jueves,18 agosto 2022
Espacio euroiberoamericano de diálogo sobre la innovación social, profesional y académica
InicioOpiniónDebatesBuscando a Dios en el Universo: Un decálogo

Buscando a Dios en el Universo: Un decálogo

Ramón Tamames,
"Buscando a Dios en el universo" ha marcado un hito en la bibliografía del Prof. Tamames, al captar círculos de lectores mucho más amplios de lo usual en Economía, Ecología, Historia, Política, etc,donde había destacado. Sigue, por cortesía del autor, la síntesis final del libro, con decálogo y apéndice final donde dice que nuestro instinto de la felicidad, en los más raros momentos, nos hace intuir la grandeza de la propia vida, sensación que él creyó tener la última vez 5 de diciembre de 2018

En este libro Buscando a Dios en el universo (reseña anticipada por Ibercampus.es), traté de desvelar, de alguna manera, por qué una serie de eventos cosmológicos podrían favorecer la idea de una Inteligencia Superior (IS, el Dios posible), que en momentos determinados habría intervenido en la triple evolución a que vamos a referirnos. Ahora, al final, sintetizo esa idea, a través de las tres evoluciones.

La primera de ellas, la propia creación del espacio/tiempo, a partir del big bang. Segundo, la diversificación de la materia, desde el plasma originario hasta concretarse en un centenar de elementos químicos, sin olvidar las enigmáticas materia y energía obscuras. En tanto que la tercera evolución, la biológica, se desarrolló desde la primera bacteria viviente hasta el homo sapiens.

En la dirección que apuntamos, se trata de intuir, conocerlo cabalmente resulta imposible, si pudo haber la intervención de la IS. Sin que pueda sustanciarse esa incógnita, salvo que se acepte la revelación o algún tipo de misticismo. Pero precisamente, el objetivo de este ensayo no es ir por esas sendas de la revelación o el misticismo, con todos los respetos de bidos a ambas manifestaciones. Se trata de buscar la IS a través de hechos científicos hasta ahora no suficientemente explicados. A ese res- pecto, examinaremos las diez cuestiones que siguen.

1. El big bang

Es una teoría que parece perfectamente confirmada (Lemaître, Hubble, Gamow), excepto que no se sabe por qué sucedió hace 13.800 millones de años: ¿espontáneamente, o la que llamamos explosión o gran petardazo (que dijo despectivamente Fred Hoyle) tuvo un detonante concreto aún no explicado? Realmente, atribuir ese acto fundacional del todo, al azar y la necesidad –o a una fluctuación cuántica que dijo Stephen Hawking—, es lo mismo que reconocer la más notoria incertidumbre, en contra de la precisión que está en el espíritu propio de la ciencia. También hay que preguntarse por qué desde entonces hay algo, en vez de la nada. A ese respecto, el universo para Galileo era un libro abierto que habíamos de saber leer.

Con el big bang nació el espacio-tiempo (Einstein), con un impulso expansivo que se desarrolló por lo que ahora se llama gravitación negativa. No para formar una sola masa inmensa, sino para llegar a lo que luego se llamarían galaxias y otras realidades cósmicas, cada vez más alejadas entre sí. En expansión según las observaciones pioneras del gran astrofísico Edwin Hubble.

El desarrollo a partir del big bang podría ser un proceso organizado que para James Gardner siguió las pautas de un programa de ordenador. Que luego Seth Lloyd elevaría al superior nivel de un ordenador cuántico, por las iniciales subpartículas subatómicas, radiaciones, neutrinos, etc. Ese presunto programa implica que hubo todo un proyecto, no simplemente surgido del azar, sino tal vez de un gran programador (¿la IS?) que proveyó el oportuno software antes del propio big bang.

2. La primera evolución y cómo será el final de la gran expansión

Desde luego, ha habido grandes avances en la Cosmología, pero aún no sabemos si el proceso expansivo del universo terminará en un caos frío e inerte de partículas subatómicas, según la slowing down theory, desaceleración, big rip, o gran desintegración: todo se dispersaría, ya inerte, al agotarse la energía creacional. Si bien también se especula con la idea de un retorno al principio: el big crunch (gran contracción), en función de efectos gravitacionales inducidos por la fuerza de las llamadas materia y energía oscuras.

