jueves,18 agosto 2022
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Lejana recuperación aquí y en la Eurozona

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Por dos años consecutivos la Comisión Europea ha suavizado el calendario del ajuste fiscal de España y otros países de la periferia. Tendrá que hacerlo otras más,  pues el propio marco europeo para el 2013 y 2014 no es realista, al basarse sobre todo en exportaciones improbables. Si no cambia el ciclo económico y el político […]
Por dos años consecutivos la Comisión Europea ha suavizado el calendario del ajuste fiscal de España y otros países de la periferia. Tendrá que hacerlo otras más,  pues el propio marco europeo para el 2013 y 2014 no es realista, al basarse sobre todo en exportaciones improbables. Si no cambia el ciclo económico y el político (las elecciones de Francia e Italia sólo han sido un aviso para las alemanas de septiembre), tampoco este año se producirá la esperada recuperación de la Eurozona, cada vez más lejos de los EEUU. Menos todavía de España, donde dice la Comisión que el PIB caerá otro 1,4% y acumulará nueve trimestres seguidos en rojo (hecho sin precedente desde la Guerra Civil), por lo que tendremos también las mayores tasas de paro de la historia, casi 27% pese a que la población se reducirá como en ningún otro país.

 

Dice el informe de la UE en su nota de conclusiones que el PIB de la UE está tocando fondo y se espera una aceleración gradual de la actividad económica. La recuperación del crecimiento vendría impulsada inicialmente por una demanda exterior en aumento. Ese motor exportador arrastraría ya desde el primer trimestre una recuperación de las inversiones y el consumo internos conforme avance este año. Así, para 2014, la demanda interna pasaría a ser el motor principal de un crecimiento reforzado del PIB. Otro cuento de la buena pipa, ese que nunca acaba porque el cuentista no quiere escuchar. Sus afirmaciones se basan en premisas infundadas, pues las exportaciones no están como deberían y la recesión del consumo interno seguirá asfixiada por los ajustes, sobre todo en el caso de España.

 

Prevé la UE este año elevar el PIB de los 27 apenas el 0,1 %, aunque con una contracción del 0,3 % en la zona del euro. Pero como el último trimestre del 2012 ha sido más bajo de lo previsto añade que el del 2013 ya crecerá el 1 %, con el  0,7 % en la Eurozona. El problema es que, por mucho que Norteamérica haya alcanzado niveles de crecimiento e indicadores financieros e inmobiliarios ya mejores que los previos a la crisis, el comercio mundial no parece abocado a tirar del carro. Entre otras razones, porque los EEUU ya empiezan a plantearse el abandonar las medidas de estímulo, que le han permitido crecer los tres últimos años a un ritmo medio del 2% mientras la Eurozona se sumía en su crisis y en el castigo a su periferia.  Por mucho que los ministros del G-20, la OCDE y el FMI hayan negado la semana pasada una guerra de divisas frente a la actual desaceleración de la economía mundial, el panorama europeo se puede complicar si encima el dólar se deprecia más, el euro sigue al alza (así Alemania financia su deuda externa casi gratis, mientras su excedente comercial supera en un 40% al chino) y las divisas asiáticas se resisten a la apreciación para pagar con mejores exportaciones su necesario desarrollo interno.

 

La cuestión es que ni la economía mundial ni la europea resisten una estrategia tan generalizada de salir de la crisis mirando primero a las exportaciones y no al consumo y la inversión internas. Esa estrategia pudo aguantar el 2010, cuando el comercio mundial creció en volumen cuatro veces más que el PIB. Pero ya cedió a niveles más habituales en el 2011, cuando esa relación quedó solo en el doble (ver cuadro adjunto). Todavía puede estrecharse cuando se conozcan los datos globales del 2012 y del presente año. La perspectiva mundial se ha debilitado en gran parte por la propia UE, que como mayor potencia comercial está siendo un lastre para el resto. Las exportaciones europeas suman el  35% de las globales, mientras que sus compras al exterior suponen casi el 60% de las efectuadas por las economías desarrolladas. Pero si la mitad de la exportaciones mundiales son de Europa y Norteamérica es fácil imaginar lo que sucederá cuando una siga en recesión y la otra empiece a quitar estímulos al crecimiento.

 

Antes de confirmarse este cuadro, la Organización Mundial del Comercio ha revisado a la baja tanto sus estimaciones para el 2012 como los pronósticos para el 2013. La rebaja fue de casi 1,2 puntos para cada uno de los años. Precedió a las rebajas de otoño y de invierno en los pronósticos de expansión para la economía mundial durante este año. Al final pueden quedar cerca del 3,2% estimado para el 2012, pese a que el FMI todavía daba en sus pronósticos un 3,5%, tras pedir disculpas públicamente por haber  subestimado efectos tan negativos en la política de austeridad de la Eurozona.  El -1,4 en el PIB de este año y +0,8% el próximo que publicó el pasado 23 de enero para España eran justo los mismos que dio a conocer la Comisión europea el pasado viernes, aun cuando el último mes la percepción mundial y europea no ha ido a mejor, sino a peor.

