jueves,18 agosto 2022
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Los motores del nuevo modelo productivo almeriense (IV): el turismo y los rentistas

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El segundo motor de este nuevo modelo productivo almeriense es el turismo. Aporta en torno al 8% al PIB provincial y un 5% de la población ocupada, porcentajes ambos inferiores a la media de Andalucía.
El turismo es un sector pujante en el que Almería tiene mucho que ofrecer. Además de buen clima, magníficas playas y excelente cocina, tiene como gran escaparate el Parque Natural de Gata-Níjar que, con una extensión de 49.512  ha (37,500 terrestres y 12.012 marítimas), fue el primer espacio marítimo-terrestre protegido por la Junta de Andalucía en 1987. Esos 495,1 km2 protegidos, por su diversidad en flora y fauna marítima y terrestre, hacen de dicho Parque uno de los lugares más pintorescos e interesantes del Mediterráneo español e incluso europeo.

   Aunque el turismo se inició también en los sesenta, su desarrollo ha sido más tardío y lento que en otras zonas costeras como Alicante y Málaga. Las razones que explican este retraso obedecen principalmente al carácter periférico que tradicionalmente ha tenido esta provincia en los grandes nodos de transporte nacional e internacional, así como a una oferta insuficiente en infraestructura turística.

   En el caso del transporte, alguno de los viejos problemas aún subsisten. Así sucede con el ferrocarril que es, actualmente, tras el cierre del ramal del Valle del Almanzora y los problemas de conexión de la capital de Almería con el resto de España, bastante más reducido que en el pasado; la nueva línea del AVE del Corredor del Mediterráneo –actualmente en construcción-, aún no tiene fecha fija para su entrada en funcionamiento aunque puede estimarse que no será antes de 2025.

   En transporte aéreo, el aeropuerto de Almería, inaugurado en 1968, por su número de pasajeros (en torno al millón en los últimos años -991.992 en 1918-), puede calificarse de categoría secundaria: en dicho año ocupaba el lugar 27 entre los aeropuertos españoles, superado, por ejemplo, por los de Vigo, Granada o Reus; cuenta con unas pocas líneas regulares -todas ellas nacionales- y las internacionales son de carácter estacional.

   En transporte por carretera, la autovía del Mediterráneo (la A-7), no estuvo totalmente operativa en su tramo almeriense hasta 1996; y la A-92, en su tramo Almería-Guadix, finalizó en 2002.

   En transporte marítimo, el Puerto de Almería, tan importante en el pasado para dar salida a los productos de la zona (esparto, hierro, plomo y uva, principalmente) y que aun hoy continua teniendo gran actividad en transporte de mercancías (que se incrementará gracias a la entrada en funcionamiento de los servicios regulares de contenedores con los de Algeciras y Valencia), tiene escasa relevancia en el turístico a pesar su gran importancia en el tráfico de pasajeros: alcanzó los 963.907 en 2018, situándose en sexto lugar en España. El problema reside en que el 97% de este tráfico se canaliza a través de sus cuatro líneas regulares con el Norte de África: principalmente con Nador (Marruecos) y Melilla y, a mucha distancia de las anteriores, con las ciudades argelinas de Orán y Ghazaouet; este tráfico es muy estacional: más del 60% se produce en vacaciones y tiene escasa incidencia económica en la ciudad. En cambio el turismo de cruceros, que sí la tiene, es muy reducido: 29.384 pasajeros en 2018 (el 0,3% del total nacional) porque el Puerto de Almería es de tránsito, no de inicio o fin de línea. No obstante, el futuro puede ser muy prometedor si se materializa el proyecto de conectar la futura estación del AVE con el Puerto.

   Por lo que respecta a la infraestructura turística, su desarrollo se produce a partir de la década de los ochenta y sobre todo de los noventa; no obstante este retraso inicial respecto de otras provincias andaluzas, se ha logrado superar los déficits existentes hasta situarse en un nivel bastante competitivo en precios y calidad a escala nacional en todo tipo de establecimientos. Y lo que es más importante: gracias en buena parte a la legislación restrictiva en construcción y en otros usos del suelo que protege el Parque Natural de Gata-Níjar, aquella, salvo excepciones, se ha respetando. Precisamente por ello Almería puede aspirar a tener un turismo de un poder adquisitivo relativamente elevado.

