jueves,18 agosto 2022
Espacio euroiberoamericano de diálogo sobre la innovación social, profesional y académica
InicioOpiniónBlogsEl Ministro Cristóbal Montoro como personaje cómico
Humor y Comunicación Política

El Ministro Cristóbal Montoro como personaje cómico

Humor y Comunicación Política
Si hay un político que haya provocado mayor hilaridad en los dos últimos años ha sido Cristóbal Montoro. Es lógico que me plantee por qué esto ha sido así.

El filósofo francés, Henry Bergson, autor de La risa, debió de observar a muchos individuos como Montoro, no sólo políticos, y llegó a enunciar nada menos que una ley general: “Es cómico todo incidente que llama nuestra atención sobre algo físico de una persona cuando lo moral es lo importante” (Madrid, Espasa Calpe, 1973, P. 50). Y será más cómico cuando más brusco sea el paso entre lo moral y lo físico: “Era virtuoso y rechoncho”. 

Aunque Montoro esté hablando de asuntos de Hacienda, su voz nasalizada, que a veces parece gangosa, causa risa. Incluso, cuando se dispone a hablar, el estado que predomina en los oyentes es el de expectación para comprobar cómo se expresa.

Montoro, el Mortadelo del Partido Popular

No estoy acudiendo a una imagen fácil. Efectivamente, las gafas y la calvicie de Montoro nos hacen recordar las de Mortadelo, el personaje que, junto con Filemón, creó Francisco Ibáñez en 1958. Los dos siguen ocupando un primer plano en la imaginación de varias generaciones, puesto que han aparecido únicamente en prensa de humor, sino en películas de dibujos animados; incluso, en cine con actores.

La nota que asociamos a Mortadelo es su capacidad para disfrazarse. A mi entender, aquí está la nota moral sobresaliente de Montoro. Muchos pueden decir que esa no es una nota distintiva de Montoro, sino de todos los políticos. Sí, pero quien desde hace dos años ha dado muestras de su capacidad continua para el disfraz ha sido él.

Comenzó cuando, Javier Arenas quería ser, de una vez por todas, Presidente de la Junta de Andalucía. Quizá a instancias suyas, o por propia iniciativa, Montoro retrasó tres meses la proclamación del programa económico real del Partido Popular. De Noviembre de 2011, fecha de las elecciones generales, que ganó el PP por mayoría absoluta, a Febrero de 2013, cuando Arenas ganó las elecciones, pero la alianza PSOE-IU le impidió ser Presidente. ¿En qué quedó el estado sublime que pretendía Arenas desde hacía treinta años? Finalmente, en nada. ¿Y para eso tuvo que detener el PP la revelación de su programa real? Sí, porque Montoro es diputado por Jaén. Si ha habido un momeno en que la política se ha mostrado al servicio de un designio individual, ha sido ése.

Y cuando Cristóbal Montoro expuso el programa real del PP, los votantes se dieron cuenta de que los populares les habían engañado, puesto que la política económica de Montoro era exactamente la contraria de la que el PP había puesto en práctica en tiempos de José María Aznar y que iba en el programa del PP de Mariano Rajoy. A continuación vinieron las explicaciones-justificaciones: El déficit real que habían dejado los socialistas era mucho mayor que el que habían declarado. Pues bien, la responsabilidad de no haber estudiado bien la realidad antes de las elecciones era de Cristóbal Montoro y de Luis de Guindos, el ministro de Economía, que también resulta cómico, y del quizá algún día me ocupe en este espacio.

A Mariano Rajoy le viene muy bien Cristóbal Montoro, puesto que mientras el Presidente del Gobierno apenas habla, Montoro habla demasiado y cada vez que lo hace da mucho que hablar y el personal se ríe. Es como Alfonso Guerra, que hacía de malo con Felipe González; o como Francisco Álvarez Cascos que, con su rigidez, que cumplía el mismo papel con José María Aznar.

Heráclito afirmó que “Nadie puede bañarse dos veces en el mismo agua del río”. Pues bien, “Nadie puede bañarse dos veces en la palabra de Montoro”. El Ministro de Hacienda se cree el más inteligente de todos los políticos, incluido Rajoy y que cualquier político pasado y actual del PP. También se cree muy superior a todos los españoles, a los que toma por tontos, cuando piensa que le van a perdonar todos sus disfraces.

Montoro, o el Soldado Fanfarrón

Mortadelo se cree superior a Filemón y no hay nada que le enfurezca más que le tomen como inferior a éste. Ni siquiera respeta al “Súper”, que en política sería Rajoy. Sólo hay que ver la manera en que Montoro ha tratado a José María Aznar cuando éste ha propugnado la bajada de impuestos. O sea, alguien que le debe todo en política a Aznar, le desprecia. Y ese choque entre el orgullo y el desagradecimiento resulta cómico en Montoro, con su voz nasalizada, cuando no gangosa, esa voz que tan poco favorece al poder de verdad.

