viernes,19 agosto 2022
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Víctor Manuel Fernández, un instructor autoritario y dogmático, derrotado en los tribunales

Humor y Comunicación Política
El periodista de investigación Juan Luis López-Galiacho publicó, hace meses, un reportaje de investigación titulado «Un instructor, sin formación jurídica, al servicio de la Casta Complutense". Ahora quiero seguir ocupándome de este instructor, Víctor Manuel Fernández Martínez, Catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid.

Reconozco que lo hago tarde, pero he querido aprovechar el primer aniversario de la muerte de un amigo, Manuel García-Viñó, creador y editor, durante quince años, de una revista mensual, La Fiera Literaria. Él quería escribir sobre este instructor porque éste se había atrevido a opinar sobre un asunto que desconocía profundamente. No tuvo tiempo de hacerlo. Murió el 23 de Noviembre de 2013.

Si nos fijamos en la fotografía de este instructor de un Expediente Disciplinario, ¿a que parece contento e inofensivo? Muestra los dientes superiores, como aconsejan los expertos que hay que hacer para mostrar vulnerabilidad. Pues bien, este hombre es capaz de unas actuaciones que voy a hacer públicas en cuantas columnas sean necesarias. Espero que los profesores de Prehistoria utilicen mejor el método científico, en todos los aspectos de su vida, que «Víctor”.

Además de como homenaje a Manuel García-Viñó, escribo convencido de que hay que tener cuidado, pero mucho cuidado, con personas como él. Aunque ha llegado muy tarde a ser Catedrático, aunque está próximo a la jubilación, es imprescindible explicar cómo una persona de apariencia tan anodina puede actuar de una manera tan inconcebible en una democracia y en una Universidad. Menos mal que, como dijo el molinero a Federico II «Todavía quedan jueces en Berlín”. Y los jueces fallaron a favor del molinero. Menos mal que, además de «Víctor”, hay jueces. Una Magistrada-Jueza, Dña. Ana Fernández Valentí, ha dictaminado totalmente en contra de lo que él propuso al Rector de la Complutense. Y desde luego, no hay por qué guardar silencio ante el proceder de «Víctor”. Ya puede recabar todos los apoyos que quiera. Al final, espero que el mayor número de personas conozcan sus andanzas en la Inspección. También dedicaré otra columna a “Víctor” y cómo le hubiera visto Hannah Arendt. Igualmente, en otra mostraré cómo es capaz de escribir una cosa y contradecir totalmente con su conducta lo que ha escrito. Parece salido de cualquier comedia de Molière, un ejemplo humorístico de cómo no puede bañarse dos veces en su palabra.

Conviene, y mucho, acceder a los expedientes disciplinarios de la Universidad Complutense.

No hace falta remontarse a Maquiavelo para observar que quien permanece más tiempo en un puesto subordinado es quien acumula más poder e influencia. Pues eso mismo podemos aplicarlo a la Inspección de Servicios de la Universidad Complutense. Quien manda de verdad es José Crespo Alía, Coordinador de Expedientes Disciplinarios desde Noviembre de 2009. Tiene un currículum gris. Es hijo de un ex-Profesor de la Complutense, y Vicerrector en tiempos de Amador Schuller: José Crespo Vasco. Parece ser que se presentó a algunas oposiciones fuera de la Universidad, con resultado negativo. Y se refugió en la Complutense. Ahora que los estudiantes realizan los Trabajos de fin de Grado o de Master, recomiendo que se interesen por estudiar las carreras de quienes conforman la Inspección de Servicios y la Asesoría Jurídica. Sólo José Crespo Alía da materia para varios Trabajos. También, los estudiantes pueden investigar sobre la productividad de estas treinta personas que conforman el aparato disciplinario de la Complutense.

Una de las medidas más acertadas que puede hacer el próximo Rector es suprimir la Asesoría Jurídica y transformar la Inspección de Servicios en un lugar de Mediación. Por supuesto, es imprescindible que salga el actual Rector, José Carrillo, bajo el cual la Universidad Complutense ha acabado perdiendo tantas y tantas cosas. Y por supuesto también, que no sigan en sus puestos José Crespo ni sus colaboradores. Ni cobrando lo que ahora perciben.