Esa enigmática fuerza fue planteada en 1937 por el astrónomo Fritz Zwicky y confirmado por Vera Rubin, en 1976. Para, décadas más tarde, avanzar con los trabajos de Perlmutter, Schmidt y Riess, Premios Nobel de Física de 2011. Quienes calcularon las proporciones de la composición del universo: 68 por 100, energía obscura; 27 materia obscura; y 5 ma- teria normal a la vista, que se conoce.

Se trata de algo todavía misterioso, esperándose que la cuestión pueda ser investigada a fondo con la futura ampliación de las instalaciones del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, por su sigla francesa), a base del nuevo colisionador de hadrones, con mucha mayor potencia para instrumentar el choque de partículas subatómicas, a casi la velocidad de la luz; a fin de desintegrarlas y progresar en el conocimiento de su composición última. Para ello, será necesario un tubo—anillo subterráneo guarnecido de imanes, de 100 km de longitud, en vez de los 27 actuales. Que con un coste de 9.000 millones de euros podría funcionar en 2040.

En cualquier caso, de haber al final un big crunch, tendríamos un universo latente, al modo de sístole y diástole. Con una total amnesia cósmica entre los sucesivos ciclos, de unos 40.000 millones de años cada uno: todo sería borrado, no quedaría memoria de nada, salvo que la IS mantuviera registros de las sucesivas fases, en un lapso virtualmente eterno.

3. Segunda evolución: de la materia

Durante cientos de miles de años desde el big bang, la única materia fue el citado plasma de subpartículas atómicas, con el cual luego se configuraron los átomos de los diversos elementos, por las trasmutaciones producidas dentro de los hornos de las estrellas a temperaturas muy elevadas, materia que luego se difundió por la explosión de las supernovas. Por ello, cabe decir que en última instancia, los humanos somos polvo estelar (stardust).

Por ulteriores combinaciones atómicas, surgieron las moléculas para lue- go generarse cualquier cosa, desde el aire y el agua hasta el comienzo de la vida y su ulterior evolución. En términos de materia, esa evolución quedó registrada en la línea del creciente peso atómico de los elementos de la tabla periódica –del hidrógeno al uranio—, una idea desarrollada por Dimitri Mendeléyev (1834-1907), en un encasillado de elementos naturales, que después fue continuada por el propio hombre, con la creación de especímenes artificiales, como el plutonio y otros.

Rafael Bachiller, Director del Observatorio Astronómico Nacional de España, con ocasíon de los 150 años de la Tabla Periódica, dijo de ésta: “Es una ilustración de que en la naturaleza subyace un orden estricto y maravilloso. El comprender, aunque solo sea de manera fragmentaria e insuficiente, ese orden y las leyes que lo rigen, hace al universo aún más misterioso y fascinante”.

Ese orden y las leyes que lo rigen, plantean la siguiente pregunta: ¿existía la tabla periódica en el programa de ordenador de la IS antes del big bang? ¿Será esa estructura evolutiva de la materia la misma en otros universos, de haber un multiverso?

Por lo demás, y según planteó el también ruso Vladimir Ivanovich Vernadsky (1863-1945), se desarrolló el concepto de evolución vernadiana. En el medio abiótico creció la masa de organismos, naciendo así la biosfera, y de esa mezcla de vida nacería el pensamiento global (noosfera).

4. Tercera evolución, tras la del Universo y la materia: la senda biológica

Esa tercera evolución es hoy certeza científica inicialmente basada en el evolucionismo de Wallace y Darwin. Con un controvertido avance teleológico, hacia la máxima perfección de los seres vivos, en su especie fi nal que es el homo sapiens. En ese sentido, Russell Wallace apreció que la evolución seguía las reglas de la selección natural; pero con la salvedad de que al llegar al cerebro humano, con sus neuronas, axones, sinapsis, etc., la mayor complejidad conocida, tuvo que haber una intervención de Dios, en el que Wallace siempre creyó. Y lo mismo casi le sucedió, en duda final, al propio Darwin al considerar la extraordinaria complejidad del ojo humano.

