Son muy pocos los políticos que denuncian la direccionalidad del sistema social e intentan legislar de manera que se cumpla el principio que afirma que “las partes influyen en el todo, como el todo influye en las partes”, y su acción política se reduce a grandes definiciones y promesas, de momento, de pequeños hechos, orientados a aparentar que legislan para los más necesitados, cuando en realidad sirven a los más poderosos. Como decía Mateo en el Nuevo Testamento: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. De tal manera que no podrán corregir los abusos de los poderosos y a menguar su poder sobre las acciones legislativas y gobernativas, para ir socavando poco a poco su poder.
Me temo que no se podrá avanzar hacia una sociedad de derecho mientras la confrontación directa contra el elemento más poderoso del sistema social no cambie. Mientras los ciudadanos no tengan una conciencia ético-social basada en el conocimiento y la formación nada cambiará.
Ante esta realidad social deberían tener en cuenta que los cambios radicales pueden ser traumático. Deben considerar las consecuencias que se producen en un proceso revolucionario. Recuerden lo que decía Ortega en sus Discursos Políticos: “El verdadero revolucionario lo que tiene que hacer es dejar de pronunciar vocablos retóricos y ponerse a estudiar economía”, a lo que añadimos nosotros: enseñarla explicándola. Y por desgracia, nos movemos en una sociedad estructurada en una economía de pensamiento único y globalizada ¿Piensan, acaso, que la Unión Europea permitiría una economía planificada y estatificada, no controlada por el dinero?