jueves,18 agosto 2022
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Del seminario sobre "Individuo y espacio público"

Los marcos como espacios públicos

José Ángel García Landa Vanity Fea
La realidad hay que organizarla—y eso lo hacemos dividiéndola en actividades, espacios interaccionales, y marcos. Como una emisión de radio que es un sonido continuo pero se divide en una arquitectura de programas y secciones con contenidos propios.
—Que viene de mi ponencia en el seminario sobre "Individuo y espacio público":

La realidad de por sí no tiene estructura—al menos no tiene estructura humana. ¿Quién la estructurará? Nosotros, con nuestras convenciones y expectativas acerca de ella. Sobre los hechos brutos se ha de edificar un sistema de hechos institucionales y culturales. Es lo que Erving Goffman denomina "marcos",  frames, en su libro Frame theory (1974). La realidad es un complejo sistema de marcos entrecruzados, si llamamos marco a un conjunto de signos que se dejan interpretar como una unidad estructural. Una vez hemos establecido un marco, podemos contrastarlo con otros marcos—por ejemplo, podemos aislar una conferencia de otra conferencia, o una conferencia de la sesión de discusión—o podemos transformar ese marco de alguna manera, ponerlo en clave de… en clave de humor, por ejemplo, si en lugar de dar una conferencia parodiamos una conferencia. Podemos insertar ese marco dentro de otro, como este texto puede insertarse en una página web.  Y así la realidad va tomando forma.

Cada marco es un pequeño espacio público—engastado en otros marcos, otros espacios públicos, que en última instancia se insertan en el gran espacio público que denominamos la realidad. No hay por tanto un solo "espacio público", sino muchos espacios más o menos públicos solapados, secuenciados o superpuestos, a veces con transiciones problemáticas entre unos y otros. 

Van desde el espacio público subjetivado e interiorizado, plegado para constituir la identidad personal, al espacio de la calle donde podemos circular más o menos todos, o al espacio global de la web. Son estos marcos espacios accesibles o disponibles para unos sujetos sí y para otros no, y a los que se aplican reglas diversas y variables. Cada marco es una unidad con reglas propias, una unidad poética o drámatica podríamos decir, y en cada uno rigen reglas interaccionales que lo definen como tal marco y lo hacen utilizable para la comunicación social. Desde la palabra individual, pequeño marco, hasta la frase en que se engasta, o al discurso del rey.

Las reglas del juego, claro, no van siempre en manual de instrucciones, sino que están con frecuencia sujetas a cambio, a transformación súbita o a negociación. Parte del trabajo de interpretación de la realidad es no sólo reconocer en qué papel nos hemos metido, en qué marco estamos, sino quizá también salirnos del marco si no nos conviene, renegociar el papel, o el contrato social. La construcción de la realidad, su reconstrucción y su transformación van por tanto unidas. Y es necesaria para esto la negociación con los demás actores: saber si estamos buscando setas o relojes de oro, como decía el chiste de vascos (Van dos vascos por el bosque buscando setas, y uno se encuentra un reloj de oro. "Coño, Pachi, mira qué he encontrado, ¡un reloj de oro!" Y Pachi, "A ver a qué estamos, hostias. ¿Estamos a setas, o a relojes?"). Es decir, se requiere definir el tipo de interacción social en el que estamos participando.

Esta complicada dramaturgia social tiene consecuencias, como decíamos, para el sujeto. Lo sujeta, sí, y así lo constituye—pero lo sujeta a un sistema cambiante de roles, papeles e identidades en última instancia móviles y transitorias. O heredadas—a veces es la identidad del otro la que representamos, la de un role model, por ejemplo, con consecuencias para la nuestra. 

De hecho, la propia identidad personal surge de la internalización de este teatro social. Podríamos decir que no es otra cosa sino ese teatro de relaciones sociales, visto desde dentro, tal como es interiorizado por un sujeto que sólo mediante esa interiorización pasa a ser un sujeto humano propiamente dicho.

Para el interaccionalista simbólico (como George Herbert Mead) la propia posesión de una identidad personal significa que el actor actúa con referencia a ella—que el actor es capaz de verse a sí mismo en una situación y tener en cuenta este objeto simbólico (uno mismo en la situación) como un factor para guiar la actuación. Es una reflexividad o autoconciencia inherente al sujeto humano, que actúa por referencia a su propia identidad personal y a la identidad de los otros en los que se proyecta, y a los que interioriza como elementos de referencia, tomando el papel de los demás en una relación de circularidad hermenéutica con el suyo propio y con la situación. —Definida ésta, en gran medida, por los marcos cognitivos e interaccionales que sean aplicables en ella.

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