el gasto en I+D.

Hace casi 50 años que inicié mi colaboración con una Fundación Universidad-Empresa, recién constituida, en mi convicción de que era clave un acercamiento de las universidades a la sociedad (no sólo a las empresas) abandonando posiciones caducas de torre de marfil. A lo largo de los años, de muchas reuniones conjuntas, informes y experiencias, pude comprobar que la distancia era mucha, los recelos y trabas múltiples y el esfuerzo insuficiente.

La realidad es que mucho ha cambiado desde entonces, peromás de cinco décadas nos contemplan y la situación sigue siendo poco satisfactoria. Como una prueba testimonial reciente(16/7/18), reproduzco unas frases de un profesor de IE Business School, Enrique Dans (@edans) en su tuit La (absurda) discusión entre academia y empresa:

"Según algunos académicos, las universidades son los únicos sitios en los que un investigador puede trabajar para estar legitimado como tal, una actitud completamente absurda, reduccionista y que, sobre todo, consagra una brecha enormemente perjudicial que no debería existir.

La barrera entre la academia y la industria es tan vieja como cualquiera de las dos instituciones, la he experimentado y sufrido a lo largo de veintiocho años de carrera profesional, y sigue siendo igual de inútil, absurda y dañina que cuando empecé a ser consciente de ella. Pretender que “la ciencia solo se desarrolla en la universidad”, en una época en la que las compañías se han convertido en el gran motor del cambio de la sociedad, es tan profundamente retrógrado y limitado que asusta".

En un retuit sobre la marcha, apunté una pincelada de mi opinión: Siempre he creido en la vía universidad/sociedad/empresa. La acción conjunta es indiscutible; la forma de coordinar esfuerzos exige romper con tópicos y repensar soluciones.

Con todas sus posibles imperfecciones, la realidad que nos muestra el GII-2018 es que España se sitúa en un relativamente modesto puesto 28 entre los 126 analizados, pero retrocede al lugar 64 en cuanto a colaboración universidad-empresa en investigación.

Podemos seguir manteniendo el debate y los mutuos recelos entre objetivos y enfoques investigadores de universidad y empresa, pero mientras estamos retrasando nuestro proceso de innovación. El tema es complejo y no hay soluciones fáciles e inmediatas, pero me atrevo a aportar algunas reflexiones para debate:

  • La universidad, pública o privada, tiene que estar abierta a la sociedad y a todas las instituciones que la componen, sean empresas, administraciones públicas o instituciones sin fines de lucro.
  • La universidad no tiene que renunciar a una investigación y docencia con planteamientos  más allá del cortoplacismo y los resultados puramente económicos.
  • La empresa, pública o privada, tiene un papel esencial  en una sociedad moderna, abierta e innovadora. Empresa, Universidad y Administración Pública juntas constituyen un tridente clave de   innovación y transformación hacia una sociedad más justa e inclusiva.
  • Una universidad más abierta tiene que garantizar no sólo una comunicación más fluida entre académicos y profesionales, tanto en investigación como en docencia, sino posibilitar experiencias conjuntas.
  • Necesitamos una universidad que acelere su proceso de transformación para adaptarse a una nueva sociedad que está inmersa en un cambio profundo. Hay que innovar en procedimientos, organización y capital humano. Limitaciones presupuestarias heredadas de la pasada crisis han interrumpido el proceso de renovación de plantillas.

En este punto conectamos con la segunda debilidad detectada: el reducido esfuerzo inversor en I+D. Como señala GII-2018, España se encuentra entre los países que, diez años después, aún no han recuperado el nivel de 2008. Muchas naciones ya superaron en 2010-13 el nivel de gasto en I+D previo a la pasada crisis económica. Otras han tardado algo más, pero ya están por encima del dato de hace 10 años, incluso duplicando  con exceso la cifra de partida como en el caso de China.

El problema (con ser importante por la posible ruptura de proyectos) no es ya la reducción del ritmo que nos corresponde en el entorno internacional. Es el efecto acumulado en una década para un capital acumulado en I+D que sufre el deterioro de un frenazo continuado en momentos de profundos cambios disruptivos. La sociedad entera debe estar comprometida con el cambio.

No nos fijemos sólo en nuestras debilidades. También contamos con fortalezas relativas en infraestructuras, recursos humanos o presencia de empresas innovadoras a escala global. Pero no descuidemos los puntos débiles.

Antonio Pulido http://www.twitter.com/@PsrA

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