jueves,18 agosto 2022
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Humor y Comunicación Política

¿Por qué hay facultades, e incluso universidades, que se pueden hundir en el desprestigio?

Humor y Comunicación Política
Hay algo que tengo muy claro: Directores de Departamento y Catedráticos, en los que predomina más el ansia de poder que el propósito de elegir a los mejores, se encuentran protegidos por unas «divinas palabras», como diría el genial Don Ramón María del Valle Inclán. Dentro de un momento, me referiré a ellas.

 ¿Dónde estaba antes la gangrena universitaria?

Nada hay nuevo bajo el sol. En tiempos del Franquismo y de UCD- y seguramente, de mucho antes, pero no tengo tiempo para comprobarlo-, los Catedráticos no mandaban mucho; mandaban demasiado. Lograron crear un invento que les dio muy buen resultado. Les voy a explicar muy brevemente el montaje y lo van a entender. Supongamos que había dos plazas, de Profesor Adjunto: una para Madrid, el destino más deseado, y otra, para cualquier otra ciudad. Un candidato obtenía el nº 1, y con muchos más méritos que el otro candidato o los otros candidatos. Pues eso significaba muy poco. Luego, los candidatos pasaban por una Comisión y, según le conviniese al catedrático, se llevaba la plaza de Madrid el que menos méritos tenía. El otro viajaba a la otra ciudad, tomaba posesión y renunciaba, porque no podía cargar con los gastos que le originaba el traslado al que le había condenado- sí, condenado, esa dichosa Comisión.

Muchas de las luchas departamentales que hubo en la Transición, y ya bien entrada la Democracia, tuvieron su origen en las arbitrariedades de algunos Catedráticos. ¿De qué les sirvieron esos caprichos? A algunos, los disgustos les abreviaron la vida.

Pues bien, uno de los mayores avances que dieron los socialistas en la organización universitaria fue cargarse ese infumable filtro. Luego cometieron errores de bulto, pero se negaron a consagrar el poder de las taifas universitarias en ese aspecto.

Divinas palabras: «Adecuación al perfil de la plaza»

En España, no hay que dar nunca algo por supuesto. Por ejemplo, que los Catedráticos de Universidad, Directores de Departamento, Decanos, organizadores de nuevas Facultades, etc., renunciaran al poder de taifa. Eso, nunca. Y, sobre todo a raíz de la creación de la ANECA, las taifas universitarias se encuentren muy gozosas. Están logrando que la Universidad española se vaya a la mierda (con perdón), pero están conservando su poder, que es lo que verdaderamente les interesa. ¿El conocimiento? ¿Trabajar para que las Universidades españolas estén entre las primeras 100 mejores? «Pero ¿de qué me habla usted?», responderán con estas u otras palabras.

Las divinas palabras, ante las que toda desconfianza es poca, son «Adecuación del candidato al perfil de la plaza». Digámoslo claramente: Cuando aparezca ese criterio en cualquier convocatoria, los candidatos no han de albergar la menor de las ilusiones. Dígase lo que se quiera, quien convoca la plaza puede hacer lo que le dé prácticamente la gana. Con estas divinas palabras, habría sido imposible que Don Miguel de Unamuno llegase a ser Catedrático de Griego en Salamanca. ¿A cuántas cátedras se presentó Don Miguel? A varias, y de las más diversas, empezando por vascuence, que le ganó el sacerdote Don Resurrección María de Ázcue.

Sí, «Adecuación del candidato al perfil de la plaza» son las palabras que el Ministerio de Educación ha de cambiar, porque ya he expresado las consecuencias en el título de esta columna. A mí, esa «adecuación» me recuerda a las medidas de las modelos. ¿No tienes el perfil que deseamos? Es decir, ¿no eres anoréxica? Pues ya sabes, no desfilas. Aguantoformo.

Dígase lo que se diga, estas palabras son un coladero para los incapaces. Sobre todo, si no hay prueba oral alguna. El Ministro de Educación más criticado en los últimos cuarenta años, más incluso que el célebre Julio Rodríguez Martínez- que duró seis meses en el tardofranquismo – ha sido José Ignacio Wert. Pues bien, si en su reforma incluye pruebas orales de los profesores en la Universidad, va a contar con el apoyo de quienes desean que España tenga algunas universidades dentro de las 100 primeras.

Ya hemos visto adónde nos ha llevado el conservadurismo sindical en los niveles no universitarios y que yo sintetizo así: «Los licenciados universitarios españoles actuales, que quieran ser profesores de Primaria o Secundaria, tienen la desgracia de haber nacido tarde». Estos archiconservadores sindicatos han luchado tanto por defender los derechos de los veteranos y de los viejos, aunque no hayan aprobado la oposición en diez años, que han obturado las posibilidades de los jóvenes. El joven licenciado que crea en los sindicatos mayoritarios de la enseñanza demuestra más fe que la hemorroísa en el Evangelio.

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