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Humor y Comunicación Política

Oratoria: Por fin, un Papa se la toma en serio

Humor y Comunicación Política
En Diciembre de 2012, escribí en La Voz Libre, una columna titulada "Estado de emergencia de la oratoria eclesiástica". Ahora, me he llevado una gran sorpresa cuando he visto que el Papa Francisco dedica un espacio considerable a la Homilía en su última Exhortación Evangelii Gaudium (Apartados II y III del Capítulo Tercero). No dejo de frotarme los ojos, porque me parece insólito lo que debería ser normal.

 Y es que hace falta una reforma a fondo de la predicación. La Iglesia acometió la reforma litúrgica, sí, pero ¿qué ha logrado después de cincuenta años del Concilio Vaticano II? Que los curas puedan tomar conciencia de una gran responsabilidad que muchos de ellos no están cumpliendo: Predicar bien.

Voy a reproducir parte de lo que escribí en la columna citada, para mostrar la necesidad de esta reforma eclesiástica.

El desastre de las predicaciones en televisión

Una Catedrática de Instituto, muy culta y con varias facetas muy positivas, me comentó hace tiempo y me sigue informando que, mientras estaba preparando la comida para quince familiares que solían venir a su casa los domingos, había adquirido una costumbre: Ver El día del Señor, en La 2, de Televisión Española.

Inmediatamente se dio cuenta de que ese programa cuenta con una mujer excepcional, María Ángeles Fernández, que sigue llevando el espacio Últimas preguntas. Posiblemente, es la mejor entrevistadora que hay actualmente en España. En la entrevista es cuando un profesional demuestra si  vale de verdad o si es un camelista.

 

Sin embargo, cuando llega el espacio El día del Señor, con la retransmisión de la Misa, a la Catedrática le hace recordar aquel verso de Rubén Darío: «Gris, gris, gris, ya todo lo invade la gama del gris». Y no por los marcos de la Misa, que muchas veces son excepcionales, pues las cámaras saben transmitir el ambiente artístico. Ni tampoco por el esfuerzo tan grande y entusiasta de los coros. No, el clima se torna gris cuando llega la predicación. Muchos de los sermones responden al giro andaluz: «un poquito pésimos». Y no es sólo el contenido, que pretende ser intelectual, y no levanta el vuelo; que quiere ser periodístico, como si los mensajeros de lo religioso estuvieran acomplejados ante el mundo cotidiano; que los predicadores, en la muchos casos, muestran un lenguaje corporal paupérrimo y una voz monótona, pues se dedican a leer unos folios. Y aquí entran también casi todos los obispos.

¡Qué desastre!. Desde luego, estamos viviendo un auténtico Viernes Santo en la oratoria eclesiástica.

La Oratoria pobre viene de lejos

Podemos extender esa situación a la predicación en las parroquias. Predicar mal viene de lejos. Recuerdo cuando Luis María Ansón dedicaba un espacio del ABC a seguir cada domingo el sermón en una iglesia distinta. ¡Cuántos cates recibían los curas!

Según esta profesora a la que le gusta observar la calidad de la oratoria, sólo hay un obispo que haya predicado de una manera excelente. Y así se lo hizo ver en una ocasión en que casualmente coincidió con él. No voy a decir su nombre, pero lo importante es que él estaba de acuerdo con lo que le comentó la profesora. No sobre el elogio a su manera de predicar sino al panorama de la predicación en España.

Evito entrar en las razones de este panorama tan desolador. Sin embargo, es muy fácil imaginar qué ocurriría si los sacerdotes y obispos predicasen bien. Dada la crisis de la oratoria en la política y en otros sectores de la vida, los eclesiásticos, que tienen más tiempo para pensar, podrían dar ejemplo. Porque los curas y frailes hablan más que la mayoría de los políticos. Cada semana. Y si además, les ofrecen la televisión para transmitir su mensaje, ¿cómo es que desaprovechan tanto esa gran ocasión? Si los eclesiásticos predicasen mejor; si además hubiera música sacra en las iglesias, éstas se llenarían, incluso de no creyentes. Porque en el mundo actual a todos nos gusta escuchar a quienes hablan bien. Si además, nos encontramos con arte, ¿por qué las iglesias no van a estar cada vez más llenas?

La poca atención que los Obispos otorgan a la Oratoria

¿Son conscientes los obispos de la responsabilidad que tienen, es decir, que necesitan trabajar mucho para mejorar la predicación de los sacerdotes? Ya, ya sabemos sus mensajes más continuos: Están a favor de la vida y quieren ayudar en la batalla contra la pobreza. Si quieren comunicar mejor, les vendría mejor concretar esa «vida» en abstracto en niños y niñas. Porque la natalidad no es sólo un asunto religioso sino político. Y de primera magnitud. Todos los pueblos necesitan reproducirse o desaparecen. Y, por otra parte, la religión no puede dar la impresión de reducirse a beneficiencia. Dicho de otro modo: los sacerdotes han de estudiar mucha más Filosofía y Teología, no sólo periodismo. E inevitablemente, si saben más, tendrán mucho más fácil comunicar mejor. No sé si se lo plantearán alguna vez en serio. Desde luego, aquel espacio del ABC no les debió de servir de mucho. Entre otras cosas, porque ellos mismos, los obispos, son ejemplos vivos de cómo no hay que predicar.

En estos momentos, las televisiones tienen como norma los «soundbites» o «bocados de sonido», para las declaraciones de los políticos. Su duración: 9 segundos. El político que no sepa expresar su mensaje en nueve segundos, desaparecerá de los telediarios. Quien sí sepa resumir su pensamiento en esos 9 segundos, perdurará.

¿Cuánto ha de durar un sermón? Francisco Frías, un sacerdote amigo, que falleció el año pasado, ha sido el orador a quien mejor he visto predicar. No pasaba de los ocho minutos. Me decía que había aprendido ese modelo de otro sacerdote: «Si en ocho minutos no has logrado mover el corazón de quienes te escuchan, a partir de entonces empezarán a moverse en sus asientos».

La Oratoria eclesiástica, un gran mercado en el futuro

Puede parecer excesivo lo que aquí enuncio, pero es cierto. Si el Papa Francisco consigue que los sacerdotes y los seglares le hagan caso, va a abrirse una etapa muy interesante en la que van a aprender a predicar. Así, como suena. No sólo los sacerdotes. También, los seglares. Y no estoy pensando en esos telepredicadores norteamericanos, que dominan todos los recursos de la oratoria, pero luego muchos de ellos han llevado una doble vida, como nos han mostrado algunos documentales y películas. Pienso en tantas y tantas parroquias que podrían convertirse en focos de energía positiva si sus curas supieran predicar.

Los profesionales honrados de la comunicación pueden ir pensando en que está ahí, delante de ellos, un nuevo mercado para quienes sepan cómo enseñar las habilidades para comunicar a públicos muy diversos y para saber debatir con interlocutores hostiles. Será una forma extraordinaria de que muchos eclesiásticos se sacudan su complejo de inferioridad ante los medios de comunicación.

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