Como rey del disfraz, Montoro cambia de un día para otro. Él debe de pensar sobe el Plan de Estabilidad Financiera como un papel que él puede utilizar para hacer papiroflexia, pajaritas de papel de diversas formas y tamaño. Y por eso, él ha creado el “déficit a la carta”, de las autonomías. Es tan orgulloso que es capaz de enfrentarse y dividir al Partido Popular. Pirgopolínice, el Soldado fanfarrón, de Plauto, significa “El vencedor de muchas torres”, o de “muchas ciudades”. Así debe pensar Montoro que son las autonomías. ¿Para qué sirve la palabra empeñada en un programa político? Para lo que quiera hacer Montoro con ella.

También se cree superior a sus colegas catedráticos, que se atreven a criticar su política. Da a entender que nadie es más listo que él. Personalmente, creo que tiene un hermano excepcional, Ricardo Montero, que puede representar un modelo de lo que debe ser un profesor universitario. Magnífico. Coincidí con él, hace años, en una Tesis Doctoral, y me pareció que todas sus observaciones y críticas eran acertadas y sabias.

Las prácticas de Montoro

Cristóbal Montoro cree que es muy original cuando se dedica a intimidar a profesionales de diversos ramos, incluso a políticos. Pues no, no lo es. Quien primero se valió de este arma fue el Presidente Richard Nixon. Si alguien se le oponía, enseguida éste recibía una visita de representantes del Fisco.

A su vez, Nixon copió este procedimiento del periodista Drew Pearson, que utilizaba esta táctica como imprescindible para destruir la credibilidad de los personajes que le parecían inmorales.

Por eso, cuando Montoro amenaza, también resulta cómico, porque cualquier día esta táctica se puede volver contra algunos familiares suyos (excluido Ricardo, por supuesto). Algunos medios de comunicación ya han abierto ese frente.

Un personaje no cómico se limitaría a establecer unas líneas fáciles- basadas en que todos somos iguales ante la ley- y a obrar en consecuencia, no a amenazar.

Y es que Montoro se vale de información que él obtiene a través de la Agencia Tributaria. ¿De dónde, si no? Y como esa Agencia irradia tanto miedo, Montoro puede llegar a creerse invulnerable, como muchos personajes cómicos.

Incluso, la Agencia Tributaria se equivoca. Y si Montoro es quien ha de defenderla, entonces es mejor que los de la Agencia se tienten la ropa. Llevado por su sensación de invulnerabilidad, llega a decir disparates como la explicación de los “denesises”. Desde el célebre adjetivo “ostentóreo”, de Jesús Gil y Gil, no había provocado tanta risa una sola palabra deun personaje público.

Una alternativa humorística: lo que hacía el Conde de Marenches, Director de los Servicios secretos franceses con los personajes que se creían superiores

Alexander de Marenches, en su libro Secretos de Estado (P. 99), cuenta lo siguiente sobre sus comienzos de los once años que permaneció en el puesto de Director de los Servicios Secretos franceses durante las presidencias de Pompidou y Giscard D’Estaing.:

“Practiqué asimismo una broma de dudoso gusto, pero que confieso que me complacía. Cuando veía a un personaje que se creía importante- y Dios sabe cuántos hay en parís, como en otras capitales- me aproximaba a él con el dedo amenazador, lo que es de bastante mala educación, y le decía “¡Ah! ¡Ah!. Su tez adquiría un tono verdoso. Se decía: “¡Ya está! ¡LO SABE!. En una ocasión hice esta “fina” broma una vez más a uno de mis amigos al tiempo que él decía: “¡Ah! ¡Ah! ¿Qué?”. Fue el final de la broma. No se la hubiera hecho nunca a un gran hombre probo y soberbio soldado como el antiguo primer ministro Pierre Meessmer, por quien siento una admiración afectuosa. En realidad, en el alto personal político, las gentes que no tienen mojado el lugar corporal que pienso son bastante raras. Así es que cuando sienten humedad, están convencidos de que dl director general “sabe”.

“De hecho, sabe menos de lo que la gente se cree, pero su punto débil es que no saben lo que uno conoce en realidad. Yo no desmiento nunca. Dejo siempre la duda.”

Es decir, lo contrario de lo que practica Montoro, que no sabe bromear, y menos con quienes él considera poderosos. Por ejemplo, Artur Mas. Lo mejor del caso es que un amigo de Marenches supo darle la antítesis “¡Ah! ¡Ah! ¿Qué?”. Fue el final de la broma. Es decir, “si tienes algo que decir, exprésalo. Y si no, te callas”.

De interés

La realidad humana, y la realidad

La realidad, según se mire

Artículos Relacionados

Centro de preferencias de privacidad