Si siguen José Carrillo, José Crespo y otros, «abandonad toda esperanza”, porque no abrirán los archivos de la Complutense, como sí ha hecho la KGB. A los estudiantes interesados en investigar en los archivos de la Universidad Complutense, recomiendo tres libros que Vitali Shentalinski ha publicado basándose en los archivos de la KGB: Esclavos de la libertad (Los archivos literarios de la KGB); Denuncia contra Sócrates y Crimen sin castigo (los tres publicados en Círculo de Lectores). Por cierto, ahí verán antecedentes del proceder no científico de “Víctor”.

El “nosotros” y el “ellos” que marca la Inspección de Servicios

El brazo derecho de Crespo es Carlos Aparicio que, según ha descubierto el periodista de investigación Juan Luis López-Galiacho, trabaja en la Inspección y en un despacho de abogados, cuando esto es incompatible.

Pues bien, la Inspección de Servicios escoge profesores o funcionarios que están encantados con ser instructores de unos expedientes contra sus compañeros, expedientes que después los jueces tiran por tierra.

Vayamos con Víctor Manuel Fernández Martínez. Aceptó ser instructor del Expediente Disciplinario nº 103/2012 y, cuando el profesor delatado y su abogado asistieron al Acto de Comparecencia, inmediatamente se dieron cuenta de que Aparicio tuteaba a “Víctor”, mientras trataba de usted a las otras dos personas. Es decir, Aparicio establecía desde el principio la diferencia entre el “nosotros” y “ellos”, entre Víctor, hombre de confianza de la Inspección, y la parte delatada.

El proceder acientífico de Víctor Fernández Martínez en un expediente disciplinario

Hizo quince preguntas al profesor delatado, que éste respondió de la forma más documentada y completa, pero tanto el profesor como su abogado salieron enteramente convencidos de que “Víctor” iba a fallar en contra del profesor delatado. Lo más inquietante fue la pregunta nº 13. “Víctor” no tuvo empacho en preguntar a un Catedrático de Universidad si pensaba seguir escribiendo artículos. Es decir, quería saber si iba a seguir utilizando la libertad de expresión. Entonces, ¿qué puede contribuir al prestigio de la Universidad Complutense un Catedrático que concibe así una libertad tan básica?

Las predicciones de la parte delatada se cumplieron enteramente. Todo el trabajo del instructor estaba destinado a apoyar su decisión de acusar y condenar al otro profesor. “Víctor” es víctima de la falacia pseudocientífica del “Lecho de Procusto”. Maneja la información para apoyar sus posiciones ya tomadas. No servía de nada que el profesor delatado aportase pruebas y más pruebas. Se atrevió, incluso, a poner en duda el método de la Crítica Acompasada, de Manuel García Viñó. Pero ¿quién se piensa “Víctor” que es? Su fuente de información sobre Manuel García Viñó fue una información breve que tomó de Wikipedia. Ése es su procedimiento para investigar. Prescindió de la extensa documentación de la revista La Fiera Literaria durante quince años, alabada por personalidades de todo el espectro político. No se molestó en leer los libros de Manuel García Viñó y demostró ser un representante de lo que Theodor Adorno denominó “personalidad autoritaria” y Milton Rokeach como “mente cerrada”. Sobre todo, tiene miedo a la libertad de expresión. Sólo quiere acumular detalles para condenar. ¡Qué procedimiento tan anticientífico!.

La familiaridad de Carlos Aparicio con “Víctor” posiblemente procede de que éste ha actuado ya anteriormente como instructor de otros expedientes. Pues bien, desde aquí animo a los que hayan tenido a “Víctor” como instructor a que me lo hagan saber y continuar exponiendo las acciones de este individuo.

¿Cree “Víctor” que va a seguir su vida como si no hubiera ocurrido nada? Está muy equivocado. Ha jugado mal y ha perdido. Pues claro que vamos a hacer público su proceder, que no es sólo anticientífico sino algo peor. Ya he anunciado al comienzo de esta columna que pienso seguir escribiendo sobre él, para que la gente lo conozca. Y no con simplificaciones, como él hace. Ya quisiera él acercarse a la forma de trabajar, tan meticulosa y, a la vez, tan creativa, de Manuel García-Viñó, a quien, repito, dedico esta columna y las que sigan, en el primer aniversario de su muerte.

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