jueves,18 agosto 2022
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Camino a la unión bancaria

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Probablemente, a aquel que no siga muy de cerca el día a día de las prolijas regulaciones de la Unión Europea le habrán pasado inadvertidos los últimos y muy significativos avances en la denominada Unión Bancaria. Me refiero en concreto a la propuesta de Reglamento del Mecanismo Único de Resolución (MUR), en paralelo a la actual negociación de la Directiva marco sobre esta misma materia.

El MUR es el segundo pilar de la Unión Bancaria que, después de adoptado el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) -mediante el cual los Estados miembros de la Unión Europea se someten voluntariamente a un sistema de supervisión centralizada de sus bancos a través del Banco Central Europeo– va a permitir en el futuro encarar reestructuraciones o resoluciones ordenadas frente a eventuales situaciones de quiebra de los bancos, sin poner en peligro la estabilidad de la economía. Y lo que es más importante, sin tocar una vez más los maltrechos bolsillos de los contribuyentes. En definitiva, es lo que en la jerga de Bruselas se denomina bail in (rescate desde los propios bancos) frente a bail out (los gobiernos efectúan el salvamento con fondos públicos).

Asunto pues en nada baladí, ya que nos jugamos -ni más ni menos- el futuro de una Unión Europea con condiciones más justas para todos, pues no sólo se trata de hacer pagar la factura de las futuras quiebras bancarias a sus propios accionistas, acreedores y depositantes -con importes mayores a 100.000 euros- (por ese orden de prelación), también prevé la dotación de un fondo ex ante, suministrado por los propios bancos, que permita añadir un colchón de seguridad a cualquier perturbación futura de la industria financiera.

Todo ello con el permiso de Alemania… y algún otro país, cuyos intereses egoístas han venido socavando lamentablemente el proceso de gobernanza monetaria (otro palabro de Bruselas). Dicho en términos claros y llanos: algunos de nuestros poderosos e ilustres socios han antepuesto descaradamente sus intereses nacionales a los del conjunto de la Unión, también quebrando la idea de Europa.

A modo de ejemplo: hasta hace no mucho, la abultada deuda alemana (dato poco conocido: algún lander alemán se aproxima a los índices de deuda de los Estados miembros más endeudados) cotizaba con intereses negativos, frente a los intereses de usura de Grecia. Eso, a la postre, supone que los países más débiles financian la deuda de los países más ricos, con mucho sufrimiento y sin apenas margen para cumplir sus compromisos frente a terceros (según las recientes declaraciones del director del MEDE (Fondo de rescate permanente para garantizar la estabilidad del sistema financiero) , se da por hecho que Grecia va a precisar de una tercera línea de ayuda financiera internacional).

Pero ahí no acaba todo: la pasada negociación del MUS se resolvió con la excepción de supervisión de las entidades con activos menores a 30.000 millones de euros (¿será casualidad que la medida exonera de la lupa del Banco Central Europeo a las sparkassen alemanas?).

Acabemos, empero, esta reflexión en tono positivo: con un poco de suerte, la exclusión de los liberales del nuevo gobierno de la Sra. Merkel ensanchará la solidaridad alemana y, a su vez, confiamos en que se complete con efectividad el tercer pilar de la Unión Bancaria: el esquema de garantía de depósitos, último bastión para recuperar la maltrecha confianza del consumidor de productos financieros.


Carlos Trias Pintó

Consejero del CES Europeo y Director de ASGECO

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