Para los partidos políticos los derechos de las mujeres han sido siempre, en el mejor de los casos, un tema "indiferente". La historia nos muestra que ante las demandas de igual trato y derechos, los partidos en principio sostuvieron una actitud en franca oposición. Sin más baste recordar que los logros sociales de equidad para las mujeres como, por ejemplo, el derecho al voto, a la educación o al divorcio, se debieron siempre al empeño y lucha de las reivindicaciones formuladas por las feministas y sin más compañía que ellas mismas.
Quizá esta “indiferencia” sea la que explique el rechazo de la mayoría de mujeres feministas a engrosar las filas de las agrupaciones políticas incluso las situadas a la izquierda ideológicamente -la derecha, como es sabido, por principio, niega el conflicto en la estructura social-. Si bien es cierto que ha habido y hay algunas feministas que sí se han atrevido a aceptar el reto partidista integrándose. Mayormente lo que les suele suceder es que se encuentran con el “reconocimiento” de un mejor o peor arrinconamiento personal y de sus ideas. A pesar de que en algunos casos se trata de feministas de larga e impecable trayectoria política dentro del movimiento de los derechos de las mujeres.
Hasta aquí muchos lectores y lectoras pensaran que todo esto es una visión feminista interesada y por tanto exagerada de la realidad y que no hay porqué quejarse tanto, pues también se pueden observar los avances que se han hecho en los últimos tiempos en la mayoría de los partidos políticos (incluso los de derechas). Éstos se han vuelto más sensibles a la igualdad entre mujeres y hombres y así muchos de ellos han incluido mujeres como cabeza de sus listas electorales (Ada Colau, Manuela Carmena, Inés Arrimadas, etc.). Asimismo se puede alegar que en el campo de la violencia de género se ha logrado un alto reconocimiento institucional del problema.
Ciertamente la sociedad española tiene una ley (Ley Orgánica 1/2004) que en su día supuso un gran avance social y con el que se ganaron el respeto y los elogios del resto de países europeos. Efectivamente se han abierto juzgados especializados, se ha concienciado y especializado a policías, jueces y cuerpo sanitario; tenemos casas refugios, teléfono de atención a las víctimas, etc.
Sin embargo, las noticias nos recuerdan muy a menudo que los asesinatos siguen perpetrándose e incluso llegan a crecer de manera intolerable cada año (57 asesinadas en 2015). Lo más dramático de todo ello es que parece ser que por parte de la clase política no hay visos de poner solución a estos crímenes y demás violencias contra las mujeres. Para los políticos la considerada violencia de género es tomada como un mal bíblico en tanto no parece que busquen solución. No, no exagero. Esta desgraciada afirmación la sostengo, y me atrevo a pronosticar que casi todo el mundo la intuye, ante la inoperatividad política mostrada hasta el momento.
Las evidencias de este desinterés político son contundentes, las tenemos delante y a la vista. Basta con aproximarse a los programas electorales de 2015 y sus propuestas en materia de violencia de género. Da la impresión de que se hubiera producido un consenso entre los cuatro partidos con posibilidades de gobernar -supongamos que tanto solos como en distintas coaliciones-. El común denominador del supuesto pacto no es otro que abordar el fenómeno de la violencia de género sólo en el nivel de las consecuencias, esto es, la atención a las víctimas. Sí, no es ningún error, les animo a que lo contrasten.
Por supuesto, que desde estas líneas no se propone quitar ni un solo céntimo a los cuidados y atención a las víctimas, pero ¿nuestra sociedad se puede permitir que sólo hasta ahí vayan sus esfuerzos para salvar las vidas de tantas mujeres? Sí bien es cierto que alguna propuesta va un poco más allá y pide que se restablezca en el sistema educativo la desaparecida asignatura de Educación para la Ciudadanía o una medida similar ¿un problema de esta dimensión se soluciona sólo con una asignatura o seminario?
Tampoco puedo dejar de mencionar, por el contrario, que en algún caso también se proponen empeorar lo hasta hoy dispuesto en la ley mencionada. Así Ciudadanos llega a cuestionar el propio fenómeno de la violencia contra las mujeres, sustituyéndolo por todas las violencias que se producen en el ámbito doméstico, lo que creo, por otro lado, que le valió a esta formación política su público desenmascaramiento ideológico.
Ante este llamémoslo “pacto” habria que preguntarse cómo hubiera reaccionado la opinión pública española, o imaginemos a los propios medios de comunicación, si ante el problema de la violencia de ETA, por ejemplo, las propuestas políticas hubieran tenido el mismo alcance: la atención a las víctimas más la propuesta de incluir una asignatura educativa en el currículo escolar o seminario en el caso de extra-escolares. De risa si no fuera porque estamos ante una tragedia humana.
¿Somos exageradas las feministas?
faarranz@ucm.es