jueves,18 agosto 2022
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Carta abierta a los reyes de Davos

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Me reincorporo tarde para llegar a las fiestas navideñas, e incluso a los Reyes Magos, por lo que abriré el año con una carta a esos otros reyes de la globalización, los líderes empresariales y políticos que iniciaron ayer la cumbre anual de Davos (Suiza), que durará hasta el domingo. El año pasado tuvisteis el acierto de diagnosticar que el capitalismo estaba hecho unos zorros, aquejado por la conjunción de dos graves nudos de riesgos que polarizan muchas de las crecientes interconexiones mundiales: la creciente desigualdad y el peligro de los propios políticos. Algo tendréis para que los hechos os hayan dado la razón. Pero este año volvéis al ocio y negocio de nieve y lujos con las mismas cantinelas, ya insuficientes: el temor a que los ajustes generalicen la recesión también se ha confirmado. Por eso os pido no andar con rodeos, reconocer que la crisis es ya de todo el sistema y poner las bases para su reforma o reinvención.

Casi rendidos muchos estados ante los mercados, la economía y el crédito se encaminan a otra sequía como la inicial de hace cuatro años, mientras Sarkozy, Merkel, Obama y hasta los próceres chinos han entrado en campañas electorales en las que no cabe la esperanza del cambio.

Nuestro problema no son solo las reiteradas bajadas en las previsiones de crecimiento y empleo, que ya afectan a todo el mundo, como en el 2008, aunque con unos estados mas endeudados, y además sin haber terminado de ahuyentar la contracción, ni siquiera totalmente la depresión. Bancos, empresas y familias seguimos igualmente sin superar las secuelas de las burbujas de activos inmobiliarios y financieros. Y ahora con peores perspectivas para el 2012. Cuando ningún país desarrollado ha recuperado los niveles de actividad y de empleo reales del año 2007, vuelve a confirmarse la recaída y a temerse de nuevo la depresión, como en los años treinta. En la ultima semana, la OCDE, el FMI, el Banco Mundial y, en breve, la UE han bajado hasta varios puntos los PIB esperados, primero en los países desarrollados y ahora al fin en los emergentes y, lo que es peor, en esos que carecen de recursos para afrontar la carestía de alimentos y materias primas, que apenas cesa ante la contracción mundial de la demanda por problemas estructurales irresueltos y amenazas de nuevas guerras. Países como España a los que la OCDE aconsejaba en octubre del año pasado políticas para una recuperación sostenible ahora que cumplen esos ajustes reciben pronósticos de hasta -2% del PIB y otro medio millón de parados.

Por tanto, aquellos dos nudos gordianos de riesgos que visteis el año pasado no han dejado de agravarse, ante el aumento de las desigualdades amplificado por vuestro liderazgo empresarial y la ineptitud de vuestra gestión política para acometer reformas del conjunto del sistema capitalista o financiero que hace tres años anunciaban desde Obama a Merkel. Sabéis bien que el año se inicia bajo un manto de muchas incertidumbres nuevas y viejas, la persistencia del desgobierno mundial y del desorden económico internacional, por vuestra reiterada incapacidad de enderezar el timón de la nave.

Burbuja reventada solo de un lado

Teníais especialmente que acabar con la burbuja de activos inmobiliarios y financieros que creasteis durante la última década de desregulación y aumento de las desigualdades. Cuando reventó y esos activos en que empleabais mayoritariamente los capitales mundiales bajaron de precio, hacia falta reducir de forma equivalente los pasivos u origen principal de tales recursos, sobre todo las deudas. Pero tanto en España como en el conjunto de Europa e incluso los EEUU, hasta ahora el menor crecimiento ha impedido que el aumento del ahorro de empresas y familias se haya traducido en fuerte reducción de la deuda, salvo en la banca, que es la que debe dar el crédito fundamentalmente. Pero ahora que la banca ya está menos apalancada tenéis que reinventar su modelo de negocio o desaparecer, y mientras lo decidís será muy difícil restaurar el crédito y la confianza en sí misma, lo que tal vez sea una precondición para que vuelva la prosperidad.

