jueves,18 agosto 2022
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Pragmatismo postelectoral

Goliardos s.XXI
En España los ciudadanos aún no nos hemos acostumbrado a los acuerdos electorales, quizás sea debido al pensamiento único de las dictaduras o bipartidismos. Sin embargo en estos momentos parece que las encuestas electorales nos pronostican que el bipartidismo se va acabar. Hecho que los medios de comunicación y sus tertulias empiezan a analizar, destacando los posibles pactos que se podrán realizar.

En la mayoría de todos esos análisis aparecen sugerencias de lo más curiosas. Acuerdos entre el PP y el PSOE, que sugiere que es un acuerdo de lavado de cara de la derecha y un compromiso del PSOE para que todo siga igual. Otra de las soluciones que se plantean es un pacto de la izquierda que llevaría a una campaña de acusaciones  al frente populista. A los populares les sería imposible un acuerdo con los nacionalismos, pues iría contra su política ultra nacionalista. Pero todas las entrevistas descartan un acuerdo entre PSOE y PODEMOS, basándose en el hecho que manifiesta que los socialistas se han radicalizado y que entregarían España a Maduro (que por cierto, no es lo mismo que Chaves).

La pérdida de votos de la derecha, acompañada de un insuficiente incremento electoral de los socialistas, seguramente se deberá a la entrega del Sr. Rajoy a la industria financiera, al abandono de la política del bienestar social, que llevaban muchos años diciendo que era insostenible. A los socialistas les acusan de “entreguismo” a los poderes fácticos y de abandono de las clases sociales a las que deberían representar.

La solución es buscar una política de equilibrios en la aparezcan tres o cuatro partidos. Por un lado con Ciudadanos, partido claramente de centro derecha, por otro con Podemos e IU, e incluso algún partido nacionalista, de tal manera que unos controlen los desmanes ideológicos de los otros. Según Parsson y el estructural-funcionalismo: “las partes influyen en el todo como el todo en las partes”. Pero lo que sí debemos tener en cuenta, es lo que afirmaba un vicepresidente de un gobierno español, en unas declaraciones al periódico El País, que “lo único que no se puede hacer con el poder es no usarlo”

La falta de coraje en los pactos puede conllevar la renuncia a los compromisos electorales y el desencanto de aquellos que votaron esperando soluciones a la tristísima situación en la que se encuentran muchos ciudadanos españoles.

Los partidos que deberían pactar deben tener en cuenta lo que proclamaba el escritor y político francés Régis Debray en su obra titulada ¿Révolutión dans la révolution?: “Luchar por un máximum de eficacia, es luchar  en toda ocasión por la reunión de la teoría y la práctica, y no contra la teoría en nombre de la práctica a cualquier precio”

Recuerdo como si fuera hoy las discusiones que existieron en el PSOE sobre los programas electorales y los debates públicos e internos que se hicieron sobre lo que era posible e imposible. La lucha del programa máximo y los programas mínimos electorales. Ese pragmatismo sin precio, por desgracia,  abrió el camino de desideologización de dicho partido, así como el abandono de un sector de la población por el cual se debería luchar. Creo que en esta época del S. XXI ya existe la suficiente formación ciudadana para poder explicar lo que es posible y lo que no, lo que convierte al ciudadano en un espectador participativo más exigente.

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