jueves,18 agosto 2022
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Economía invisible, 2ª parte

¿Cómo medir la nueva economía del siglo XXI?

Futurolandia
Hace más de 30 años,Robert Solow, Premio Nobel de Economía 1987, escribía una frase que se ha citado numerosas veces desde entonces: En todos los sitios puede verse que estamos en la edad de los ordenadores, excepto en las estadísticas. Más recientemente otros dos Premios Nobel, Joseph Stiglitz y Amartya Sen insisten, en una visión más amplia y compartida por muchos economistas, en que el PIB presenta muchas limitaciones como indicador de funcionamiento económico y progreso social.

Hace pocos dias, un especialista en estrategia tecnológica e innovación, Irving Wladawsky-Berger, publicaba un post titulado "Beyond GDP: Measuring value in a service-oriented, information-based, digital economy", insistiendo en que el PIB es una medida de producción incapaz de medir el valor aportado por la cantidad explosiva de bienes de información de libre uso en Internet, tales como los artículos de Wikipedia, los mapas de Google, el software abierto de Linux o los videos de You Tube.

El peligro está en que una medición incorrecta de la marcha de la economía puede conducir a diagnósticos incorrectos y a medidas inadecuadas. Un tema muy sensible es el de las mejoras de productividad, que observamos, a nivel global, que vienen sistemáticamente quedando en ritmos muy reducidos, inferiores incluso al 0,5% anual.

He recibido en pasadas semanas dos post cuya lectura he recomendado.  En el de @kike_vazquez, "El misterio de la productividad" se insiste en que vivimos un momento en que la mayor parte de las tecnologías no se centran en incrementar notablemente la producción, sino en hacer lo mismo que antaño a un coste mucho menor.

En el otro post, de @imuroben, "Sin explicaciones al descenso de la productividad en todo el mundo", se ofrecen algunas posibles causas añadidas (capacidad de arrastre limitada, escasa reinversión, bajos salarios en una economía de la precariedad, escasa flexibilidad), a  la clave de que crecen los nuevos servicios con valores de uso reconocidos, pero que no son fácilmente monetizables, es decir que no tienen valor de cambio.

Desde mi punto de vista, el problema de una adecuada medición de la nueva economía que se está conformando en las últimas décadas y ya apunta cambios radicales para un futuro inmediato, exige tratar tres cuestiones diferentes:

  1. El cálculo de precios de bienes y servicios que simultanean mejoras con reducción de costes.
  2. El tratamiento de las inversiones y capital intangibles, habitualmente tratados como gastos.
  3. La valoración de bienes y servicios disponibles gratuitamente.

El primer punto nos lleva a una metodología desarrollada ya hace algunos años y que se conoce con el nombre de precios hedónicos: precios según el "placer"que producen unos bienes al consumidor al satisfacer sus necesidades. Lo inició el Bureau of Economic Analysis (BEA) de EEUU en 1990, en el contexto de una revisión de indices de precios en su Contabilidad Nacional, en el documento "Measurement of real output and prices for high-tech goods".

La idea básica es disponer, en diferentes periodos, de distintos modelos de un mismo producto (p.ej. ordenadores personales) para los que conocemos sus precios y principales características, que se corresponden con las cualidades que el comprador valora cuando adquiere cada modelo (p.ej. memoria, capacidad de disco duro, velocidad de proceso,…). A partir de estos datos se estiman unos "precios-sombra" para cada característica y se deducen los precios que un consumidor teoricamente valoraría para un modelo nuevo más evolucionado. Los ordenadores más recientes tendrían precios contenidos o incluso a la baja (ley de Moore sugiere un coste reducido a la mitad cada dos años), pero los precios hedónicos marcarían el valor implícito para el consumidor de esas mejoras.

La experiencia en EEUU indicaba que los precios de los ordenadores se habían estancado prácticamente, pero deberían haber crecido entre un 15 y un 40% anual si se valorasen sus mejoras, lo que debiera incorporarse a una medida más adecuada del PIB y, por tanto, de las mejoras de productividad del sistema. El proceso se aplicó a ordenadores, semiconductores, radios, televisores, automóviles, instrumental científico…y se estimó su efecto en un 0,3 de crecimiento adicional del PIB, como promedio anual durante el periodo considerado.

