jueves,18 agosto 2022
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La discriminación de las mujeres en los medios

El caso Asunta, la violencia simbólica contra las mujeres en los medios

Vueltas al conocimiento
Desde una perspectiva de género o feminista el caso de Asunta nos sigue mostrando como las instituciones sociales (los medios de comunicación, en este caso), pese a los votos de buenas intenciones, siguen reproduciendo la discriminación en contra de las mujeres sin ningún miramiento.

Es difícil encontrar un producto cultural, en este caso en el campo de la comunicación,  en el que no nos topemos con la discriminación hacia las mujeres. He tomado el caso Asunta como un ejemplo, cuya elección ha sido prácticamente al azar (1), para mostrar lo que viene siendo una constante en las informaciones que a primera vista consideramos como no  tendenciosas y, por tanto,  imparciales en  el tratamiento informativo de  los sucesos humanos.

 

En el caso Asunta, comenzaré -por el final- recordándoles que trata sobre  un matrimonio  que fue condenado por el asesinato de su hija  de 12 años. Si no son de Santiago de Compostela o de Galicia quizá no  tengan ni idea de a qué caso me refiero, a pesar de  que el caso nos estuvo acompañando, hace  muy pocos  años,   durante bastantes jornadas en las cabeceras de todos los informativos. Si añado más  pistas como, por ejemplo, que según los investigadores policiales, en el comportamiento del padre había visos de perversión sexual, pues en su portátil  se pudo rastrear fotografías íntimas de su hija y material pornográfico, o que se comprobó también en el juicio  la enorme dominación psicológica  que el padre ejercía sobre la madre, llegando incluso a infligirle malos tratos físicos durante al menos cuatro años. Puede ser que hasta aquí  sigan sin tener claro a qué caso me refiero, sin embargo, ahora les facilitaré el asunto  remitiéndoles a sus propios  recuerdos,  a que busquen en ellos las imágenes televisivas de la declaración de Rosario Porto ante el juez, sí, la madre de la niña asesinada. Imágenes que fueron repetidas una y otra vez en lo que  parecía ser más una serie tv., por el cuenta gotas diario sobre nuevas informaciones, pero que desgraciadamente no lo era.

 

El caso por parte de los medios se focalizó desde el primer momento en la madre –es cierto que fue detenida –solo- un día antes que el padre- tanto por la reiteración de esas imágenes  de Rosario Porto,  bastante elocuentes, en la que se  la veía  haciendo  gestos  un tanto exagerados ante quién suponemos era el juez,  como   porque en la entrega diaria de noticias sobre el caso se nos iba poniendo al corriente con auténtica profusión de los detalles de la vida de  esta mujer: que si era  hija de una familia bien posicionada de la clase media-alta de esa ciudad, que quiénes eran y a qué se dedicaban sus padres, que si disfrutó de los mejores colegios y universidades, que si obtuvo  una   beca Erasmus a la que renunció a los pocos meses, sobre lo que heredó o  del novio que tuvo antes de casarse con Basterra o que si tenía o no amantes, etc.. Por mi parte, no criticaría este exceso de información si  hubiera  visto  el mismo interés mediático en el otro asesino:  el padre  y marido, Alfonso Basterra. Por el contrario, la opinión pública no supo casi nada de su personalidad (salvo los lectores de La Voz de Galicia), como los detalles que les he  expuesto más arriba, ni del resto de su vida, incluso se restó información aún siendo que era clave para poder explicar el posible móvil del asesinato. Los datos informativos con que nos despacharon a Basterra desde los medios no llegaron más allá de revelar que era de Bilbao y de profesión periodista. Las imágenes televisivas de aquellos días  nos lo mostraron como un hombre corriente que iba o volvía del juzgado  perseguido por sus colegas de profesión. Con este desequilibrio de imágenes  y demás informaciones producidas en esos días, lo que debiera habernos sorprendido posteriormente es que  a resultas del juicio ambos fuesen en la misma medida condenados por el asesinato de Asunta.  ¿Cómo no hacerse previamente al juicio la componenda de que la madre,  la que recibió prácticamente toda la atención mediática, fuera la inductora y el padre, que fue presentado como un pobre hombre, un tipo gris y sin más fuese el arrastrado a tamaño crimen?  Afortunadamente ni el jurado ni el tribunal se dejo  influir por este asimétrico enfoque mediático.

