jueves,18 agosto 2022
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Sexualidad líquida: Hacía nuevas explicaciones, necesariamente interdisciplinares

German Espinosa Monsu, licenciado en Ciencias Políticas y Económicas, Ciencias Sociales y Ciencias de la Educación, con Premio extraordinario de Carre
Los modelos de sexualidad, pareja y familia, como sus efectos en la identidad humana, han sido muy cambiantes.También los impactos recíprocos con relaciones de producción, consumo y distribución, ahora agitadas por la revolución digital. Con este esbozo de Germán Espinosa Monsú (licenciado en Ciencias Políticas y Económicas, Ciencias Sociales y Ciencias de la Educación, con Premio extraordinario de Carrera), Ibercampus.es intenta abrir un debate de enfoque interdisciplinar sobre sexo y género.

1.- Cuando Simone de Beauvoir (1908-1986) dejó escrito, en su famoso libro “El segundo sexo” (1949), que “La mujer no nace mujer sino que se hace mujer”, no se estaba refiriendo al proceso de su maduración biológica, sino a la situación alienante –por no decir degradante- en la que la colocaba el medio social de su tiempo dominado por el hombre y con quien mantenía una relación irrecíproca –desigual- en derechos y libertades.

Y es aquí cuando se inicia el movimiento feminista de liberación de la mujer: el llamado feminismo de equidad”, pero no de confrontación. Simone de Beauvoir mantuvo una relación estable, armoniosa y pacífica, aunque no matrimonial, y sin hijos, con Jean-Paul Sartre (1905-1980), padre del Existencialismo, y centrada en el cultivo de sus intereses filosóficos comunes. Dentro de su acuerdo no escrito, ambos podían mantener relaciones esporádicas con unos o con otras sin limitaciones convencionales al uso, incluidas las homosexuales.

 

2.- El paleomarxismo del tándem Marx-Engels confió a la “lucha de clases” la misión de derribar, primero, la sociedad capitalista y transformarla, después, en otra –comunista- feliz y sin clases. Pero fue Engels (1820-1895) quien fijó y señaló primero a uno de los principales obstáculos a abatir –la familia burguesa– en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884) por considerar a la familia como la institución social clave de acumulación capitalista; y sin caer en la cuenta –como bien cuestionó más tarde Simone de Beauvoir al respecto- que este proceso era impensable sin contar con el papel subordinado al hombre de la mujer privada de derechos.

Situación que resultaba imprescindible abolir dentro de un proyecto transformador de la sociedad. Este doble proyecto de sociedad comunista fracasó –en parte- porque el Lumpenproletariat (subproletariado) carecía de “conciencia de clase”, por un lado; y, por otro, porque el capitalismo fue adoptando de manera progresiva formas y modos de adaptación hasta convertir a los obreros en pequeños burgueses aficionados –con el tiempo- al consumo masivo y sin límites. La caída del muro de Berlín (1989) puso fin a este primer ensayo de transformación global, dando alas a la atracción del consumo masivo.

 

3.- El revisionismo crítico del marxismo por parte de la Escuela de Frankfurt, a partir de los años treinta, con figuras tan eximias como Horkheimer, Adorno, Marcuse, Erick Fromm y Habermas, entre otros muchos, dio paso al neomarxismo o “marxismo cultural” en el que cobraron valor –para la transformación de la sociedad capitalista- no tanto los elementos materiales asociados a los modos de producción de su primera etapa, sino la transformación de los modos de pensar, organizarse y vivir de la sociedad occidental: en definitiva, su sistema de valores permanentes y comúnmente aceptados y, entre ellos, el papel de la mujer tanto dentro como fuera de la institución familiar.