Habéis hecho depender vuestras esperanzas de supervivencia y las de la economía mundial de sanear el sistema financiero sin ni siquiera reformarlo. Decís que, si bien la banca se ha desapalancado, sobre todo en los EEUU, sigue necesitada de recursos propios o capitales. Sabéis que el problema es tan acuciante en los EEUU como en Europa, pese a que se limitaron a ésta las llamadas de atención efectuadas ante el otoño por el FMI. Pero la clave es que el coste del capital bancario en ambas zonas se ha situado 1,7 puntos por encima del beneficio medio de sus acciones. Para restaurar el equilibrio y cumplir con las nuevas normas de Balisea III impulsadas desde el G-20 se estima que, si entre ambas zonas suman unos 200.000 millones de beneficios netos anuales (la mitad de los globales), deberían crecer casi el doble de lo previsto hasta el 2015, con el fin de alcanzar los 640.000, cantidad superior a los beneficios de toda la industria mundial de la farmacia y del automóvil juntas, las más globalizadas. Otra alternativa sería reducir sus costes mas de un 6% anual mediante fusiones o mayor digitalización de sus negocios, cuando en los últimos diez años solo uno de cada 50 bancos ha bajado sus costes siquiera el 4% anual. McKinsey estima que, sin cambios de ese tipo, la remuneración a sus accionistas también en los EEUU bajaría desde el actual 11% al 7%, contra un coste del capital superior al 9%.

Ni rodeos ni ideologías 

En consecuencia, no os andéis con rodeos. Lo digo porque los primeros escarceos de los organizadores que os convocan a la cumbre así lo hacen temer. A lo largo del año pasado os estallaron entre las manos esos dos problemas que como líderes mundiales habíais incluido en el mapa de riesgo. Luego, tras el duro ferragosto, entramos en El curso más difícil del siglo y ahora esos y otros problemas se han agravado. Cuando hace falta más que nunca que promováis un plan global para que las economías occidentales crezcan y creen empleo, lo único que encontramos por todas partes son políticas restrictivas o de desapalancamiento o desendeudamiento, que por la crudeza o falta de rigor de sus ajustes terminan por hacerlos inviables.  Incluso las instituciones que como el FMI advierten de los riesgos de seguir esa línea luego contribuyen a perseverar en el error. Es lo que ha ocurrido los últimos cuatro años, ya perdidos sin que la burbuja financiera haya desaparecido y sin que vuelva a fluir el crédito ni la confianza previa.

No es ya siquiera cuestión de ideologías, y hace falta reconocerlo si queremos salir del agujero negro al que nos dirigimos. Esta no es solo una crisis con los múltiples apellidos que ya se le han puesto: hipotecaria, de confianza, financiera, de deuda, bancaria, del Estado de Bienestar, de la Unión Europea, etc. Tampoco solo de políticas, culturas o civilizaciones. Con todo ello y mucho más está en crisis hasta el propio capitalismo. Así lo reconocen y lo comentan algunos de sus representantes o defensores mas conspicuos. El Financial Times abrió un debate sobre ella a finales del año pasado. Es una pena que no os pongáis de acuerdo. Lo siento tanto como que ese debate ni siquiera  haya trascendido en España, donde hablamos poco las lenguas foráneas y el aparato de propaganda de Zapatero suprimió hace dos años la publicación de los resúmenes de prensa internacional, mientras el de Rajoy no ha hecho nada por reanudarla.

El capitalismo esta vez no lo han llevado a la crisis sus enemigos, sino vosotros, sus principales beneficiarios. Espero que os lo digan mejor que otros años los del Foro Social Mundial que se reúne al calor de los próximos carnavales de Brasil. Y eso porque vuestros convocantes no se atreven ni siquiera a repetir algunas de las cosas que se dice el Financial Times. Al contrario, leemos en la página del Foro Económico Mundial que es la cita para La gran transformación: dar forma a nuevos modelos. Hablan de unos desapalancamientos de deudas que brillan por su ausencia, y así seguirán mientras que no se recupere el crecimiento económico basado en profundas reformas para una mayor equidad, no para avanzar en las desigualdades de ingresos y de derechos. Sí tienen razón en que faltan modelos conceptuales desde los que desarrollar una comprensión sistémica de las grandes transformaciones en ciernes que integre personas, sistemas y tecnologías. A ver si es verdad que les respondéis con ideas audaces y coraje personal para asegurarse de que este siglo mejore la condición humana en vez de limitar su potencial.

