viernes,19 agosto 2022
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¿Visitamos dos megalópolis de hace 1.000 anos? Constantinopla y Córdoba

Futurolandia
Hace unos 1.000 años las grandes ciudades apenas superaban los 50.000 habitantes. Dos excepciones significativas eran Constantinopla, capital del Imperio Bizantino, y Córdoba, capital del Califato en al-Andalus. Con poblaciones que alcanzaban cientos de miles o incluso superaban el medio millón, eran auténticas megalópolis en la Alta Edad Media. Aunque sea una visita corta, siempre es una aventura sorprendente el viajar por el tiempo ¿Me acompañas?

Lo primero recordarte que la población global  de finales del siglo X se estima en menos de 300 millones de personas aunque es difícil de calcular, entre otras cosas, porque había zonas extensas del planeta aún aisladas, en particular gran parte de Asia, del África subsahariana y el conjunto de América y Oceanía.

El imperio musulmán  llegaba por el Este hasta la India, por el Oeste hacia la frontera con Bizancio e incluía Jordania, Egipto y todo el norte de África, aparte del Califato de Córdoba. Se sabe que las aglomeraciones más grandes superaban los 100.000 habitantes y que ciudades como Córdoba, Bagdad o El Cairo acogían a varios cientos de miles.

El Imperio Bizantino comprendía lo que actualmente es la parte final de la península italiana, Grecia y gran parte de Turquía, a la que había que añadir una extensa área de influencia hacia Armenia, Servia y Bulgaria.

En extensión, en el mundo occidental, sólo podría compararse con el Sacro Imperio Romano Germánico, que comprendía la mayor parte de Alemania, Holanda, Austria, Suiza, más Norte de Italia y una pequeña parte de los países del Este europeo, lindando con los Reinos de Polonia, Hungría y Croacia. Sin embargo, este imperio no tenía ni la influencia externa, ni la historia del Bizantino (había sido fundado en 950, por Otón I el Grande).

Por su riqueza, Bizancio era, en esas fechas, la mayor potencia mundial, sólo comparable al Imperio Árabe. Frente al dividido y convulso conjunto de países cristianos de Occidente, brillaba el rico, culto y poderoso Imperio Cristiano de Oriente, heredero de la cultura griega, como gran muro de contención frente al empuje musulmán.

Ya hemos llegado a su capital, Constantinopla y estamos alrededor del año 6.500 según el calendario bizantino, ya que cuentan el tiempo a partir de la hipotética fecha de creación del mundo. El año 1 del mundo cristiano occidental, se correspondía así con el 5507 del cristianismo oriental. Puede ser que, por esa forma de contar, evitaran el mítico terror del Año Mil que ya recorría la Europa Occidental, que los más temerosos consideraban el previsible fin del mundo.

Posiblemente habrás estado alguna vez en la actual Estambul turca, que sigue siendo una ciudad con múltiples encantos. La entrada por el Mar de Mármara, después de atravesar el estrecho de los Dardanelos y llegando ya al estrecho del Bósforo, en la reducida separación entre las tierras de Europa y Asia es, hoy día, un espectáculo impresionante. La iglesia de Santa Sofía, el palacio-museo del Top-Kapi destacando sobre el resto de edificios, la estrecha franja de mar, que separa por el norte la ciudad, en forma de triángulo retorcido en la punta que da al mar, figurando una especie de cuerno de rinoceronte. En esa pequeña enseñada, orientada de este a oeste, las puestas de sol con el reflejo en sus aguas justifican el nombre de “El Cuerno de Oro”.

El emperador Constantino parece que supo elegir la ubicación de esta ciudad a la que denominó, inicialmente, Nueva Roma, aunque después se dedicó a su propio nombre. Rodeada toda ella por una muralla que mandó construir el emperador Teodosio en el siglo IV, su único punto de ataque terrestre se encontraba por el oeste, donde se concentraban diversas fortificaciones de defensa.

