viernes,19 agosto 2022
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Obsolescencia programada

Detener la obsolescencia incorporada

Asgeco / prensa@asgeco.org
La obsolescencia programada es una estrategia empresarial reconocida. Supone que los fabricantes diseñan y producen los aparatos de forma deliberada para que se averíen o se pasen de moda rápidamente. El objetivo es obligar a los consumidores a comprar los nuevos productos y servicios que las empresas comercializan para sustituir a los antiguos.
La motivación de esta estrategia es generar un volumen de ventas a largo plazo al reducir el tiempo entre compras repetidas (conocida como acortar el ciclo de sustitución).

El comportamiento de los fabricantes que diseñan los productos para que se averíen o se rompan antes de lo necesario –obligando a los consumidores a comprar otros– podría calificarse de “dictadura industrial”, afirma Jean-Pierre Haber, miembro de la Comisión Consultiva de las Transformaciones Industriales (CCMI), cuyo presidente es Carlos Trias, miembro del CESE y también Director de ASGECO.

La obsolescencia programada provoca daños de carácter económico, sanitario, social y medioambiental, según el primer dictamen sobre el tema del Comité Económico y Social. Esta forma de actuar no es nueva. Se remonta a la década de 1930, cuando se propuso la obsolescencia como una manera de estimular la demanda y acabar con la Gran Depresión. Pero en aquellos tiempos los ciudadanos consideraban que los recursos naturales eran infinitos y prestaban escasa atención al medio ambiente.

“En los últimos diez años se ha convertido en una tendencia creciente en todos los sectores”, afirma Jean-Pierre Haber, coponente del dictamen junto con el miembro del CESE Thierry Libaert. El Sr. Haber tiene conocimiento de productos diseñados de modo que se estropeen dos o tres años después de la compra… justo tras la expiración de la garantía. Sustituirlos implica el uso adicional de energía y recursos y genera más desperdicios y polución perjudicial. Esto ha empujado a los consumidores a emprender acciones de protesta en varios países.

Puestos de trabajo en juego

Hoy en día, la obsolescencia aporta poca o ninguna ventaja en materia de empleos. “La mayoría de estos productos los manufacturan fuera de Europa trabajadores mal pagados”, apunta Jean-Pierre Haber. “Y si tiramos menos, tendríamos que reparar más, lo que crearía miles de puestos de trabajo cerca de nuestra propia casa.”

La obsolescencia no siempre se debe al uso y desgaste. La industria de la moda, por ejemplo, se construye sobre la base de la demanda de los consumidores en estilos nuevos y diferentes, no de la durabilidad de cada prenda de vestir. Pero incluso en este caso la rotación se acelera y los nuevos modelos a menudo se diseñan para hacer que sus predecesores se vean feos o antiguos.

En cuanto a acciones concretas, el CESE planea organizar una gran mesa redonda europea en 2014 en la que participen todos los agentes interesados, incluidos la industria, la distribución, las finanzas, las asociaciones de consumidores y los sindicatos, y que cubra todos los sectores, junto con un foro abierto para que los ciudadanos de la UE puedan expresar sus puntos de vista. Un taller organizado en mayo de 2013 ya contó con la participación de importantes compañías como Samsung, Apple y Electrolux. Mientras tanto, el Comité insta a la Comisión Europea a investigar el impacto social y económico de la obsolescencia programada.

Aprender a reparar

“El CESE aboga por la prohibición total de los productos cuyos defectos se calculan para provocar el fin de la vida útil del aparato”, explica Thierry Libaert. Defiende que las empresas fabriquen los productos de modo que sean más fáciles de reparar, por ejemplo mediante el suministro de componentes para la reparación. Y los consumidores también deberían recibir mejor información sobre la esperanza de vida estimada, a fin de tomar decisiones de compra bien fundamentadas.

Lo ideal sería, como el Comité propone, un sistema de etiquetado que garantice una vida mínima útil, lo que actualmente no es un requisito legal. “Las empresas tienen que hacer un gran trabajo de investigación con el fin de garantizar la vida útil de un producto, y en la actualidad no lo hacen lo suficiente”, observa Jean-Pierre Haber. Además, los fabricantes deberían cubrir el coste del reciclaje si sus productos duran menos de cinco años.

El CESE insta a los Estados miembros a fomentar el consumo responsable y la educación de los jóvenes en la escuela, por ejemplo informando sobre el impacto medioambiental de las compras. La investigación y el desarrollo constituyen una herramienta importante en la reducción de la obsolescencia programada mediante el fomento del diseño ecológico basado en el uso sostenible de recursos, una economía circular de “inicio a reinicio” donde no se desperdicia nada y un enfoque funcional que destaque el uso de un producto en lugar de su propiedad.

Los compradores no solo pagan el precio de los ciclos breves de vida útil, sino que también son engañados para que compren garantías extendidas, incluso cuando los productos están cubiertos por las garantías legales. Thierry Libaert reconoce que, “a menudo, el consumidor parece poco informado en cuanto a sus derechos”. “Una mejor comunicación, en particular mediante páginas web y redes sociales, podría reforzar la concienciación.”

Razones para actuar

“Las razones por las cuales la Unión Europea tiene que abordar esta cuestión son múltiples”, señala el dictamen. Desde el punto de vista medioambiental, el consumo de recursos naturales ha aumentado en un 50 % en los últimos 30 años: consumimos 43 kilos de recursos al día, frente a 10 kilos por cada africano. Desde el punto de vista social, la rápida disponibilidad de bienes de consumo ha alentado la compra a crédito, lo que lleva a un nivel sin precedentes de endeudamiento personal.

Los daños a la salud pública no se producen solo por la eliminación e incineración local de residuos, sino también por la exportación de residuos, a veces ilegalmente, a los países en desarrollo con regulaciones más laxas. Culturalmente, la percepción de la obsolescencia incorporada está erosionando la confianza del consumidor en la industria. Y, por último, la importación de mercancías de corta vida útil está socavando la economía de Europa. “Al abordar esta cuestión, la Unión Europea brinda a estas empresas una ocasión para diferenciarse mediante la práctica efectiva de la sostenibilidad.”

“Nuestro objetivo es ayudar a mejorar la confianza en nuestras empresas europeas”, concluye Thierry Libaert. Pero al mismo tiempo el CESE quiere que la UE se dirija hacia una transición económica “para pasar de una sociedad de despilfarro a una sociedad sostenible y para que el crecimiento se oriente de tal modo que pueda responder a las necesidades de los consumidores desde una perspectiva ciudadana en lugar de considerarse un mero objetivo en sí mismo.”

Puedes descargar el dictamen “Por un consumo más sostenible: la duración de la vida de los productos industriales y la información al consumidor para recuperar la confianza

Fuente: Comité Económico y Social Europeo

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