   A pesar de ser uno de los motores de su economía, Almería no es todavía una potencia turística, ni siquiera a escala regional: el aporte del subsector al PIB provincial se estima en torno al 12% y, en términos de empleo, se sitúa alrededor del 8% del total provincial. Según los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, Almería recibió 2.563,8 mil de turistas en 2018, lo que equivalía al 8,4% del de Andalucía, situándose en quinto lugar entre sus provincias. Era superada en 3,6 veces por Málaga, que en dicho año recibía 9.637 mil turistas; por Cádiz y Granada, que prácticamente la doblaban; y también por Sevilla, que recibió un 36,7% más turistas que Almería.

 Las principales zonas turísticas almerienses (la propia capital, Aguadulce, Almerimar, Garrucha, Mojacar, Níjar, Roquetas de Mar y Vera) se sitúan en los municipios más pujantes económicamente, al coincidir con los de agricultura intensiva y mayor desarrollo de los servicios; en los casos de Garrucha y Mojácar, el turismo se ha convertido casi en un monocultivo, una dependencia a todas luces excesiva.  

   Además del turismo en sentido estricto, esto es, el que se realiza básicamente por razones de ocio, también existe el mal llamado turismo residencial, expresión contradictoria en sus propios términos, ya que el turismo es, por su esencia, temporal –no residencial- y que no debe superar el año. En mi opinión la expresión “turismo residencial” debiera sustituirse por “inmigración rentista”, porque en realidad se trata de un tipo de inmigración que, en general, no obedece a razones productivas –la inmensa mayoría son jubilados- sino consuntivas: personas que cambian de residencia por motivos diversos: condiciones climáticas, de coste de la vida, atención sanitaria, etc.

  Este tipo de inmigración rentista es relativamente reciente e importante en todos los municipios de la costa almeriense y en algunos otros del interior. Lo es, sobre todo, en la Cuenca Media del Almanzora; su centro está en Albox, de donde ha irradiado a los municipios limítrofes, principalmente a Albanchez, Arboleas, Cantoria, Oria, Partaloa y Zurgena.

   Dichos inmigrantes, que en su práctica totalidad son británicos, comenzaron a llegar a mediados de los noventa del siglo pasados, gracias a los buenos oficios de un británico -Gordon Condrey- que se estableció en Albox a principios de los inicios de los noventa, como profesor de inglés. Este controvertido personaje comenzó a comprar cortijos en la zona que los vendía o alquilaba a británicos. Cuando dichos cortijos se acabaron, el citado Gordon y otros muchos promotores inmobiliarios locales, iniciaron la construcción descontrolada de viviendas –la mayoría ilegales- que, en coincidencia con la burbuja inmobiliaria que se desató en España debido al bajo tipo de interés de las hipotecas, produjo el mayor movimiento especulativo que ha conocido la zona en su historia.

 La ambición desmedida, el apalancamiento financiero y la crisis económica acabaron arruinando a la inmensa mayoría de los promotores inmobiliarios. Sin embargo, el grupo de municipios citados, hasta entonces económicamente depauperados, han logrado incrementar su población y estabilizar su economía. En dos de ellos de ellos (Arboleas y Partaloa), los inmigrantes superan a la población nativa: en Arboleas, de sus 4.586 habitantes (2018), 3.054 eran extranjeros (el 83,1%); y en Partaloa, lo eran 710 (el 84,51%) de sus 1.055 residentes.

   En 2018, la población total de estos siete municipios, fue de 24.233 habitantes, de los cuales 9.400 (26,12%) eran inmigrantes y, de ellos, 6.330 de origen británico. Estos últimos son los rentistas (con independencia de que algunos de ellos sean activos laborales), ya que gastan en la zona las rentas generadas en su país de origen (el Reino Unido), bien sean pensiones u otro tipo de rentas. Los restantes inmigrantes (que superan los 3.000 y que proceden de diversos países) lo han hecho por razones económicas: es decir, son activos en el mercado de trabajo, con independencia de que, entre ellos, haya algunos rentistas.

  La inmigración rentista aporta a este área, según mis estimaciones, entre 75 y 100 millones de euros anuales; y es bastante estable en el tiempo ya que, en su gran mayoría, han adquirido vivienda en el área. El Brexit, con toda seguridad, pondrá en peligro el flujo futuro de inmigrantes británicos, razón por la cual las agencias inmobiliarias están tratando de ir sustituyéndolos por los de otros países, entre ellos belgas, neerlandeses, alemanes, etc., que ya comienzan a tener cierta presencia en la zona.

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