¡Pero ya es hora de iniciar nuestra visita personal! Estamos ante la llamada Puerta Dorada, la entrada ceremonial construida en mármol y adornada con esculturas de bronce. Vamos seguir nuestro camino de oeste a este  por la Vía Triunfal y la Calle del Medio en dirección al Palacio Imperial, la iglesia de Hagia Sophia y un Hipódromo que sigue utilizándose para carreras de cuadrigas y desfiles militares, con capacidad para unos 40.000 espectadores. Todo el complejo político-lúdico-religioso coge la punta en forma de cuerno e incluye otras varias iglesias, la acrópolis y residencias imperiales más informales junto al Mar de Mármara, con un puerto exclusivo para el servicio del Emperador.

Ahora, a finales del siglo X, reina  un yerno del gran Constantino VII (Juan I), ya que acababa de morir Nicéforo Focas, un poderoso general que ocupó el trono, a su vez, tras la muerte (algunos dicen que por envenenamiento) de sus dos hijos.

Según vamos avanzando por la Calle del Medio habrás ido comprobando la riqueza, la cultura, la concentración humana y también una extraña mezcla de ricos y pobres. En las diferentes arcadas que bordeaban la calle principal has podido ver las tiendas principales, como aviso a los viajeros del mundo entero de que allí podía encontrarse todo lo más sofisticado que se vendía en cualquier país: orfebres y plateros, bazar de la seda, pañeros y ebanistas,… Había muebles labrados con incrustaciones de nácar o metal, magníficas alfombras, sedas y pieles, rebuscados utensilios de mesa y de baño en diferentes metales, …

Como ves, las casas son de dos y tres pisos, con balcones e incluso con terraza exterior. Para sorpresa de visitantes, las ventanas están cubiertas con cortinas de brocado, delgadas placas de alabastro o hasta cristales. El agua es conducida a través de acueductos hasta las cisternas que tiene cada vivienda que, a su vez, cuentan con desagües y cloacas que llevan las aguas sucias al mar.Si te fijas en las calles laterales puedes ver baños públicos, hospitales e incluso algún burdel autorizado, con una estatua de la diosa pagana Afrodita en la puerta.

Según dicen, las cifras oficiales de población e rondan el millón de habitantes, entre la ciudad intramuros y su entorno extramuros ¡Fijate!: comerciantes rusos, italianos y persas, peregrinos de paso hacia Jerusalén y, con la natural arrogancia de los que se sienten amos del mundo, hombres y mujeres envueltos en sedas y linos con múltiples colores y adornos.

Por los murmullos que escuchamos de los peregrinos de la Europa Occidental, ellos pensaban que se trataba de una sociedad rica pero decadente. Los hombres parecían afeminados en comparación con los rudos caballeros, artesanos o campesinos a los que estaban acostumbrados. Incluso habían observado con una mezcla de extrañeza y desprecio su costumbre por comer con ayuda de unos utensilios (tenedores y cuchillos) en lugar de hacerlo con los dedos. Además, los bizantinos querían tener su propia iglesia, habían sufrido múltiples herejías e incluso habían tenido guerras internas entre los partidarios de las imágenes en las iglesias y los iconoclastas.

Resultaba, por otra parte, extraño encontrar a tal cantidad de mendigos mutilados y de eunucos. Los primeros provenían, en gran parte, del propio sistema penal del país que castigaba los delitos con fuertes multas y, a los insolventes, con mutilaciones menores (una oreja para pequeñas faltas) o mayores (los ojos o el brazo derecho para crímenes).

Respecto a los eunucos, era moda del momento tenerlos como servidores, secretarios, médicos o soldados. Aparte de la seguridad de sus mujeres, las clases dirigentes valoraban el que no tuviesen apetencias familiares propias que les quitasen tiempo y les estimulasen al enriquecimiento. Dado su prestigio y ascensión social, ya había padres del país que estaban dispuestos a ayudar la carrera de sus hijos permitiendo su castración, en competencia con los esclavos provenientes de lejanas tierras.

