jueves,18 agosto 2022
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Alicia Durán: «Investigadores y universitarios deben ser capaces de mirar más allá del microscopio»

Redacción
Alicia Durán es profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), directora del Área de Ciencia y Tecnología de la Fundación 1º de Mayo y representante de CC.OO. en el Consejo Rector del CSIC. En una entrevista a Ibercampus.es, Duran dibuja los problemas por los que atraviesa el I+D+i en España y critica la falta de apoyo del Gobierno frente a la inversión financiera y el apoyo a sectores de bajo valor añadido.

Ha dicho usted que el objetivo de la universidad debe ser tanto el conocimiento como la capacidad crítica. ¿Por qué no podemos conformarnos con lo primero?

La generación de conocimiento lleva implícita la capacidad de crítica. En tanto científicos dispuestos a discutir y validar de forma empírica nuestros resultados, debemos estar abiertos, decididos a la crítica. Es con conciencia crítica como crecen las sociedades y los ciudadanos. La conciencia crítica es la herramienta esencial para enfrentar la mediocridad, el miedo, los límites autoimpuestos.

¿Cree que en general los investigadores y los profesores universitarios entienden lo suficiente el mundo como para transmitir sus enseñanzas?

La especialización no ayuda a conocer el mundo, sabemos cada vez más de muy poco y nada del entorno. Los investigadores y universitarios deben ser capaces de mirar “más allá del microscopio”, de ver los efectos de su trabajo, y las políticas que lo limitan y atenazan. La falta de respuesta de la comunidad científica a los brutales recortes desde 2010 es un reflejo de esa falta de conciencia, “que protesten otros que yo tengo mucho trabajo”. Hacen falta respuestas, enfrentarse a los dirigentes cuando hace falta, “moverse de la foto”, aunque tenga consecuencias. Y esta falta de conciencia social de los científicos se refleja en la falta de respuesta de las jóvenes generaciones de universitarios y científicos. Es su futuro lo que se juega pero no parecen enterarse, más allá de respuestas coyunturales. No hay pensamiento crítico, ni voluntad de entender y cambiar el entorno.

¿Ha terminado ya la crisis y asfixia del CSIC?

El CSIC habrá sufrido un recorte del 35,58% de sus ingresos en el quinquenio 2010-2014, si se cumplen las expectativas de los PGE 2014, mientras que el nivel de gasto solo ha disminuido en un 17,24%, lo cual implica la generación de un déficit estructural.

El rescate del CSIC alivia las tensiones presupuestarias del mayor organismo público de investigación del país. La inyección de 95 Millones de euros significa en la práctica salir de la zona de riesgo, tanto en crédito como en tesorería, permitiendo la práctica eliminación del déficit de 101 M€ previstos para 2013. La situación es por tanto difícil pero nos alejamos del abismo presupuestario de julio de 2013. Un panorama que promete un año austero aunque con menos dificultades financieras, como anuncia el Presidente en su carta de hoy. Pero el problema fundamental del CSIC no está resuelto.

Porque el problema básico de todos los OPIs y particularmente del CSIC, es la continua sangría de recursos humanos, jóvenes investigadores y técnicos que abandonan los centros por finalización de contrato o, en los casos más graves, como el CNIO, por EREs en toda regla.

Una generación formada en condiciones equivalentes a nuestros socios europeos y que es muy valorada allí donde acaban, expulsados por el sistema. Con cada investigador o técnico que abandona su carrera profesional la ciencia española se muere un poco; los laboratorios se quedan desiertos, lejos de aquellas épocas de bonanza (y también de despilfarro) donde sobraban becas y los contratos se multiplicaban cual setas en otoño.

Un modelo de crecimiento que, similar al del ladrillo, no pensó en las consecuencias del desmesurado crecimiento. Denostando al funcionariado, la precariedad se convirtió en un valor en alza y llegó a ser sinónimo de excelencia. Hoy ese modelo, arraigado en muchos centros “excelentes” ha explotado, los déficits crecen imparables y se producen despidos y EREs allí donde hace muy poco se exaltaba el modelo de gestión vertical y “privado” de los recursos públicos. El CNIO y el centro Príncipe Felipe de Valencia son dos ejemplos palmarios, pero también grandes centros del CSIC, que se suman a enormes edificios vacíos y grandes infraestructuras insostenibles, como el Sincrotrón ALBA o el proyecto de Fuente de Espalación de Neutrones del País Vasco.

¿Qué consecuencias  puede tener el hundimiento del esfuerzo español de I+D en los últimos años?

El destino de la ciencia española va muy unido a los PGE de I+D+i, ya que la estructura del gasto en I+D, descansa fundamentalmente sobre el sector público. Y la situación presupuestaria es más que preocupante. Son unos presupuestos que no permiten poner en marcha el Plan Estatal de Investigación, cuyas convocatorias 2013 acaban de publicarse pero que requerirían una financiación adicional de al menos 100 millones de euros; de hecho, se han saltado un año a pesar de lo que sigue sosteniendo la Secretaria de Estado.