Desde Santiago Ramón y Cajal hasta Rafael Yuste –Director del Proyecto BRAIN auspiciado por EE.UU.—, la referida imperante función cerebral, produce asombro. Hasta el punto de que el ya citado Fred Hoyle, en su Matemática de la evolución, sostiene que la probabilística no basta para explicar esa evolución hasta llegar a la mente humana.

Algo análogo sucedió con el desarrollo del ADN, de modo que en presencia del Presidente Bill Clinton, Francis Collins, director del Programa Genoma Humano, manifestó que las cuatro letras A, C, G, y T, son el alfabeto de Dios, con el que se configuran prácticamente todas las manifestaciones de vida. Debiendo recordarse aquí que la doble hélice de ADN dentro de las células del cuerpo humano, tiene un total de 7.500 millones de kilómetros de longitud, algo así como de la Tierra a Plutón.

5. Un planeta antrópico: acogiendo lo humano 

Hay muchas indicaciones de que el Universo, y más aún el planeta Tierra son formaciones antrópicas, esto es, con toda una serie de circunstancias favorables a la acogida del hombre, como plantearon Wheeler, Rees, Bryson, y otros).

Para empezar, en el planeta Tierra hubo tranquilidad para la evolución, al situarse nuestro sistema solar en un ramal calmoso de la Vía Láctea, lejos de las incidencias explosivas de supernovas y sus rayos gamma, agujeros negros, etc.

En segundo término, la Tierra se configuró como planeta rocoso –y no gaseoso, como Júpiter, inhabitable—, donde la vida se hizo posible con gran disponibilidad de agua líquida (hidrosfera) y atmósfera respirable, dos necesidades básicas.

Además, con la rotación de la Tierra, se nos brindó el ritmo cotidiano de la noche y el día. Y situado a la distancia de 150 millones de kilómetros (unidad astronómica), el Sol nos proporciona luz y energía suficientes, al ser una central nuclear que quema hidrógeno transformándolo en helio, evitándose con la gran lejanía, tal vez calculada, de donde nos llegan las radiaciones más peligrosas.

Por otra parte, la Luna, con sus 1.737 kilómetros de radio (6.500 la Tierra), es el mayor satélite conocido en proporción a su planeta propio, asegurándose así una estabilidad orbital portentosa para nuestro hábitat.

Adicionalmente, disfrutamos de un calentamiento global apropiado para permitir la vida, que sólo ahora, con los gases de efecto invernadero puede llegar a hacerse excesivo, con su incidencia en el traumático cambio climático. Dicho de otra forma, si pasáramos de los actuales 15oC, de temperatura media de la Tierra, a cinco o seis grados más, la vida, tal como hoy la conocemos, se haría imposible. Por eso tiene tanta importancia el Acuerdo del Clima de París de 2015, que aún habrá de ser fortalecido para viabilizar la efectiva descarbonización del ámbito de la sociedad humana y de las demás especies.

Nos favorece también el dispositivo magnético complejo del interior de la Tierra, que nos defiende de toda clase de radiaciones exteriores, de lo que va teniéndose mayor conocimiento, rompiéndose así la paradoja de que estando todo tan próximo bajo nuestros pies, conocemos menos del interior de la Tierra que del Universo mismo. En cualquier caso, el campo magnético nos da un arropamiento que parece conscientemente ideado.

6. La doble adaptación: el factor-dador-de-vida

Frente a algunas de las reflexiones que aquí se han hecho sobre el factor antrópico, diversidad de científicos plantean que no hay nada de eso, sosteniendo que cada vez parece más verosímil la aparición espontanea de la vida y, consecuentemente, menos se necesita de la existencia de una IS o un Dios. Como dijo el gran científico, Nobel de Física, Steven Weinberg, “cuanto más comprensible se hace el universo, más sin sentido resulta”.

Pero como no hay una demostración negativa del principio antrópico, y sus notables premoniciones son importantes, si tiene sentido la idea de Isaac Asimov de que la Tierra es un planeta de montaje, instalado para vernos desde algún lugar virtual cómo funcionamos la especie más destacada.