 

No considero necesario dar más detalles del caso   -en Internet se puede ampliar la información- puesto que en estas líneas  lo que  quiero  poner de manifiesto es la desigualdad en el tratamiento  informativo -en la mayor parte de los medios-  según el género de los protagonistas de  este matrimonio de asesinos. Ni por casualidad se debe  buscar tras esta reflexión ninguna  exculpación de la madre,  Rosario Porto. Mi interés está en destacar  la construcción hecha por los medios del caso que  invisibilizó  una parte fundamental del papel jugado por el padre.  Me atrevería decir que la mayor parte de la opinión pública no se llegó nunca a enterar de algunos datos de éste como los  más arriba referidos o  estos otros dos indicios, nada desdeñables, que recogía “La Voz de Galicia”: “Uno es el ADN de Alfonso Basterra hallado en las bragas de su hija. El otro, los numerosos episodios de sedación acreditados por los análisis del pelo de la pequeña y que, por testimonios de las profesoras de música de Asunta, ocurrían después de que la menor hubiese dormido en casa de su padre”.

 

No estamos descubriendo nada nuevo  al decir que los medios de comunicación también pujan por construir la realidad (solo hay que ver las luchas políticas por  conseguir un canal televisivo). La clave de esta manipulación informativa está en lo que no se nos contó de Basterra o, por el contrario,  sí se informó pero sin poner el mismo énfasis mediático que se hizo con Porto. ¿Por qué ese  tratamiento informativo tan desigual de los comportamientos del padre  y de la madre? ¿Por qué  decidieron los medios elegir como protagonista a la madre y  a Basterra como secundario para  la construcción del caso?  La respuesta es más “sencilla” que pensar en un complot mediático: la manifestación de la estructura de dominación masculina.

 

Desde una perspectiva de género o feminista el caso de Asunta nos sigue mostrando como las instituciones sociales (los medios de comunicación, en este caso), pese a los votos de buenas intenciones,  siguen reproduciendo  la discriminación en contra de las mujeres sin ningún miramiento.   Discriminación que, por otro lado, se reconoce como un hecho, pues la sociedad española la considera ya como un dato real.  Si bien es cierto, matizando, que ese reconocimiento es por parte de esa franja social de la ciudadanía que se declara progresista en las ideas y que entiende, al menos, que la única manera de convivencia aceptable se corresponde con un marco comunicacional  políticamente correcto.  Aunque se ha dado este avance,  tampoco se puede dejar de admitir que tras este marco frágil de corrección siguen habitando actitudes y formas de pensar (conscientes e inconscientes) que  se revelan reaccionarias al reconocimiento  de la subordinación femenina y de la violencia de todo tipo (desde la simbólica a la física) necesaria para infligir tal sometimiento.

 

En este orden de cosas, la violencia simbólica (P. Bourdieu) es la violencia más difícil de detectar, por tratarse de un tipo de violencia invisible para las propias víctimas (en este caso todas las mujeres) y que se expande hoy en día principalmente a través de los medios de comunicación. De ahí que haya traído este ejemplo  del llamado caso Asunta (sobre el que Antena 3 emitirá un programa en breve) para ilustrar esta violencia que permanece igual de oculta que de presente. Violencia tan costosa de reconocer por sus creadores y productores mediáticos y que sin embargo  tendrá una completa incidencia en la reproducción de los comportamientos humanos.

<faarranz@ucm.es>

 

(1) Casualmente Antena3 quiso conocer mi opinión como socióloga sobre este caso para un programa que está preparando para emitir en los próximos días. Ello me llevó a re-informarme sobre lo sucedido en el caso.

 

Este artículo fue publicado el pasado 28 de marzo en Tribuna Feminista

   

 

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