Esta corriente de pensamiento contracultural eclosionó a partir de la década de los 60 –con la Revolución del 68 francés, promovida, por cierto, por hombres– y continúa en la actualidad su desarrollo a través de la llamada “ideología de género”. Su presupuesto de partida lo constituye la pretensión de liberar –tanto al hombre como a la mujer- de su condicionante y limitación biológicos (el sexo diferenciado), negando las diferencias sustanciales hombre-mujer en pro de una categoría igualitaria y un “género” fluido e intercambiable, a voluntad de los individuos (“los niños pueden tener vulva y las niñas, pene, según se ha publicitado).

 

4.- Como elementos anexos al Programa igualitario inter-sexos se encontrarían: a/ La victimización exagerada de la mujer (de todas las mujeres y en todas partes), la exaltación de su papel decisivo de transformación social ( la revolución social anticapitalista será feminista o no será”) y la permanente actitud de sospecha ante el varón, acusado de ejercer como depredadorheteropatriarcal-capitalista frente a las mujeres en el ámbito familiar; b/ La promoción, a través de Organizaciones, Fundaciones Internacionales y subvenciones públicas de las opciones homosexuales (gays y lesbianas), bisexuales y transexuales en cualquier medio, tiempo y lugar; c/ Intento de imposición unilateral de Programas de adoctrinamiento en Escuelas tratando de incluir la “ideología de género” dentro del Curriculum obligatorio con la pretensiónde sustituir a los padres en la Educación sexual de sus hijos/as; y d/ Intento, por parte de sus promotores, de imponer dicha ideología como pensamiento único y obligatorio rechazando frontalmente a todo planteamiento contrario y tachándolo de homófobo, represor y fascista.

En resumen: se trataría de “reiniciar” el proceso de cambio y transformación de la sociedad capitalista, sustituyendo la “lucha de clases” por la “lucha entre sexos”, y al proletariado industrial por el feminariado urbano como nuevo sujeto protagonista de la Historia; y mientras el primer marxismo materialista, con su proletariado  de vanguardia, intentó acabar con el sistema capitalista atacando al sistema productivo de la oferta de bienes materiales y a sus condiciones alienantes de producción, el neo-marxismo cultural, con su “feminariado” militante, parece pretender hacerlo atacando al sistema reproductivo de demandantes de bienes y a sus condiciones opresivas de perpetuación humana.

 

 Y ello, construyendo una ideología –la ideología de género– a partir de  una concepción antropológica nueva por la que se crean artificialmente  unos individuos indiferenciados, mutantes biológica y sexualmente que puedan reinventarse a sí mismos y redefinir experimentalmente su género sin ningún tipo de limitaciones;  y donde el sexo se desprende y desengancha de su condición biológica y se convierte en un “constructo” social subjetivo, no limitado ni condicionado por la biología y puesto al servicio de una opción individual arbitraria, ocasional y circunstancial, propia de un sujeto supuestamente libre de restricciones de cualquier clase y naturaleza.

Ciertamente, y ya en los inicios de los años cincuenta, la controvertida escala de Kinsey, creada por el biólogo Alfred Kinsey (1894-1956) y plasmada en el Informe que lleva su nombre, estableció hasta siete diferentes grados del comportamiento sexual, cuando tradicionalmente sólo se consideraban tres, colocando la bisexualidad en el medio y –a ambos lados- la heterosexualidad en su versiones masculina y femenina.

Pero Kinsey se olvidaba de otras posibles identidades sexuales, tales como la pansexualidad o la demisexualidad, aún no tan populares; por lo que la idea de “sexualidad líquida” abre el interesante – o, tal vez, insoslayable- debate acerca de si la orientación sexual es genéticamente innata o –más bien y por el contario- el resultado de nuestras cambiantes circunstancias ambientales o –incluso- de nuestra “libre” decisión a poder experimentar y elegir, en cada momento y circunstancia, entre las distintas formas imaginables y posibles de identificación y comportamiento sexual.