En esa dirección, el padre de la idea antrópica, John Archibald Wheeler –gran astrofísico, autor de expresiones hoy tan populares como agujero negro, agujero de gusano, etc.—, se pronunció en el Prefacio de su libro El principio cosmológico antrópico, en términos de asombro: “No es únicamente que el hombre esté adaptado al universo. El universo está adaptado al hombre. ¿Imaginan un universo en el cual una u otra de las constantes físicas fundamentales sin dimensiones se alterase en un pequeño porcentaje en uno u otro sentido? En ese universo, el hombre nunca hubiera existido. Eso es lo decisivo del principio antrópico: en el centro de toda la maquinaria y diseño del mundo, subyace un factor- dador-de-vida…”.

7. Sobre otra posible civiliza- ción avanzada en el universo

¿Se encuentra la humanidad sola en un cosmos que tiende a la infinitud? La posible respuesta a las últimas preguntas ¿vendrá con el progreso de la cosmología y de la astrofísica? En cualquier caso, la escala de distancias del universo es más que desmesurada, como se aprecia, creo, en el siguiente símil: "Si el Sol fuese una naranja, la Tierra sería una cabeza de alfiler dándole vueltas en una órbita a 15 metros, Júpiter sería una cereza girando a 77 metros, Plutón un grano de arena rotando a 580 metros, y Alfa de Centauro, la estrella más cercana a la Tierra (a cuatro años luz), sería otra naranja situada a 4.000 kilómetros de nosotros".

Esas enormes distancias entre los cuerpos celestes harían muy difícil, por no decir imposible, convivir e incluso comunicarse con otras posibles inteligencias avanzadas del universo si las hubiere. Generándose así la llamada paradoja de Fermi, el físico nuclear y Premio Nobel, partícipe del Proyecto Manhattan para la bomba atómica, que se dirigió un día a un grupo de sus discípulos y les preguntó con ironía: “¿Qué se sabe de esos hombrecillos verdes de otros planetas…? Difícilmente los veremos…” por la escala de distancias antes mencionada, que harán difícil la comunicación y aún más la convivencia.

8. ¿Adónde vamos? Tal vez demasiado lejos

Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, duda que sean posibles los viajes tripulados a Marte, no por las distancias dentro del sistema solar, sino por los rayos gamma atacantes durante el vuelo necesario, por lo que será aún más difícil conectar con las eventuales civilizaciones alienígenas.

Que para Loeb se hicieron más factibles desde el 19 de octubre de 2017, cuando el telescopio Pan-STARRS, en Hawái, detectó un objeto extraño en el firmamento, del que se dijo solo podía proceder de fuera del sistema solar, y ser de posible creación artificial. Al cual se bautizó con el nombre hawaiano de 'Oumuamua (“El explorador”).

Sin embargo, la NASA pronto desentrañó el misterio: 'Oumuamua no era ni un asteroide ni una nave espacial alienígena. Eran, lo más seguro, los restos de un cometa interestelar, ya sin cola, en forma de cigarro puro de gran tamaño y ya apagado.

En definitiva, cuando se pregunta ¿adónde podemos ir?, es impensable, hoy por hoy, que la humanidad pueda trasladarse a cualquier otro planeta. Así, la idea que tuvo Stephen Hawkings al respecto, resulta inverosímil: “En 600 años más –dijo—, la Tierra será una bola de fuego, y los que puedan tendrán que irse”.

Esa bola de fuego podemos serlo mucho antes. En menos de cien años, si no se descarboniza la atmósfera. Pero, el presunto éxodo, en una especie de macro-Arca de Noe –para la que ya existe el proyecto Horizon de la NASA—, resulta, incluso a muy largo plazo, técnicamente imposible: un viaje de generaciones, con necesidad de una propulsión por ahora no conseguible en pos de un submúltiplo de la velocidad de la luz.

9. La armonía global y el punto omega

En la dirección apuntada, ¿podremos suponer que el más alto nivel de evolución humana puede significar que se logre un día una especie de armonía universal?

De ser alcanzado ese nivel ¿sería factible dar fin a los peligros propios de la confrontación dentro de la humanidad, en forma de guerras cada vez más aniquiladoras? La cuestión es decisiva y ya se previó esa posibilidad por Inmanuel Kant en su ensayo, de 1795, sobre La paz perpetua. Como un momento en el que la humanidad se gobernaría en la paz, desde un centro de decisión cosmopolita. Así, se llegaría un día al punto omega previsto por algunos (Teilhard de Chardin), como culmen de la especie. Lo que serviría como plataforma de derivaciones religiosas: el momento del retorno del Mesías, la parusía anunciada, etc. Un tema en el que no vamos a entrar, por su carácter profético.