Sin embargo, los cuatro nuevos modelos que propone a modo de ideas introductorias el profesorKlaus Schwab (la integración geopolítica, multicultural, el abordar seriamente el impacto social de la globalización y la tecnología, o incluso ir a otro modelo de empleo) nos suena a grandilocuencia de cortos vuelos. Y esa retórica me temo que será la canción mientras el desgobierno y la desigualdad pasan factura, la hacen más difícil de pagar conforme pasa el tiempo, y se enrosca la pelota de la deuda.

Acoso de los mercados a los estados 

Os animo, en cambio, a ceséis en el acoso de los mercados a los estados, porque sin reglas sometidas al consenso formado en torno –sin democracia política, económica y social– seguirán desquiciados los propios mercados. Para ello, tenéis que reconocer que hace falta reinventar el sistema financiero, si no queréis que nos entierre a todos y se termine de suicidar, rehacer la regulación del gobierno de las empresas, salvar a los estados de su quiebra fiscal y operativa, y libraros como individuos o familias de valores negativos como la avaricia, en busca del equilibrio mas optimo posible entre bienestar, libertad, justicia, igualdad y riqueza. De paso, ir a un gobierno mundial basado en la creciente cooperación e integración de las principales áreas y economías, con plena vigencia de sus modelos alternativos: anglosajón, europeo y asiático. Permitid que converjan poco a poco, no que se destrocen entre sí.

Tenéis así entre manos la hercúlea tarea de reconstruir los principales pilares del capitalismo. Mientras no lo hagáis, vosotros los políticos seguiréis siendo el mayor peligro económico, los financieros terminareis de esquilmar el sistema y los empresarios no podréis superar este ciclo depresivo o de crisis mundial con la innovación ni los capitales suficientes.

Emmanuel Kant ya postulaba en su tiempo que la inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar, según me recordaba hace unos días un antiguo alumno. El se ha convertido en próspero empresario de gestión de tecnologías durante la crisis, que siempre es cuna de tantas penurias como oportunidades. La creciente interdependencia a las que nos llevan las infraestructuras e instituciones, a pesar de las enormes deficiencias de estas, deberían haber reducido tales incertidumbres, en vez de incrementarlas y generalizarlas. Como no lo han hecho, necesitamos más conocimientos. Cada vez mas, la función de las estructuras económicas consiste en generarlos. Para restaurar la utilidad y plena utilización del capital humano, tenéis por tanto que ayudar a mejorar el capital social, las instituciones y su inteligencia.

Seria una trágica paradoja que la actual sociedad y la economía del conocimiento no cuenten con la inteligencia suficiente para salir del atasco del actual capitalismo. Lo mismo que la inteligencia humana brota de la relación de miles de millones de neuronas, los cambios registrados durante las ultimas décadas en las relaciones sociales y económicas gracias a la revolución digital deberían traducirse en mayor inteligencia y capital social,  no en la paulatina destrucción de ambas a que parecen conducirnos crisis como la actual. Aplicad al menos vosotros a vuestra supervivencia y a la del conjunto del capitalismo esas múltiples inteligencias necesarias de las que nos hablan científicos como Howard Gardner.

No dejéis que mermen los capitales ni inteligencias de red propias de la revolución digital. Construid al menos redes neuronales digitales que frenen el creciente deterioro de las vuestras, biológicas o analógicas. No dejéis que prosperen los crecientes ruidos y resistencias en el necesario avance y extensión de las tecnologías para que el digitalismo se afiance como alternativa al capitalismo financiero, al igual que al principio el capitalismo industrial creció desde el mercantil. Hasta que cambien de verdad las relaciones sociales y de poder en una sociedad y una economías movidas por la integración del conocimiento, no dejéis que caigamos todos en la desintegración atómica de la energía menguante a la que nos llevan algunos de vuestros juegos de poder.

 

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