viernes,19 agosto 2022
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Publicada la tesis que lo confirma por Matthew Baron

El árbol evolutivo de dinosaurios aceptado hace 130 años es erróneo y debe revisarse por completo

Redacción
Se ha publicado la tesis que mantiene que el sistema de clasificación de los dinosaurios universalmente aceptado desde hace 130 años puede estar completamente equivocado y quizás sea necesario cambiar los libros de texto, al tiempo que se impone la idea de que estos animales podrían haberse originado en el hemisferio norte en lugar del sur.

Esta es la propuesta de la obra titulada The Origin and Early Evolution of the Dinosauria (Full-text available),escrita en febrero de 2018 por Matthew Baron, después de que a principios de 2017 un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge y el Museo de Historia Natural de Londres afirmaran que en la revista Nature que los grupos familiares tienen que ser reorganizados y los nombres tradicionales cambiados

La clasificación de los dinosaurios se remonta a la época victoriana. Fueron reconocidos por primera vez como un grupo único de reptiles fósiles en 1842 gracias al trabajo del anatomista Richard Owen, que más tarde fundó el Museo de Historia Natural de Londres. Durante las décadas siguientes, varias especies fueron nombradas al tiempo que se iban encontrando e identificando cada vez más fósiles. Durante la segunda mitad del siglo XIX los científicos se dieron cuenta de que los dinosaurios eran anatómicamente diversos y se hicieron intentos para clasificarlos en grupos que compartían características particulares.

Fue el paleontólogo británico Harry Govier Seeley quien determinó que los dinosaurios se dividían claramente en dos grupos distintos, o clados: los saurisquios y los ornitisquios, según la disposición de sus caderas. Pero cuando se describieron más dinosaurios se hizo evidente que algunos pertenecían a un tercer linaje distinto, los terópodos. En 1887 Seeley colocó a los saurópodos (que incluía a los enormes dinosaurios 'clásicos' como el Diplodocus y el Brontosaurio) junto con los terópodos (entre ellos el T. rex), en el grupo de los saurisquios. Con el tiempo, se mostró que estos y los ornitisquios habían evolucionado a partir de un único ancestro común.

Las aves (con sus caderas obviamente 'de ave') evolucionaron de los dinosaurios terópodos (con sus caderas de lagarto). Sin embargo, el reagrupamiento de los dinosaurios que se propone en este estudio muestra que ambos, ornitisquios y terópodos, tenían el potencial de evolucionar una cadera de ave, lo que ocurre es que lo hicieron en diferentes momentos de su historia.

Los científicos realizaron un cuidadoso análisis de decenas de esqueletos fósiles y de decenas de miles de rasgos anatómicos de dinosaurios. «Cuando comenzamos nuestro análisis, nos preguntamos por qué algunos ornitisquios antiguos parecían anatómicamente similares a los terópodos. Nuestro nuevo estudio sugiere que estos dos grupos eran de hecho parte del mismo clado. Esta conclusión fue toda una sorpresa, ya que iba en contra de todo lo que habíamos aprendido», dice ahora el autor principal de la tesis, Matthew Baron.

Para David Norman, de la Universidad de Cambridge, «las repercusiones de esta investigación son a la vez sorprendentes y profundas. Los dinosaurios de cadera de ave, que a menudo se consideran paradójicamente nombrados porque no parecían tener nada que ver con los orígenes de las aves, están ahora firmemente unidos a los ancestros de las aves actuales».

Los científicos creen que la nueva mirada a la historia evolutiva de estas criaturas es «simplemente la ciencia en acción». «Todos los principales libros de texto que cubren el tema de la evolución de los vertebrados tendrán que ser reescritos si nuestra sugerencia sobrevive el escrutinio académico», apunta Norman.

El equipo llegó a otra conclusión inesperada. Durante muchos años, se pensaba que los dinosaurios se originaron en el hemisferio sur del antiguo continente conocido como Gondwana, debido a que los fósiles de dinosaurios más antiguos se han recuperado en América del Sur. Pero la nueva investigación dice que podrían fácilmente tener su origen en el norte de la masa de tierra conocida como Laurasia, «aunque no hay que olvidar que los continentes estaban mucho más cerca en este momento».

