jueves,18 agosto 2022
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Compromiso social ante la injusticia

El Envés
En una sociedad en la que los medios nos bombardean a diario con guerras, atentados y víctimas de acciones criminales surgen nuevos frutos de una concepción de la vida que supera el enfrentamiento, los egoísmos y la soledad enquistada para producirnos como auténticos ciudadanos del mundo en busca de otro mundo mejor, que es posible porque lo sabemos necesario.

 Porque no vivimos sólo con sentimientos, es preciso actuar. Pues si lo único que nos mueve es la compasión, lo abandonaremos ante cualquier dificultad. La compasión no produce la fuerza suficiente para perseverar.

Hoy se entiende por solidaridad el sentimiento del que se considera unido a la causa de otro. Ser solidario es hacer propias las necesidades ajenas. Uno se siente interpelado y movido a la acción. Es la intuición de que se está cooperando con la justicia más radical.

El auténtico voluntario social, cuando supera la fase de emotividad, sentimiento, compasión y ansia de consolar ante el dolor percibido como injusto, apuesta por el compromiso con propuestas alternativas.

Somos seres naturalmente sociables que podemos mejorar el bienestar de la comunidad y el propio. Por eso, la mutua solidaridad incrementa lo mejor de cada uno para el servicio de la comunidad. La unidad hunde sus raíces en la naturaleza y alcanza su plenitud en el ejercicio de la ciudadanía.

Las religiones monoteístas hablan de fraternidad, para indicar la misma génesis. Se expresan mediante la caridad y la benevolencia, incluso con el desconocido, por el hecho de compartir la condición humana. Desprendida en la época moderna de sus connotaciones religiosas, se afirma su dignidad en la común naturaleza, pues la asociación con los demás es requisito indispensable para desarrollarse como personas.

Al rescatar el término solidaridad con un significado nuevo y profundizar en su dimensión antropológica, la acción solidaria se expresa como una necesidad de restaurar la unidad de derechos originaria. Porque tomamos conciencia de que nadie es más que nadie por naturaleza sino que podemos actuar mejor al ejercer valores y virtudes que entendemos necesarios.

No es de extrañar que el voluntariado, se plantee como plataforma de reivindicación de justicia, pues contribuye a que la solidaridad sea algo real. Contribuye a que los demás no eludan responsabilidades sino que se comprometan en acciones solidarias desde su peculiar circunstancia personal y social. Sin esperar a que se lo imponga o facilite el Estado ni a que se lo reconozca un partido político o se lo premie "a futuros" ninguna confesión religiosa.

La regla de oro para distinguir el auténtico voluntariado social de otras formas de altruismo reside en comprobar que la denuncia y la propuesta alternativa son consecuencia de la pasión por la justicia. La compasión no basta, aunque sea esencial para el compromiso. Una vez más, no se trata sólo de lo que hacemos sino de cómo lo hacemos.

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