La segunda aplicación a la que quería referirme es la de medición del capital intangible o capital basado en el conocimiento, tema que ya adelanté en dos post anteriores ("9 tipos de capital intangible" e "¡Invertir en innovación, en conocimiento, en futuro!"  en blog.antoniopulido.es/?p=1419). Aunque existen antecedentes hace más de 20 años, en relación con la consideración de los gastos en I+D o software como auténticas inversiones con impactos a varios años, no hay hasta 2006 una propuesta integral aplicable (Corrado, Hulten y Sichel,  "Intangible capital and economic grow").

La idea básica es buscar indicadores de gasto que puedan reflejar los esfuerzos hechos en los siguientes campos, que pueden considerarse como inversiones a capitalizar:

  1. Información computarizada (software y bases de datos)
  2. Propiedad de innovaciones (I+D, nuevos productos y sistemas, originales artísticos y de entretenimiento, exploración minera)
  3. Competencias económicas (valor de marca, estructura organizativa)

Sin entrar en detalles fuera de lugar, el impacto de este enfoque conduce a elevar el PIB de un país entre el 5 y el 15%  y las mejoras de productividad entre 2 y 9 décimas de punto de porcentaje, en países desarrollados en que ya se han realizado aplicaciones. Los cálculos más recientes dan aún valores más elevados al incluir, el capital intangible, actividades de no-mercado como salud, educación, cultura o protección social (Corrado,Haskel y Jona-Lasinio, 2015).

Pero ni precios hedónicos, ni capital intangible solucionan el problema más delicado y posiblemente el más difundido y creciente en ésta nueva sociedad del conocimiento que se viene conformando: la existencia de bienes y servicios a coste cero.

En una conferencia sobre tecnoeconomía celebrada en 2012 ("Why it matters that GDP ignores free goods"), un economista del MIT, Erik Brynjolfsson, señalaba que miles de nuevos bienes y servicios de esta sociedad de la información se introducen cada año. "Pero de acuerdo con las estadísticas oficiales de PIB, el sector de la información (software, publicación, audiovisual, telecomunicación y servicios de información y proceso de datos) supone aproximadamente la misma proporción que hace 25 años -aproximadamente el 4% ¿No tenemos ahora más información que nunca?…A pesar de la mayor revolución tecnológica, las estadísticas oficiales no incluyen el valor de bienes digitales y uno podría concluir que el sector de la información no ha crecido nada desde 1960…Pero sólo en los últimos cinco años hemos duplicado el tiempo que dedicamos a estos productos."

El problema parece insoluble de partida, ya que el PIB sólo recoge valor de cambio de los bienes y servicios producidos, a partir de los precios de mercado o, excepcionalmente, por los costes de producirlos en los casos de no-mercado. Pero los servicios distribuidos a través de Internet no tienen costes adicionales por la expansión de su uso, se compensan costes con otras actividades de las empresas o son incluso fruto del "tiempo libre" de las personas.

Brynjolfsson y Oh ("The attention economy: Measuring the value of free digital services on the Internet", 2012) han utilizado ese tiempo libre (según su experiencia para EEUU entre tres y seis horas por semana), valorado por el coste de otras alternativas de uso, que lleva a asignar un valor del bienestar ganado o excedente del consumidor de unos 2.600$ por usuario, que supondría elevar la tasa de crecimiento del PIB en 0,39 puntos de porcentaje de media entre 2002 y 2011.

Más alla de ésta u otras soluciones (encuestas a consumidores, asignación de valor de publicidad,…), la realidad es que hasta ahora incorporamos a las estadísticas de PIB lo que tiene un valor asignado y excluimos los bienes de uso libre. Un economista dedicado a economía digital hablaba en las redes de la Clothline Paradox: Si metes  la ropa en una secadora, su coste y el de la energía que gastas se contabiliza; si la cuelgas en un tendedero desaparece de la economía. Por eso seguimos sin valorar las labores del hogar, la naturaleza libre o la destrucción del medio ambiente sin coste.

Antonio Pulido twitter.com/PsrA 

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