jueves,18 agosto 2022
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Mejoras de productividad: vigilar causas y consecuencias

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En las recetas económicas, como en los medicamentos, hay que valorar efectos positivos y negativos. Baja inflación, devaluación monetaria, austeridad presupuestaria o productividad al alza producen impactos económicos y sociales múltiples con variantes según circunstancias y horizonte de referencia. En el campo de la productividad las interpretaciones son, en muchos casos, tan dispares como para conducir a posiciones radicales.

En los extremos, un economicismo miope que sólo valora producir más con menos, frente a un mensaje triunfalista interesado o populista radical de preservar puestos de trabajo y salarios al alza, sin una base económica que lo haga posible.

Para aclarar el campo de debate, lo primero es concretar de qué "productividad" estamos hablando. Lo más habitual es referirnos a la producción o valor añadido por persona empleada y su evolución temporal en volumen (descontado el efecto precios). Interpretar sus mejoras no es tan fácil como puede parecer a primera vista, al menos por tres razones principales:

  1. Los empleos corresponden a trabajadores con diferente y variable cualificación  y dedicación. Cambios en formación, temporalidad u horas trabajadas alteran la productividad del trabajo.
  2. La producción o VAB por trabajador es muy diferente entre sectores productivos. Empresas con elevada intensidad en bienes de equipo y personal altamente cualificado, presentan niveles más altos de productividad del trabajo. Un cambio de estructura productiva de un país (p.ej. fuerte caída de la construcción) afecta a las mejoras de productividad del sistema en su conjunto.
  3. Por convenio estadístico internacional, la producción en el sector público se mide por el coste de los bienes y servicios que proporciona. La mayoría son servicios cuyo coste está estrechamente ligado al nivel de salarios de los empleados públicos y su productividad,por la forma de ser medida, tiende a cambiar poco en el tiempo.

En cualquier caso, las mejoras de productividad facilitan salarios y excedentes de explotación  más elevados, así como precios más reducidos. La adecuada distribución de estas mejoras no está garantizada y depende, entre otros factores, de la competencia internacional e interna o de la negociación salarial.

Sin mejoras de productividad del trabajo (si se miden adecuadamente) una economía tiende a estancarse. El país pierde competitividad respecto a otras naciones más dinámicas, exporta cada vez menos e importa más y termina limitando consumo, inversión, salarios y empleo. No hay estímulo para la innovación y una mayor eficiencia en el uso de recursos. Es un suicidio económico a medio y largo plazo.

Aparte de posibles injusticias en el aprovechamiento de las ganancias de productividad, puede objetarse que van en contra de la creación de empleo, algo absolutamente prioritario en la situación actual de nuestro país. Si en 2015 hemos crecido en PIB y empleo a un ritmo prácticamente igual (3,1-3,2% en PIB y del orden del 3% en empleo EPA), una productividad prácticamente estancada nos ha regalado el crecer a buen ritmo creando mucho empleo y romper así con reglas de pasado que partían de que sólo se podía crear empleo a partir de ritmos de crecimiento del PIB del orden del 2%.

Pero pensar que es posible un crecimiento sostenido con una productividad estancada es una utopía y no una conquista de un nuevo orden tras reformas estructurales en el mercado de trabajo. Por ejemplo en horas trabajadas, la productividad en 2015 habrá superado el 1/2 punto de porcentaje. En todo caso,  crecer y crear empleo sin mejorar productividad sólo posible si se dan, coyunturalmente, circunstancias muy singulares. Así, tras un periodo de crisis tan intenso como para destruir empleo a ritmos que suponen unos extraños incrementos de productividad del 2% o superiores en promedio 2008-2013, es posible una cierta recuperación de puestos de trabajo reducidos en exceso por los temores del momento. También influye una paralización relativa de la inversión, durante años, y una mayor dinámica en sectores productivos de bajo nivel comparativo de productividad, como el turismo u otros servicios.

Las mejoras de productividad son el reflejo de la innovación, la mayor eficiencia en el uso de recursos, los esfuerzos en inversión en capital humano, físico o intangible. Sin ellos puede haber un presente coyuntural, pero estaremos hipotecando un futuro más o menos inmediato. Cuidar las ganancias de productividad no es una elección de ideología política, sino un mandato de correcta gestión económica. Cómo conseguirlo y cómo garantizar un justo reparto de sus beneficios para el conjunto de la sociedad, sí es objeto obligado del debate político.

Antonio Pulido twitter.com/PsrA 

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