De lo que no cabe duda es de que transcurridos siete millones de años de vida desde el momento en que los homínidos (el primero, el australopitecus erectus) se separaron de los demás primates superiores, ahora hay dos grandes peligros: uno ecológico y otro de guerra. Ambos no podrán ser conjurados sino con la mencionada armonía universal, de la cual podrían ser heraldos, aún con toda clase de insuficiencias: el Acuerdo de París de 2015 frente al cambio climático, y el de la ONU de 2017 para la supresión de las armas nucleares. En otras palabras, sin el alto nivel de concordia planteado, la prosecución de la vida de la humanidad en el planeta no estaría garantizada, habiendo ya primeros síntomas de que ese nivel pudiera alcanzarse a tiempo.

10. El sentido de la vida.

Entre actitudes pesimistas (a lo Kirkegand o Camus) u optimistas (el principio esperanza), los seres humanos, hoy y especialmente en los países más desarrollados, pueden elegir su propio iter personal; para aumentar su nivel de conocimiento de lo que es la creación evolutiva a apreciar a través de la Ciencia.

Desde los tiempos del gran obispo de Hipona (San Agustín), se piensa que el supremo objetivo del intelecto, consiste en conocer cada vez más a fondo el Universo en que vivimos, así como el cuerpo humano en que nos guarecemos, el asno que soporta nuestra alma, en frase de Francisco de Asís.

En el más alto nivel de la humanidad, cabe plantear, pues, la meta en una realidad cognitiva máxima, lo que físicamente sería la fórmula de confluencia de gravedad / relatividad / mecánica cuántica, para la explicación del todo. Según lo previsto por Einstein y otros. En lo que sería un sistema de ecuaciones conectando las cuatro fuerzas del universo: gravedad, electromagnetismo, y fuerzas nucleares débil y fuerte.

CIENCIA Y RELIGIÓN

Dijo Ludwig Andreas Feuerbach, uno de los grandes maestros de Marx, si no el que más, que Dios es un invento del hombre. Y el propio Marx agregó que “la religión es el opio del pueblo”, en la idea de búsqueda de un paliativo a los sufrimientos por la explotación capitalista. Ante lo cual cabe reflexionar que, en la hipótesis de que Feuerbach tuviera razón y de que la religión tuviera un sentido lógico, Dios sería el mayor y mejor invento del hombre, por su representación del amor, la justicia, la bondad, y de tantas otras cosas buenas. Sería el Dios creador, ecuánime, y protector de sus hijos.

En la búsqueda de Dios, se reconoció, por muchos, una senda histórico- filosófica muy larga, desde los tiempos de los griegos (Platón, Aristóteles) hasta hoy. Una senda que aquí sólo esquematizamos, muy elementalmente, a partir de Anselmo de Canterbury (Aosta, 1033-Canterbury, 1109), que trató de forma argumentativa y racional los misterios suscitados, sin recurrir a la autoridad de las Sagradas Escrituras. Algo que le fue muy criticado por la ortodoxia, al defender el argumento ontológico: “Dios es el ser que no puede ser más”.

Y algo parecido sugirió Spinoza (1632-1677), quien propuso, ante todo, buscar en la filosofía el bien supremo “que temple el ánimo y proporcione una serena y eterna bienaventuranza, como unidad del conjunto del universo”. No se trataba de una identificación mística, sino de algo más inscrito en un conocimiento racional, que debía comenzar por eliminar todo motivo de error, toda representación confusa y vaga.