Si me acompañas, vamos a intentar una visita al Palacio y la asistencia a una recepción a embajadores extranjeros. Como verás y como corresponde a un gran emperador, el área del palacio está defendida por una fuerte muralla y comprende múltiples pabellones, viviendas, baños, bibliotecas, cuarteles e incluso una muy célebre fábrica de tejidos, con sus famosos brocados imperiales.

Los visitantes autorizados entrábamos por una zona ajardinada con arroyos y pequeños lagos, para alcanzar un vestíbulo con amplias arcadas y llegar a las salas de ceremonias. En una de ellas se encontraban el salón del trono, recubierto de mosaico de oro.

El protocolo rígido de la corte obligaba al embajador de cualquier país y a su séquito a inclinarse ante el Emperador hasta que su frente tocara el suelo. Para resaltar la grandeza del Imperio, mientras los visitantes se inclinaban, el trono se elevaba progresivamente, aumentando la diferencia de altura; unos leones dorados situados lateralmente rugían con fuerza y movían la cola, mientras trinaban decenas de pájaros incrustados de piedras preciosas y posados sobre árboles de oro y plata que rodeaban la sala.

Según observábamos  una presentación tan teatral y durante todo el viaje ahora hacia Córdoba, pensaba en lo que les quedaba por ver a los próximos emperadores. En poco más de dos siglos, tanto esplendor y poder sería progresivamente debilitado y llevaría al absurdo de la Cuarta Cruzada, con el saqueo de Constantinopla en 1204.

Ahora en la megalópolis cordobesa debes recordar que forma parte del imperio árabe que va consolidándose, a partir del siglo VII, por la progresiva invasión de las tribus de la actual Arabia Saudita a las regiones vecinas. Primero Siria, Palestina y el anterior imperio persa, que se extendía por Mesopotamia (Irak, Irán) y llegaba por el este hasta la India. Posteriormente Egipto, todo el norte de África y casi toda la península ibérica. Como la cronología musulmana tiene su año cero en el 622 de la cronología cristiana, en el momento de la huida del profeta Mahoma de la Meca a Medina (la “hégira”), yo me encontraba, para los árabes, en la Córdoba del 300 y pico, según sus cuentas.

Durante esos tres siglos y medio transcurridos desde Mahoma, se habían producido muchos cambios en el imperio árabe. A los 40 años de su cronología, la expansión geográfica está liderada por los califas de la dinastía omeya que fijan su capital en Damasco. Antes de un siglo (en el 711 de nuestro calendario) tienen ya bajo su dominio la mayor parte del reino visigodo de España. Pero pocos años más tarde la dinastía omeya es sustituida violentamente por la abasí y la sede del califa se traslada de Damasco a Bagdad. La nueva corte, sedienta de poder y placeres, quedará reflejada en los Cuentos de las Mil y Una Noches. Un miembro de la familia real omeya, Abderrahman I, se traslada a la España musulmana y asienta allí su poder.

Cuarenta y cinco años más tarde de la entrada de los árabes en España, los omeyas que gobiernan la península ibérica (al-Andalus), se declaran independientes del califato de Damasco. Han de transcurrir más de 170 años para que los emires independientes de al-Andalus se atrevan a proclamarse califas y jefes de los creyentes.

Esto ocurre ya sólo unas décadas  antes de nuestro viaje a Córdoba, capital del Califato, con Abderrahman III (o Abd al-Rahman). Ahora, a finales del siglo X de nuestra era, hace ya algunos años que le ha sucedido su hijo al-Hakam o Alhaquen.Según dicen, se trata de un hombre culto, amante de las ciencias y las letras, que llegó al poder en plena madurez y ahora tiene ma1s de 50 años años. Vive en su complejo palaciego de Medina Azahara, a pocos kilómetros de la ciudad.