«Este estudio vuelve a dibujar radicalmente el árbol genealógico de los dinosaurios, lo que proporciona un nuevo marco para desentrañar la evolución de sus principales características, su biología y distribución a través del tiempo. Si estamos en lo correcto, explica muchas inconsistencias anteriores en nuestro conocimiento de la anatomía y las relaciones de los dinosaurios», afirma Paul Barrett, del Museo de Historia Natural y coautor del estudio.

Fue el paleontólogo británico Harry Govier Seeley quien determinó que los dinosaurios se dividían claramente en dos grupos distintos, o clados: los saurisquios y los ornitisquios, según la disposición de sus caderas. Pero cuando se describieron más dinosaurios se hizo evidente que algunos pertenecían a un tercer linaje distinto, los terópodos. En 1887 Seeley colocó a los saurópodos (que incluía a los enormes dinosaurios 'clásicos' como el Diplodocus y el Brontosaurio) junto con los terópodos (entre ellos el T. rex), en el grupo de los saurisquios. Con el tiempo, se mostró que estos y los ornitisquios habían evolucionado a partir de un único ancestro común.

Las dos clasificaciones más conocidas y que han generado el cierto consenso llevado a los libros de texto escolares consenso indican que hubo dos tipos de dinosaurios:los ornitisquios, con caderas de ave, y los saurisquios, los de «cadera de lagarto». Luego se introdujo en los más recientes el teropodos,  para admitir tres claves: Ornithischia, Sauropodomorpha y Theropoda. Pero una reciente investigación indica que el número de ocurrencias y los dinosaurios recién identificados todavía aumenta rápidamente a través del tiempo, lo que sugiere que es muy posible que gran parte de lo que sabemos sobre los dinosaurios en el presente cambie en los próximos 20 años. La acaban de publicar Jonathan P. Tennant, Alfio Alessandro Chiarenza, Matthew Baron, que investigan respectivamente desde Imperial College London, University of Cambridge y Natural History Museum, London, 

Hacia 2010, se publicaba que hace sesenta y cinco millones de años se extinguió el último dinosaurio no aviario. Igual que los gigantescos mosasaurios y plesiosaurios en los mares y los pterosaurios en los cielos. El plancton, la base de la cadena alimenticia del océano, se vio muy afectado. Muchas familias de braquiópodos y esponjas de mar desaparecieron. Los restantes ammonites de concha dura se esfumaron. Se redujo la gran diversidad de tiburones. Se marchitó la mayor parte de la vegetación. En resumen, se eliminó más de la mitad de las especies mundiales.

¿Qué causó esta masiva extinción que marca el final del Cretácico y el comienzo del Paleógeno? Los científicos todavía no han encontrado una respuesta. Quien lo consiga deberá explicar por qué murieron estos animales, mientras que la mayoría de los mamíferos, tortugas, cocodrilos, salamandras y ranas sobrevivieron. Las aves se libraron. Al igual que las serpientes, bivalvos y los erizos y estrellas de mar. Incluso las plantas resistentes capaces de soportar climas extremos les fue bien.

Los científicos suelen coincidir en torno a dos hipótesis que podrían explicar la extinción del Cretácico: un impacto extraterrestre, por ejemplo un asteroide o un cometa, o un período de gran actividad volcánica. Cualquiera de los dos escenarios habría ahogado los cielos con restos que privaron a la Tierra de la energía del sol, impidiendo la fotosíntesis y extendiendo la destrucción arriba y abajo de la cadena alimenticia. Una vez que se asentó el polvo, los gases de efecto invernadero bloqueados en la atmósfera habrían provocado que se disparara la temperatura, un repentino cambio climático acabó con mucho de la vida que logró sobrevivir a la prolongada oscuridad.