No hay fondos para la puesta en marcha de la Agencia Estatal de Investigación, incumpliendo el mandato de la Ley de la Ciencia de 2011. No hay dinero, ni voluntad, de reforzar el empleo público, impidiendo la creciente e imparable sangría de jóvenes investigadores y técnicos. No hay dinero ni recursos, no hay gente suficiente, para abordar el enorme reto que significará el nuevo programa de I+D europeo Horizonte 2020. No hay dinero, ni voluntad, de apostar por la innovación apoyando al tejido empresarial que intenta salir de la crisis investigando e innovando y no por la vía de la degradación de los salarios.

El problema esencial es que de esta situación no se sale solo con dinero. Construir en ciencia significa tiempo y esfuerzo de mucha gente: formar a una generación de científicos obligados a emigrar deja el lastre de reconstruir en el mismo tiempo. Y no es lo mismo construir con ilusión, con ganas de conseguir un país y un sistema científico como el de nuestros vecinos, que reconstruir en un sistema envejecido y desilusionado que ve como se pierde el fruto del trabajo de más de 25 años.

¿Por qué en vez de avanzar hacia la convergencia europea en I+D España ha perdido posiciones los últimos años?

Queda claro, y es una evidencia empírica, demostrada de forma reiterativa, que el bienestar de los países y de los pueblos va unido a su esfuerzo en ciencia e innovación, a su capacidad de generar conocimiento y de convertirlo en riqueza, intelectual, económica y social. Negar esa evidencia como ha hecho el ministro de Guindos en sede parlamentaria demuestra su ignorancia y desprecio por todo lo que no sea el dinero y la supervivencia del sistema financiero, el mismo que nos ha llevado a la ruina.

Perder recursos en I+D+i y alejarnos de la media europea solo significará más paro, más precariedad, más desigualdad; significa alejarnos de los fines, ya no de la revolución de Octubre o de los movimientos de liberación del siglo XX, sino de la Revolución Francesa. Hace años Miguel Ángel Quintanilla decía que el sistema científico español era como Alicia, que corría y corría para estar siempre en el mismo lugar. Ahora somos como el conejo que corre raudamente hacia atrás.

¿Podemos confiar en los próximos siete años en avanzar con el Horizonte 2020?

El programa Horizonte 2020 dedicará una enorme suma de dinero a la promoción integrada de la ciencia en todas sus ramas, desde la ciencia básica a la incorporación de productos y procesos en el mercado, apostando por la formación de recursos humanos, la internacionalización y la apertura a otros espacios geográficos y culturales.

España se plantea retornar una cuota mayor que la que aportamos. Pero eso no es posible con un sistema envejecido y decreciente. Ganar en Europa significa tener grupos fuertes, grandes, sólidos, una política de gestión y apoyo a los investigadores y a sus empresas para que puedan competir en un entorno muy competitivo. No es posible jugar en primera división con una plantilla envejecida y sin banquillo de reserva. Apostar nuestro futuro en Europa a nuestra capacidad de retornar proyectos es una ilusión vana, un espejismo inútil. No es posible aumentar nuestra participación en Europa con un sistema que decrece en recursos y personal. No es cierto que se pueda hacer más con menos, y sobre todo con menos gente joven.

¿Es más necesario apuntalar las políticas de ciencia e innovación o cambiar el gobierno económico?

Las políticas de ciencia e innovación son necesarias pero no suficientes, aumentar recursos en un modelo que seguirá apostando por el corto plazo, por la precariedad y los salarios como vía esencial de ajuste, es inútil. Los científicos podremos seguir publicando y colaborando con empresas extranjeras pero el empleo y la riqueza se producirán en los países centrales. Cambiar el modelo económico es la clave pero no depende de discursos, sino de revisar criterios tanto empresariales como sobre todo de la gestión central de la economía. El sector financiero no puede seguir siendo la razón y la guía del país. La construcción no puede significar más que la industria.

¿Tiene alguna posibilidad España de cambiar su especialización tecnológica y productiva?

Tiene las posibilidades con políticas distintas, en lo económico, en lo tecnológico, en lo industrial, en lo social. Si se apuesta por la formación y la innovación no solo tecnológica sino también empresarial, transfiriendo no solo conocimiento sino capacidades, formar de hacer y construir. Pero eso parece un sueño con el gobierno del país.

¿En qué consisten los problemas españoles de valor añadido?

El modelo productivo español está centrado en sectores con muy bajo valor añadido, como la construcción y el turismo, con mano de obra descualificada y que experimenta fuertes crecimientos en épocas de bonanza y se desploma al despuntar cualquier crisis. La bajada de los salarios ha sido la única vía de aumentar la productividad del sector privado español, y esa característica se exalta con las últimas reformas laborales. Pero es una estrategia de patas cortas, porque siempre habrá países en los cuales el valor de la mano de obra sea más barata.

Lo que hace falta para aumentar la productividad es aumentar el valor añadido de la producción por unidad de salario. Si los costes laborales unitarios (que definen la productividad) son los salarios por unidad de valor añadido, se pueden reducir disminuyendo el numerador (los salarios) o aumentando el denominador (el valor añadido). Ese es el círculo virtuoso que permite a los países centrales combinar altos salarios con alta productividad y bienestar social. Porque este círculo es posible y debería ser el objetivo de cualquier sociedad de iguales.

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