 

Incluso si se confirma el pronóstico europeo del viernes en el sentido de que la recuperación española llegará en 2014 en los brazos de un crecimiento del 1,6 % en el PIB de la UE y del 1,4 % en la Eurozona (a lo que desde luego tampoco contribuirá la entrada en vigor del marco presupuestario europeo 2014-2020, si el Europarlamento no cumple su promesa de bloquearlo como merece),  es difícil que España crezca ese año el 0,8% pronosticado por la Comisión. Sería como alcanzar de golpe casi su actual PIB potencial de consenso, esquilmado por la política de austeridad reciente y por la que nos quiere imponer, pues el empleo y la inversión o formación bruta de capital de los que debe venir ese crecimiento están una cuarta parte por debajo de los niveles previos a la crisis, al igual que el conjunto del PIB de Grecia.  A ello se añade que el déficit público ha terminado el 2012, pese a esa austeridad y con impulso de las ayudas a la banca, en el 10,2% del PIB, medio punto por encima de los dos años previos. Y todavía los dos próximos años esos déficit (6,7% y 7,2%) y la deuda pública total de la que vienen (95,8% y 101% del PIB) sufrirán el lastre de los saneamientos bancarios, sin que ni por ahora –ni muy probablemente para entonces– se haya logrado el objetivo declarado de todos esos esfuerzos: recuperar la financiación a empresas y familias.

 

Último calendario político del ajuste
La Comisión Europea ha intentado justificar la creciente asimetría entre economía real y financiera en que sigue el proceso de reducción de las deudas públicas y privadas, también conocido como desapalancamiento o de ajuste de los balances, proceso que anteriores crisis financieras extenderon a una media de siete años. A ello atribuye el Ejecutivo europeo la diferencia entre la relativa mejora de los mercados financieros (llama eso a que no sufran la asfixia y fragmentación registrada hasta agosto pasado) y la atonía de las perspectivas macroeconómicas para 2013. Pero ello significa reconocer una cierta desconfianza en sus propias previsiones, además de ocultar lo que las políticas o falta de políticas europeas han provocado desde que empezó la crisis, hace ya más de cinco años, y sobre todo desde mediados del 2010, al reforzar los ajustes de los PIGS. 
Ahora, los imperativos del ciclo económico y de los propios errores llevan al Ejecutivo europeo a suavizar de nuevo el calendario establecido a principios del 2010, cuando empezó a reescribir el Pacto de Estabilidad para obligar a todos los países a llevar sus déficit a menos del 3% del PIB en el 2013, objetivo del que España está ahora a siete puntos. Habrá más tiempo, por lo menos hasta el 2’15 o 2016, aunque no relajación de la disciplina,  a juzgar por la información que dio el viernes el comisario de Asuntos Económicos de la UE, Olli Rehn. El próximo mes, el Consejo Europeo, como cada mes de marzo, revisará los principales retos económicos que afronta la UE y proporcionará “orientaciones estratégicas” sobre las políticas correspondientes. Ante ellas, cada país presentarán sus estrategias presupuestarias a medio plazo en sus respectivos programas de estabilidad y de convergencia. Paralelamente elaborarán programas nacionales de reforma, fijando las medidas para reforzar sus políticas en ámbitos como el empleo y la integración social. Estos programas deberán presentarse también en abril. El Ejecutivo comunitario, en el dictamen de los mismos, podrá reclamar cambios en el proyecto de presupuesto si detecta desviaciones importantes respecto a los objetivos de ajuste fiscal del país en cuestión. Además, se dan nuevos poderes a la Comisión para que pueda someter a “vigilancia reforzada” a los países en crisis que amenacen la estabilidad financiera de la Eurozona. 
Lo que no se ha cumplido y será difícil que se alcance en el 2015 es que la disparatada política macroeconómica de la UE logre siquiera al cumplirse los siete años el desapalancamiento medio previo al euro en los países escrutados y sometidos a la férrea disciplina germánica. 

Lo cierto es que, lo que bajan las deudas de las empresas y familias, sigue siendo compensado por el aumento de las deudas públicas, aunque a renglón seguido se diga que el saneamiento presupuestario en curso está conteniendo el alza del ratio deuda pública/PIB, que registrará seguramente un leve nuevo aumento en 2013, debido a que seguirá siendo moderado el crecimiento del PIB. Ya explicamos en su momento que los rescates han enfrentado la credibilidad a las matemáticas, con unas ecuaciones que valen tanto para el déficit y la deuda pública como para las exteriores: para reducirlos, el coste financiero queda por debajo del PIB nominal (real más inflación).

Es cierto que la mejora del déficit por cuenta corriente, y por consiguiente de la deuda externa, está siendo más notable en España que en el ámbito de lo público, aunque sin llegar a las exageraciones de Grecia, pese al lastre del saneamiento de Bankia y otras cajas. Pero en el paulatino paso desde el 10% de déficit exterior del 2007 al 1% del año pasado o al superávit de los próximos, muy comentado por Mario Draghi y una semana después por Mariano Rajoy, ambos ante el Congreso de los Diputados, no es oro todo lo que reluce. Ese cambio es ciertamente importantísimo, porque la diferencia entre lo que España produce y lo que gasta determina la necesidad de importar capitales o dependencia exterior.

 

Sin embargo, en ese giro estructural del que venimos dando cuenta desde el 2009 hay también mucho efecto cíclico de la recesión: las importaciones (otra vez como al principio de los años ochenta un 40% es ya energía, que no ha bajado, y con esas compras al exterior se nos va también el empleo) se han frenado mucho más de lo que han aumentado las exportaciones. Eso significa que tampoco la devaluación interna ha funcionado tanto como debiera si Alemania no hubiera hecho subir el euro mientras nos discutía los presupuestos españoles y los europeos.

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