jueves,18 agosto 2022
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Inhumanidad como valor

Goliardos s.XXI
Según el diccionario de Maria Moliner la solidaridad es la relación de unidad que sienten las personas con los otros seres humanos, aunque el concepto nace en la filosofía en tiempos inmemoriales, y que ha sido tomado por distintas ideologías y religiones a lo largo de la historia, basándose esencialmente en el respecto a los demás.

Es terrible leer y ver los hechos inhumanos e insolidarios contra individuos inocentes que nos narran los medios de comunicación. ¿Qué ha pasado con las enseñanzas cristianas, budistas, socialistas? ¿Qué ha pasado con el humanismo? Es un valor en alza. Un término entendido como puente de comunicación, tal y como lo definía Burneo al manifestar que “su función es  facilitar las relaciones”.

Ahora se aceptan, sin pudor y sin revelarnos, ciertos hechos que atentan contra el humanismo: el hambre en el mundo, la explotación económica y social, olvidándonos de las ideas de fraternidad e igualdad, haciendo realidad la frase de Plauto que afirmaba que “el hombre es el lobo del hombre”. Verdad que siglos más tarde explicó Thomas Hubbes, demostrando que las relaciones de convivencia entre los hombres han cambiado hacia el dominio y la prepotencia.

Hasta ahora se intentaba que el concepto de solidaridad significara que uno se hace responsable de los otros, pero no sólo en lo material, sino también en lo espiritual. Deberíamos acordarnos de lo que decía Ratzinger en su encíclica Caminos de Jesucristo, demandando la necesidad imperiosa de la educación y del ejemplo, proceso en los que la consciencia debe estar presente: “significa que se es consciente de la responsabilidad mutua y que somos conscientes de que recibimos en tanto que damos, y que siempre podemos dar sólo lo que nos ha sido dado y que por eso jamás nos pertenecemos solamente a nosotros

Recuerdo que en mi juventud, cuando alguien tropezaba y caía, había  muchísimas personas que se acercaban ayudar. ¿Tanto hemos cambiado? Los medios nos muestran situaciones terribles, como el reportaje que difundió una televisión americana en el que se veía a un niño aterido de frió tirado en el suelo; se mostraba cómo las personas miraban para otro lado o ignoraban la situación dejando a la criatura desolada, hasta que un mendigo se acercó y lo acurrucó para protegerlo del frió ofreciéndole parte de su comida. U otro ejemplo, emitido hace unos días, donde se nos mostraba a un individuo joven, y por la apariencia de buena disposición económica,  que da una patada por detrás a una joven que esperaba el autobús, mientras un compañero grababa la acción en la cámara del móvil. Y todo para colgar las imágenes en las redes sociales, simplemente por divertirse. ¿Quién ha educado en valores a estos individuos? ¿Les ha servido para algo su educación? ¿De qué sirvió la educación si el ejemplo social y familiar no caló en sus conciencias? Lo peor es que cada día son más numerosos los hechos insolidarios que se producen, empezando por los banqueros y los prestamistas, cuyo único dios es Mercurio, aunque vayan dándose de cristianos fervorosos.

Actualmente, por desgracia, se nos presenta una sociedad en la que prepotencia es un valor deseado, ya que te permite saltar las leyes con impunidad y sin que provoque rechazo social. Parece ser que lo correcto es que se hable de uno, aunque se hable mal. Únicamente tenemos que ver la pasmosa tranquilidad de los defraudadores, los corruptos y timadores, que incluso posan ante las medios con una sonrisa triunfadora. ¿Tanto hemos cambiado?

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