jueves,18 agosto 2022
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Ministros y economistas aman la precariedad laboral

Alejandro Inurrieta en Vozpopuli.com
Como cada verano desde hace treinta años, el Ministro/a del (des)empleo sale en verano, anticipando las cifras, siempre gracias a la transparencia y a la connivencia del comisario que rige el INE, para hacer apología de las bondades del empleo temporal y basura. Esta búsqueda permanente del camarero/a o empleado de chiringuito playero para ilustrar la recuperación vigorosa de la economía española, y para colgarse la medalla de los 400-500€/mes por 12 horas de trabajo en algunos casos.

La Ministra Bañez sale en verano a presumir de la precariedad laboral

Que lo hagan los que han ocupado las carteras de (des)empleo en los últimos años no me sorprende, pues la mayoría son personas ajenas al mundo laboral, muy grises intelectualmente hablando y por supuesto responden al patrón de Ministro/a palmero que tanto abundan en este país.

Una vez terminado el verano, y ya con una gran parte del empleo creado despedido y volviendo al desempleo, esos Ministros/as hibernan hasta la primavera siguiente, cuando el ciclo de contrataciones basura vuelve a las pantallas de televisión, engordando la ilusión monetaria de millones de personas que malviven en esta situación.

Pero lo que más sorprende es que a esta pléyade de políticos poco profesionales y muy mal preparados, se les una un coro de economistas de cabecera, y periodistas que creen saber de economía por leer panfletos de divulgación, anunciando el paraíso para la economía española y el fin de las penurias a todas esas familias que malviven y que son insultadas intelectualmente cuando se les dice que ya tienen trabajo.

Por ello, si uno analiza con frialdad los números, aunque algunas cifras llamen mucho la atención y puedan esconder una sobreestimación, nos encontramos una vez más con una economía que crece gracias a los sectores de siempre, turismo y hostelería, y algo construcción, con perfiles de bajo valor añadido, pero con algunos rasgos que nos hacen ser más pobres que hace treinta años.

Las cifras de empleo no cambian el paradigma de crecimiento de los últimos treinta años

La primera característica que subyace a este supuesto milagro es que la productividad apenas crece, ya que el empleo y la economía más o menos se incrementan al mismo ritmo. Esta es la seña de identidad del milagro español. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria, alentada y jaleada por los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE, se produjo una fortísima destrucción de empleo, primero temporal (en la primera recesión del 2008 a finales del 2009), periodo en el que apenas tuvo variación el empleo indefinido, como relata Conde Ruiz en el último post de Nada es Gratis. En la segunda recesión, desde finales de 2010 al 2013, es cuando ya el empleo estable completa la radiografía del desastre que combina las facilidades del despido que implementa la reforma laboral del 2012, con una fuerte caída de la demanda efectiva.

Pero una vez más, cuando se inicia la recuperación sin cambiar el patrón de crecimiento, la precariedad vuelve a ser la tónica del mercado laboral. Así la tasa de temporalidad con Rajoy ha aumentado más del 1,5%, hasta situarse por encima del 25%. La duración media de los contratos que se firman es de 54 días, frente a los 78 días en 2008. Ahora es necesario hacer muchos más contratos que los que se hacían antes.

La temporalidad alcanza de nuevo el 25% de la fuera ocupada

El 84% del empleo creado en la última EPA es temporal y responde a las necesidades del sector servicios, lo que sin duda refleja que nada ha cambiado desde hace 25 años, como bien refleja Conde Ruiz en el blog citado. Así mismo, la tasa de contratos a tiempo parcial, una panacea para muchos economistas de oferta, citando el caso de Holanda, ha aumentado en más de 3 puntos porcentuales durante la última legislatura. Pero lo que se esconde detrás de estas cifras es que el 63% de estos trabajadores desearían trabajar a tiempo completo, lo que está enmascarando una clara insuficiencia de demanda efectiva, más que un problema contractual o institucional. Las horas trabajadas están muy por debajo de las que regían hace 10 años.

Pero más grave aún es que los salarios de los nuevos contratos están por debajo de los que regían hace muchos años, en concreto el 50% de los contratos que se han firmado entre 2007 y 2013 están por debajo de 978€, algo que no ocurría desde hace más de una década. Por supuesto, todos estos contratos tienen peores condiciones laborales que las que se tenían con anterioridad a 2010, cuando comenzó la ofensiva de la economía de oferta a triunfar con las teorías de la rigidez y las bondades de la desregulación del mercado laboral.

A la precariedad laboral se une la devaluación salarial

Esta desregulación ha logrado reducir el salario y las condiciones laborales y crear un ejército de reserva de trabajadores pobres en situaciones límite, dispuestos a trabajar más de 4 millones de horas extras de forma gratuita, bajo la amenaza del despido que ahora es muy barato en términos relativos. Contratos temporales, a jornada parcial, con salarios reducidos, con alta inseguridad laboral, con niveles de explotación destacables, y en actividades de bajo valor añadido, que explican que el porcentaje de trabajadores pobres no deje de aumentar y haya alcanzado la cota del 12,3% (más de dos millones de personas). Y todo ello, también, con otro éxito de las teorías de oferta: se ha reducido drásticamente la prestación por desempleo en cuantía y tiempo. Apenas el 55% de los parados reciben prestaciones por desempleo. Teniendo en cuenta que hay más 770.000 hogares sin recibir ningún ingreso y más de 1,6 millones de hogares con todos sus miembros en paro, la situación social es cuanto menos muy complicada.

Pero lo más triste es pensar que no hay solución a la vista. Esta coyuntura actual se sabe que responde a factores exógenos. Situación del Norte de África, bajos tipos de interés, actuación del BCE, depreciación del euro y descenso del precio del crudo. Por tanto, nada que se deba a nuestra acción política o económica. En los últimos 4 años, entre los sectores económicos donde más empleo se ha creado destacan: hostelería, restauración, actividades inmobiliarias, actividades auxiliares a los servicios financieros y a los seguros, actividades de agencias de viajes, y actividades deportivas, recreativas y de entretenimiento. Por el contrario, las ramas que más han destruido empleo están: fabricación de productos informáticos, electrónicos y ópticos, fabricación de material y equipo eléctrico, fabricación de otros productos minerales no metálicos, fabricación de productos metálicos, industria textil y metalurgia, fabricación de productos de hierro, acero y ferroaleaciones. Esta tendencia ya se inició en los 90, tras la entrada de España en la UE que supuso el cierre forzoso de buena parte de la industria, en algunos casos necesario, pero que nunca se utilizó para reindustrializar el país.

El empleo creado es de bajo valor añadido en los sectores tradicionales: servicios

Con este panorama y con los niveles de paro de larga duración, falta de cualificación, demografía y exilio de capital humano, ¿cómo es posible que se siga hablando de milagro y se lancen políticos y economistas del pesebre a esta orgía veraniega porque se vende mucha sangría y boquerones en la costa?

Falta mucha autocrítica en la profesión política y económica y sobran voceros que airean la propaganda de una realidad falseada y cínica. La realidad empresarial y laboral en España es desoladora. Por un lado, multinacionales y grandes empresas que se prestan a corromper a políticos, como se está viendo en la Operación Púnica. Por otro, la única solución que se está vendiendo es la del emprendimiento a miles de parados de larga duración –y muchos jóvenes–, que carecen de cualquier experiencia o ahorro diferido para poder comenzar dicha andadura. La financiación sigue siendo selectiva y cara y abundan los chiringuitos de préstamos rápidos que sin control están arruinando a muchos ingenuos y desesperados que no logran salir de la pobreza a pesar de tener un empleo en el bar o en el tajo.

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