En un repaso rápido a la historia vemos cómo hemos estado en guerra de forma interrumpida. Hoy mismo estamos inmersos en conflictos étnicos, culturales, fronterizos y sobre todo económicos, pero siempre justificados por la defensa de intereses sociales. El filósofo alemán Ludwig Feuerbach en su libro DasWesen des Chistentums, afirmaba que “el hombre es el principio de la religión; el hombre es el centro de la religión; el hombre es el fin de la religión”. Y con esa idea en la cabeza hagamos un repaso desapasionado a los conflictos bélicos actuales. Por desgracia, encontraremos como justificación, en gran parte de ellos, la defensa de ideas religiosas.
Esa terrible comunión entre economía y religión es nauseabunda, pues no es admisible que las ideas religiosas en vez de servirnos para amarnos sirvan para odiarnos.
Aunque lo más temible es que el desarrollo de las sociedades modernas ha desterrado el sentimiento de amor y fraternidad entre los hombres, haciendo imposible lo que proclamaba San Lucas en el Evangelio refiriéndose a los que creían en los principios cristianos del amor fraternal: “todos los que creían vivían juntos y lo tenían todo en común” ¡Igualito que ahora!
Quizás sea por eso por lo que muchos poderosos imposibilitan la fraternidad, porque les aleja de los beneficios, y han convertido a la sociedad en una estructura politeísta, con dioses de diversos principios.
¿Acaso hoy no están vigentes los dioses del dinero en todas las partes de los continentes? ¿Acaso no está de actualidad el dios Mercurio, el dios Mammon, Moneta, Pluto, etc.?, que además cuentan con organizaciones internacionales poderosísimas, como son el Banco Mundial, la Trilateral y muchas otras. No se llaman religiones, pero todas sirven con devoción al Dinero, nuevo dios universal que mueve al universo.
Ya en los Evangelios se advertía que no se podía adorar a dos dioses, pues cuando te aproximabas a uno te alejabas del otro.
Muchos dirán que esos dioses ya no existen, pero lo que casi nadie dice es que han cambiado de nombre, ahora se denominan conjuntamente con el apelativo Dinero, y lo peor es que han creado una Inquisición económica, más sanguinaria que las precedentes. Inquisición que ha causado muchas más muertes en los últimos siglos que las de los demás dioses en toda la historia.
Nos encontramos pues en una lucha de dioses que tienen como objetivo el lograr la acumulación de dinero, para su mejor satisfacción, y sobre todo de sus obedientes y disciplinados sacerdotes.
Sacerdotes que operan desde sus nuevas catedrales, como son la Banca, la Bolsa, el denominado Mercado, etc. Pero la pregunta es quién podrá con ellos, si se han convertido en los motores de la actividad humana, y si son el motor del progreso y del consumo.
Nos encontramos pues en la dicotomía entre la buena vida material y los principios morales y éticos. ¿Qué dios ganará?