jueves,18 agosto 2022
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Medición

La falacia de McNamara y los intangibles

Futurolandia
No hay ciencia que pueda renunciar a cuantificar, en alguna forma, los elementos con que trabaja. Una economía operativa exige medición y su consolidación como ciencia ha conducido a utilizar más datos, técnicas de análisis más perfeccionadas y valorar conceptos sutiles y aparentemente inconmensurables, como la llamada economía sumergida o los intangibles. Se trata de no caer en la conocida como falacia de McNamara, que lleva hasta despreciar aquello desconocido o no directamente mensurable.

Hace ya medio siglo, el Secretario de Defensa de EEUU en 1961-68, Robert McNamara, reconocía que el diagnóstico sobre un éxito previsible en la guerra de Vietnam, se había deducido de un enfoque cuantificador que  había olvidado aspectos relevantes no directamente valorables o de los que no se disponía de información.

En 1972, el economista Daniel Yankelovich en un libro sobre prioridades empresariales (Corporative Priorities: A continuing study of the new demands on business) generaliza el fallo a la gestión empresarial con  la denominación de falacia de McNamara. El primer paso es medir sólo lo que sea fácilmente mensurable. El segundo paso es descartar lo que no se puede mensurar fácilmente o darle un valor cuantitativo arbitrario. Esto es artificial y conduce a errores. El tercer paso es suponer que lo que no se puede medir fácilmente no es importante. Esto es ceguera. El cuarto paso es decir que los no se puede medir fácilmente no existe. Esto es ya un suicidio.

Reconozco que por aquellos años yo era un joven económetra, cuyo entorno investigador y de aplicaciones operativas estaba dominado por los datos disponibles, a los que creía que debía adaptar los modelos de análisis y predicción. Mi sueño era disponer de una gran base de datos (cuantos más variables y más años de historia, mejor) y buscar el mejor modelo compatible con los mismos. Con pena, pero sin gran sentimiento de culpa, renunciaba a tratar aspectos que me parecían importantes, pero de los que carecía de información.

 

Muchos años acumulados de experiencia me han enseñado que una gran base de datos no es garantía de un buen análisis del pasado y , menos aún, de una predicción correcta de futuro. Esta reflexión puede ser también un aviso para la utilización indiscriminada de big data y algoritmos automáticos de análisis y predicción.

 

La información directamente disponible puede estar condicionando nuestros diagnósticos como economistas, tanto a nivel macro como empresarial. Lo cualitativo, lo psicológico o de entorno socio-político puede resultar tan importante como los datos de la Contabilidad Nacional o los flujos financieros.

 

Si no disponemos de datos (o son insuficientes) sobre intangibles, medio ambiente, distribución de renta y riqueza o producción de las familias, tendremos que tratar de estimarlos indirectamente o buscar aproximaciones operativas (proxis). Y si todo esto falla, no caigamos en el suicidio intelectual de considerar que lo que no está medido no existe.

 

50 años después de McNamara, la falacia que llevó a no valorar elementos que condujeron a una derrota militar en Vietnam, tiene aún más validez que entonces. En el nuevo mundo que se está configurando, en el que la innovación,el conocimiento, las ideas, los intangibles, son las principales fuerzas motoras, sería imperdonable confundir conocimiento con información y , más aún, información con datos disponibles.

Antonio Pulido http://www.twitter.com/@PsrA

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