Inmanuel Kant fue mucho más allá, subrayando que todo conocimiento comienza con la experiencia, sin que ésta, por sí sola, pueda otorgar necesidad y universalidad a todas las proposiciones de que se compone la ciencia. Y siempre sin caer en intentos probatorios a favor de la existencia de Dios, al estilo de Tomás de Aquino. No hay necesidad de poner de lado a Dios –dijo el maestro de Könisberg—, la libertad o la inmortalidad, que son postulados de la razón práctica, firmemente arraigados en la existencia humana. Fue así como Kant llegó a sus célebres cuatro preguntas, a las que supo dar respuestas iniciales:

– ¿Qué puedo saber? Responde la Metafísica

– ¿Qué debo hacer? Contesta la Ética

– ¿Qué cabe esperar? La respuesta viene de la religión –

¿Qué es el hombre? La Antropología entiende en la cuestión.

En el contexto así planteado, propio del tiempo de la Ilustración –la mayoría de edad de la humanidad—, la ciencia busca explicaciones racionales de la creación evolutiva en medio de la cual nos hallamos. Por su parte, la religión podrá encajar filosóficamente, cada vez más, con la Ciencia, si en sus centros de difusión se explica cómo es y funciona el cosmos.

FINAL

El ser humano tiene el instinto de la felicidad, que se alcanza de tiempo en tiempo, en los más raros momentos en que sentimos un equilibrio casi perfecto, en circunstancias que nos hacen intuir la grandeza de la propia vida, del privilegio de haber nacido.

Creo haber tenido esa sensación algunas veces, y la última de ellas hace bien poco, el 5 de diciembre de 2018, víspera de los 40 años del referéndum de la Constitución Española. Fue escuchando en el Auditorio Nacional de Madrid la Novena Sinfonía de Beethoven y, más en concreto, su tercer movimiento.

En esa ocasión, en mi cerebro, el recuerdo del momento histórico del referéndum constitucional de hace cuatro décadas se juntó con la alegría de intuir el hecho de que muchos quisimos cumplir con el deber. Convergiendo ese pensamiento con el adagio previo al Himno a la Alegría (letra de Schiller).

Fue un momento perfecto, no exento tal vez de algún tipo de relación cósmica indescifrable. Me sentí transportado al nivel de lo sublime.

Luego, al salir a la calle, ya era otra cosa.

 

Breve perfil del autor, Ramón Tamames 

Ramón TAMAMES es conocido sobre todo como economista, pero también ha trabajado en las áreas de la Historia, Política, Ecología, etc. Nació en Madrid en 1933, y es Doctor en Derecho y en Ciencias Económicas por la Universidad de Madrid, habiendo seguido cursos adicionales en el Instituto de Estudios Políticos y en la London School of Economics. Técnico Comercial del Estado (1957), desde 1968 es Catedrático de Estructura Económica en la Universidad Autónoma de Madrid, autor de libros y artículos sobre economía española e internacional; así como ecología, historia y cuestiones políticas. Ha sido consultor económico de las Naciones Unidas (PNUD) y del Banco Interamericano de Desarrollo (INTAL).
Es Doctor Honoris Causa por las Universidades de Buenos Aires, Lima, Guatemala, Pekín y Rey Juan Carlos (Madrid). Miembro del Club de Roma desde 1992, Cátedra Jean Monnet de la Unión Europea desde 1993, Premio Rey Jaime I de Economía de 1997, y Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente en el 2003. En 1977/81 fue miembro del Congreso de los Diputados, y es firmante de la Constitución Española de 1978. Es Ingeniero (ad honorem) de Montes (1998) y Agrónomo (2009) por la Universidad Politécnica de Madrid. Desde 2013 es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
La publicación de Buscando a Dios en el universo, al que se refiere el presente complemento, ha marcado un hito en la bibliografía del Prof. Tamames, atrayendo la atención de un círculo de lectores mucho más amplio de lo que es usual en Economía, Ecología, Historia, Política, etc. Para así entrar en un debate continuado y de amplio recorrido sobre las más antiguas preguntas, hasta ahora aporéticas, de imposible o difícil respuesta.
En este complemento del libro, se incluye una síntesis en forma de Decálogo sobre la visión científica de una posible inteligencia superior (el Dios posible), el pronunciamiento de siete Premios Nobel de Física, así como la recopilación de algunas críticas, reseñas y comentarios al libro, y convocatorias de algunas presentaciones. Seguirá el debate, es de esperar que con nuevas aportaciones.
 

De interés

Artículos Relacionados

Centro de preferencias de privacidad