(Resumen de NeoStuff)

5.- A este tipo de sociedad postmoderna y fluida –carente de anclajes permanentes y fijos- en la que los individuos no saben definir bien su identidad sexual como condición previa para ejercerla de manera estable sino que la elección del sexo –y su ejercicio- se convierte en algo circunstancial sujeto a las emociones de cada momento, es la denominada por Zygmunt Bauman (1925-2017) “Modernidad líquida” (2000), frente a la modernidad sólida representada por la Ilustración ,cuando la Razón desmontaba las estructuras obsoletas del Antiguo Régimen y se organizaba política, económica y socialmente con arreglo a patrones morales comúnmente aceptados.

Por el contrario, la quiebra del Estado postmoderno -y en el contexto de una Economía globalizada para dar solución estable a los problemas de la gente y –en especial- de los más jóvenes, ha dado paso –como bien dice el recientemente fallecido sociólogo y filósofo polaco-británico Bauman a la disolución de los vínculos sociales estables, a las alianzas tenues y fluidas, a las relaciones promiscuasy entre individuos del mismo sexo, a los intercambios fugaces, a las “relaciones de bolsillo” que se guardan pero sin cultivarlas y a las que se acude “cuando haga falta”, al sexo sin compromiso y cuya práctica es vista como un producto más de consumo rápido y perecedero , donde el campo de los afectos personales se definen en términos de costes y beneficios, donde el amor al prójimo se sustituye por el miedo al extraño y donde el “amor para siempre” ( y en pareja sexualmente diferenciada y con funciones complementarias en común aceptadas) se ha convertido –o se está convirtiendo- en una aspiración imposible y trasnochada.

 

6.– Dentro del pluralismo y complejidad de quienes se sienten feministas, no les falta cierta razón a las promotoras de la ideología de género al intentar acabar con la sociedad capitalista –y a diferencia de como lo intentó el primer marxismo- por la vía de la reducción, limitación e, incluso,  supresión radical de la demanda de ciertos  bienes que el actual sistema económico produce si tenemos en cuenta que la población mundial del siglo primero de nuestra Era tardó en doblarse mil quinientos años mientras lo hizo cada treinta y cinco a partir de la Revolución Industrial de principios del s.XIX; proceso al que aun asistimos y que el demógrafo norteamericano Kingsley Davis (1908-1997) denominó explosión demográfica, y que aún persiste.

De hecho, los 7.700 millones actuales de habitantes del planeta (2019) se convertirán en 10.000 millones en 2050 y en 11.200 en 2100. Imparable e insostenible crecimiento demográfico y para el que no parece haya respuesta adecuada que asegure y garantice la supervivencia de la Humanidad en condiciones de dignidad, equidad e igualdad.  Pero la fórmula para lograrlo, y al margen de que las diversas formas de capitalismo también han cambiado asistiendo –ahora mismo- a lo que los profesores Gustavo Matías y José B. Terceiro han denominado como Digitalismo, no parece deba consistir en intentar suprimir la diferenciación biológica y sexual entre mujeres y hombres al tiempo que se promueve  un feminismo radical de confrontación hombre-mujer que impida y dificulte la reproducción humana sino –por el contrario- a través de la promoción y mantenimiento de unas relaciones recíprocas inter-sexos de igualdad, responsabilidad reproductiva, cooperación y respeto mutuos, por una parte. Y, por otra, mediante un consumo racional y limitado de bienes materiales que asegure tanto la preservación del medio ambiente como a sus condiciones de sostenibilidad y garantizadas mediante la intervención y vigilancia permanente de Organismos Internacionales.

Y ello, sin excluir en modo y manera alguna, la promoción universal de la mujer a todos los niveles (educativo y profesional principalmente) y que la convierta –en igualdad de condiciones que el varón- en actora y protagonista privilegiada del desarrollo económico, social y político de las sociedades avanzadas; aunque confiando dicho proceso de progreso y mejora efectiva  no tanto al intervencionismo unilateral de los poderes públicos sino a los procesos de socialización llevados a cabo en el seno de las familias, la Escuela, la Universidad, la opinión pública y los Medios de Comunicación social, tal y como la experiencia histórica y comparada ha venido demostrando a lo largo de los últimos años.

 

 

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