Si te parece, haremos un recorrido rápido por la ciudad y después iremos a Medina Azahara. Como ves, no es difícil orientarse en la ciudad. La parte central, amurallada, con cuatro kilómetros de perímetro en un cuadrado ligeramente más largo en la orientación de Norte a Sur, es la Medina.

Por el centro de esa almendra urbana discurre una calle que a poco del final, hacia el sur y tras superar la alcazaba (sede de la guarnición militar), se bifurca para ir al oeste camino del barrio judío y al este hacia los zocos. De frente, más hacia el sur y ya en terrenos cercanos al Guadalquivir, la Mezquita Mayor y el Alcázar o palacio real con sus jardines.

Al este de la Medina, ya fuera de las murallas, el amplio barrio mozárabe, delimitado al norte por la antigua vía romana Augusta, que seguía utilizándose como camino hacia Toledo. Alrededor del resto del perímetro amurallado, algunos otros barrios y, al norte diversas «munyas», residencias campestres con huertos y jardines. Envolviendo a todas estas zonas, un foso defensivo, más allá del cual se encontraban las tierras del otro lado del río con su fértil vega.

Pero vámonos  a unos 10 kms., a la ciudad del califa, Medina al-Zahra. Una obra de alto lujo, realizada por Abderrahman III, cuya construcción dicen que duró 25 años, dio trabajo a dos mil obreros y utilizó más de mil bestias de carga para el traslado de materiales. Vamos, un palacio e instalaciones anejas propios de los cuentos de “Las mil y una noches”.

Como ves, hemos salido de la Medina central por la puerta occidental más al norte, la de Bab Amir, y seguimos ahora por la antigua calzada romana de la vía Augusta en esa dirección. En poco más de dos horas estamos ya en la enorme cola que se extiendepor la explanada de entrada. Mientras esperábamos, vimos como los invitados especiales entraban en carrozas o caballos con lujosos ropajes y, en algunos casos, una amplia comitiva con presentes para el califa Alhaquen.

Dado que la edificación de esta sede del gobierno de todo el califato se localiza en la falda de una montaña, el desnivel del terreno se aprovechó para repartir las distintas dependencias en terrazas escalonadas.

En la superior estaban los palacios del califa y su corte, con un pórtico desde el que se presenciaban las paradas militares. Sin embargo, el califa Alhaquen más que un soberano militarista como su padre, era un amante del saber y, según me dijeron, concentraba en el Alcazar una de las mayores bibliotecas del mundo en aquella época, con unos 400.000 volúmenes.

Nada extraño, si se tiene en cuenta que Córdoba era entonces un centro mundial del saber, que competía sólo con unas pocas ciudades elegidas del mundo como Bagdad, Damasco, El Cairo o Samarcanda. Se decía que el cadí y visir (juez y ministro de aquél gobierno), Ibn Futais, tenía una biblioteca tan extensa como para ser atendida por seis escribientes. Años más tarde fue vendida por su nieto en 40.000 dinares.

Como ves, la segunda terraza de Azahra incluye jardines con grandes jaulas de aves exóticas y diversos salones de recepción en que se mezclaban mármoles, marfil, ébano, oro y plata. Incluso, hay un estanque lleno de mercurio que es la admiración de los visitantes.

En la tercera terraza se encuentra la mezquita y el resto de edificaciones. En total un recinto amurallado de más de 1.000 hectáreas (como 1.000 campos de fútbol, juntos), lleno de jardines, plataformas y edificios con varios miles de columnas y puertas según los cálculos de expertos. Se calcula que el coste total de las instalaciones pudo suponer unos 300.000 dinares por cada uno de los veinticinco años que duró la obra.

Lo primero en que pensé al ver tal derroche de instalaciones (y por tanto de personal a su servicio) es cómo se conseguiría el dinero necesario para su financiación. Pero ya hay que volver. Si tienes interés en los temas económicos de esta Córdoba del Emirato puedes leer mi post http://blog.antoniopulido.es/economia-en-al-andalus-viaje-a-cordoba-ano-970/

Antonio Pulido www.twitter.com/@PsrA

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