jueves,18 agosto 2022
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Votos y realidad virtual

Goliardos s.XXI
En todos los procesos electorales, y sobre todo en las políticas, se desenmascaran los instintos más bajos de sus participantes. Domina el ansia de alcanzar el poder político sobre todo lo demás. Podríamos decir que en esta época social se pone en marcha el "vale todo".

La confrontación electoral se hace entre personas, y no entre ideas sociales y económicas. La más ejemplar en la historia de nuestra democracia quizás haya sido la campaña contra Zapatero. Le tildaron de burro, analfabeto e incompetente, de forma inmisericorde, sin valorar su intento de hacer una pequeña reforma en el sistema financiero, su lucha, pocas veces ganada, por conseguir avances sociales, y su preocupación por los más humildes. El resultado final fue el triunfo del Partido Popular por mayoría absoluta.

Ahora vuelven con la misma táctica. Descalificación de los líderes, para así no entrar en el debate de quién causó la crisis económica y porqué. Nos aproximamos a una campaña en la que veremos muchas sentencias de la Vulgata. Al final todo va a quedar reducido a lo que decía San Mateo: “El que no está conmigo está contra mi”.

Nos quieren llevar a una confrontación de líderes para así no debatir sobre ideas e interpretaciones en torno al funcionamiento del sistema social.

El proceso electoral que se produce en esta crisis no es una broma, y por mucho que afirmen, aún no se ha acabado. Sólo es necesario echar una mirada a la prensa para comprobar la situación de tensión bélica, de hambre, de miseria que sufre la mayoría de la población del mundo. Muchas veces nos preguntamos cómo esto es posible, una cuestión cuya respuesta  encontré en un astrofísico norteamericano de mediados del siglo pasado, Carl Sagan, quien en su obra titulada El mundo y sus demonios (Obsesionado con la realidad) afirma que “una de las lecciones más tristes de la historia es ésta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que es un engaño”.

Nos están bombardeando cotidianamente desde el Partido Popular declarando que los adversarios son unos radicales peligrosos que no tienen ni idea, y que la única política posible es la suya, puesto que todos los demás están equivocados. Partiendo de las afirmaciones de Sagan, recogidas en otra de sus obras, Anticiencia, podemos trasladar a la ciencia política la siguiente reflexión: “La ciencia es una empresa colectiva con un mecanismo de corrección de errores que suele funcionar con suavidad”, pues de no ser así caeríamos en un proceso revolucionario y por ende destructor del todo.

Me gustaría encontrarme en una situación tipo Ágora, aunque sé que es imposible, pero actualmente con los medios de comunicación y sobre todo con la estructura de redes sería posible empezar a mantener un diálogo permanente con los ciudadanos y así evitar que la democracia quede reducida y desvirtuada en la única acción de depositar el voto el día de las elecciones. Así nos aproximaríamos al deseo de Schiller manifestado en su obra Demetrius: “Los votos deben pesarse, pero no contarse”. Aunque claro está que dando mayor densidad a lo votos procedentes de los más necesitados. Y esto sólo se podrá evitar cuando las elecciones dejen de ser un proceso de manipulación tendente a secuestrar la verdad sobre los intereses de los distintos segmentos de la población.

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