jueves,18 agosto 2022
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Nuevos riesgos sistémicos y desprotección financiera del consumidor

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La actual laxitud monetaria de los bancos centrales (con tipos de interés cercanos al 0%), justificada para evitar una nueva recesión económica, está provocando a su vez una asunción excesiva de riesgos por parte de muchas entidades financieras no bancarias, especialmente los grandes fondos de inversión. Estos, ante unos tipos de interés muy bajos, buscan mayor rentabilidad invirtiendo sus carteras en activos de mayor riesgo y apalancando en mayor medida sus balances, con menor transparencia.

En efecto, en muchas ocasiones, se emplean cauces que no aparecen en sus estados contables convencionales, por lo que son operaciones invisibles, plenamente opacas de cara a una eventual supervisión de las autoridades nacionales o europeas, según proceda, cuya responsabilidad va más allá de la salud de las entidades afectadas: incumbe a sus usuarios y en algunos casos a todos los contribuyentes, como ha puesto de relieve la última crisis. Por desgracia, esto fue omitido en la conferencia mantenida el pasado miércoles en Madrid por el jefe o regulador de la banca europea con representantes del sector financiero español, Andrea Enria,  quien sí alertó sobre los efectos de la mala reputación del sector.

La única forma de enfrentar en Europa esta creciente pérdida de estabilidad financiera consiste en reforzar el papel de la Junta Europea de Riesgo Sistémico (JERS) e introducir fuertes medidas macro-prudenciales, para evitar los ya patentes riesgos del sistema. Estas políticas deberían de ser aplicadas tanto a la banca comercial como a la banca de inversión (que muchas veces conciertan sus actuaciones y se trasvasan clientes entre sí), pues los mayores riesgos están acumulándose en la “banca en la sombra” o shadow banking, haciendo mucho más difícil al BCE y a los bancos centrales de los Estados miembros controlarla, por ser sólo supervisores de los denominados bancos sistémicos pero no intervenir sobre los fondos que conforman el shadow banking (que quedan al margen de la regulación financiera a pesar de conceder créditos).

Este nuevo fenómeno de financiación no bancaria, consecuencia tanto de la sequía de crédito o credit crunch (sobre todo la que afecta a familias y pymes), como del propio desarrollo de las tecnologías financieras digitales, se traduce en numerosos productos financieros de nuevo cuño (crowdfunding, capital riesgo, business angels, etc.) que, si bien pueden ser un elemento de inclusión y empoderamiento de los sectores más vulnerables, también pueden suponer indudables riesgos añadidos, en ausencia de una legislación adecuada.

Y, en mi opinión, lo más sangrante: la salvaje restricción de crédito a las familias ha animado la masiva proliferación de los denominados préstamos instantáneos, ofertados por parte de agentes financieros no supervisados por las autoridades financieras y que a menudo eluden la Directiva 2008/48/CE. Los intereses ligados a este crédito son desorbitados (pueden alcanzar un 1.000 %) y están inundados de numerosas cláusulas abusivas y opacas en los contratos (comisiones, seguros, etc.), por lo que urge la lupa de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, en sus iniciales en inglés) y de los bancos centrales para poner orden y combatir la creciente desprotección del consumidor de productos financieros.

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