Francisco Soler Gil. "El multiverso y el ajuste fino de las leyes de la naturaleza." Video lección YouTube (Philosophie der Kosmologie) 20 jul. 2015.
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Un debate adicional al respecto puede verse aquí:
Antonio Aparicio Juan y Francisco Soler Gil. "¿Apunta la cosmología actual a un universo autosuficiente?" (Seminario – Grupo de Investigación Ciencia, Razón y Fe, U de Navarra). YouTube (Universidad de Navarra) 17 Sept. 2015.*
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La conclusión de que el multiverso no es una tesis suficientemente explicativa lleva a Soler Gil a volver a (o, quizá, a no salir de) la tesis creacionista—en una especie de justificación científica por aporía de la razón, vista la inviabilidad de las otras alternativas propuestas.
Pero el razonamiento no es tan coherente como podría parecer—cosa que no sorprenderá a los evolucionistas escépticos ante el "diseño inteligente". Soler Gil no entra realmente a discutir la tesis evolucionista de Smolin que menciona—cosa que no es de extrañar porque su versión más acabada se ha formulado con posterioridad a esta intervención.
En cuanto a nosotros, la combinatoria matemática de Tegmark nos parece, vista desde aquí, un delirio de la razón. Y en efecto es demasiado grande su multiverso (como casi todos, por lo demás), siguiendo la ley de que las cosas que pueden imaginarse o que hipotéticamente podrían existir son por principio muchas más de las que efectivamente existen. Tegmark ofende a este principio básico de la razón, y su teoría es una especie de platonismo desaforado. Aquí preferimos considerar a las matemáticas como una estructura cognoscitiva humana (y capaz de delirios y patinazos), y no como un sistema de Ideas subyacente a la realidad. Son más bien un sistema de Ideas superpuesto a la realidad. Lee Smolin y Roberto Mangabeira Unger argumentan elocuentemente a favor de este papel más limitado de las matemáticas en cosmología y en física.
Hablábamos hace poco de esta tentación creacionista en los cosmólogos hispanos, y de la alternativa que ofrece una cosmología evolucionista, en El descubrimiento del espacio inmenso y del tiempo infinito.
Y más sobre multiversos, creados o surgidos, tenemos en el artículo sobre El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas.
Son remotos los múltiples universos, de haberlos, y así es incierto, y teórico a lo sumo, nuestro conocimiento de ellos. Seguramente seguirán ocupando a la mente humana por siempre jamás, pues nos enfrentamos en estos límites del conocimiento a una especie de antinomia de la razón de las que tanto gustaba de analizar (que no resolver) Kant. El único universo se enfrenta a la paradoja de su insuficiencia racional, y nos hace postular otros mundos que no hacen sino complicar la cuestión, multiplicando los problemas a la vez que se multiplican los mundos… para no acabar sino siendo reabsorbidos en la noción primigenia y ahora ampliada de universo, entendido como el contenedor o principio generador común de todos los universos.
En el siglo XVIII mantuvo abierto el diálogo sobre la multiplicidad de los mundos Bernard Bouvier de Fontenelle con su Diálogo sobre la pluralidad de los mundos. Un multiverso a su manera. Y, más allá, podemos ir al principio de la tradición cosmológica occidental, donde se juntan el origen de la física y el de la filosofía, en la obra de los estoicos o de los presocráticos, que también se ocupaban de los muchos mundos—y del mundo que a todos los contiene. En estos términos presentaba el debate Plutarco, en su diálogo sobre el fin de los oráculos:
Si no hay una serie infinita de mundos posibles, ni una serie infinita de conversadores sobre estas cuestiones (como la que ridiculiza Cicerón en sus Analitica Priora), sí hay al menos una larga serie de conversadores a lo largo de la historia.
Cada época (y cada disciplina del conocimiento) se enfrente a su manera a esta paradoja, con los instrumentos conceptuales que le son propios. Parece aventurado o ingenuo considerar que los instrumentos de hoy en día sean los que vayan a resolver la cuestión por siempre jamás: lo más que puede esperarse es que mantengan abierto el discurso racional sobre esta cuestión, y apunten a una congruencia o consiliencia con otros problemas relacionados con éste en física o en filosofía—realizando, por así decirlo, una contribución relevante a la conversación. Es lo que creemos hace la teoría de Smolin y Mangabeira Unger, ampliando el actual paradigma de la Física y de la Cosmología en un diálogo con la teoría ("darwinista", pongamos) de la selección natural y de la emergencia espontánea de la complejidad.
Esta teoría propone una sustitución del actual paradigma físico-matemático (newtoniano o einsteiniano) de interpretación de las leyes naturales, por un paradigma cosmológico-evolucionista, que admite la posibilidad de una evolución de una modificación de las leyes naturales en acontecimientos cosmológicos extremos (como el Big Bang, aquí reinterpretado y reconceptualizado), y propone un sistema racional de selección de leyes naturales capaces de generar mundos "viables" como el que habitamos sin acudir a la pura combinatoria matemática de los mundos múltiples hipotéticos, incomunicados entre sí y sólo accesibles mediante un razonamiento matemático.
Esta teoría del evolucionismo cósmico también modera el encumbrado papel encomendado a las matemáticas en el paradigma newtoniano (donde son el plan rector del universo o un plano de la "mente de Dios"), y les atribuye un rol más limitadamente humano, más instrumental, y menos predictivo en lo que al mundo físico se refiere. Aunque también se apoya el paradigma propuesto por Smolin en una teoría matemática capaz de describir el universo como un proceso de acontecimientos únicos. Es una teoría, en suma, que combina de manera novedosa la noción de multiverso con la de un universo único regido (si tal puede decirse) por ese "dios único" y gerente de los Primeros Principios que sería el Tiempo. O quizá Cronos.
Seguiremos atendiendo al diálogo de las eras sobre la multiplicidad de los mundos.
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La referencia mencionada en el vídeo:
fino de las leyes de la naturaleza." La
inteligencia en la naturaleza. Ed. Francisco Rodríguez Valls. Madrid:
Biblioteca Nueva, 2012. 135-45.