Las teorías explicativas más aceptadas sobre la desaparición, hace 66 millones de años, de quienes fueron los amos de la Tierra durante siglos señalan que la causa es la suma de una intensa actividad volcánica, la acción del cambio climático y el impacto de un asteroide catastrófico que provocó una de las peores extinciones masivas en la historia de nuestro planeta.  
Sin embargo, la lista de explicaciones alternativas a este hecho es interminable y muy dispar. Algunas tan extravagantes y llamativas como las que se exponen a continuación. 
1. Ingesta de sus propias crías
George Wieland, un paleontólogo de principios del siglo XX, sostenía que los dinosaurios se comían sus propios huevos, provocando su autoextinción. Según él, los antepasados del temible Tyranosaurius probablemente "consiguieron su primer impulso hacia el gigantismo en una dieta de huevos de saurópodos". Incluso el celo de la madre más protectora no pudo impedir la depredación de huevos casi constante de carnívoros hambrientos. Desde que Wieland formulara su hipótesis en 1925 la evidencia fósil ha confirmado que dinosaurios, serpientes e incluso mamíferos fueron cazados comiendo huevos de dinosaurio, pero no a un ritmo capaz de causar su extinción masiva. 
2. Cáscaras de huevo deformes
El experto en fósiles invertebrados H.K. Erben sostenía que los huevos tuvieron un papel crucial en la extinción de los dinosaurios, pero de forma distinta. En un estudio de 1979, el investigador señaló que los fragmentos de cáscaras de huevo de dinosaurios fosilizados encontrados en el sur de Francia y los Pirineos españoles mostraron dos tipos de trastornos: algunos tenían cáscaras muy reforzadas mientras que las de otros eran patológicamente delgadas. "La anormalidad en ambos casos fue letal", recoge el artículo. Las cáscaras de huevo extremadamente gruesas podrían haber impedido el desarrollo de los dinosaurios, mientras que los huevos de cáscara demasiado delgada originaron la deshidratación de los embriones. Una especie de cambio climático habría desencadenado cambios hormonales en los dinosaurios hembra, produciendo este fenómeno, sostenía Erben. No obstante estudios ulteriores señalan que la formación anormal de las cáscaras de dinosaurios existió, pero como un fenómeno local no muy extendido. 
3. Glándulas hiperactivas
El Barón Franz von Nopcsa Felso-Szilvás, aristócrata de origen húngaro, fue uno de los personajes más peculiares en el campo de la paleontología y sus teorías sobre la extinción eran conocidas por su extravagancia. Nopsca vio en "la escasez de alimentos" o la "drástica reducción del apetito sexual" de los dinosaurios algunas de las explicaciones para su extinción. Pero su teoría favorita fue la de la muerte de estos animales por la acción de sus glándulas hiperactivas. Él creía que los dinosaurios  debían su enorme tamaño a las secreciones de la glándula pituitaria. Con el tiempo, según él, la glándula condujo a un crecimiento tan excesivo de los dinosaurios que su tamaño llegó a ser una enfermedad. Nopsca intentó asociar algunas patologías humanas con el enigma de la extinción de los dinosaurios, pero no hay indicios médicos de que la glándula pituitaria de estos animales tuviera nada que ver con  su enorme tamaño ni con su desaparición. 
4. Evolución autodestructiva
Durante la década de 1900, cuando la teoría de la selección natural de Darwin todavía no era muy aceptada por la comunidad científica, muchos paleontólogos creían que los dinosaurios poseían una especie de inercia evolutiva que les hizo demasiado grandes y extraños. Algunos investigadores sugerían que los dinosaurios eran mudos (en comparación con los mamíferos) porque invirtieron muchas de sus energías internas en volverse enormes y feroces. Sin embargo, incluso los expertos en fósiles de la época restaron credibilidad a esta teoría por ser incapaz de desarrollar un vínculo entre un crecimiento desmesurado y la extinción. 
5. Exceso de machos
En la última década, el especialista en infertilidad Sherman Silber ha afirmado en repetidas ocasiones que los dinosaurios murieron porque no pudieron encontrar pareja. Silber ha especulado que, al igual que le ocurre a los cocodrilos de hoy en día, los cambios de temperatura externa podrían determinar el sexo de los embriones de los dinosaurios en el desarrollo en sus huevos. En este punto, el experto argumenta que el cambio climático causado por la actividad volcánica y el impacto de un asteroide podría haber variado el 'termostato global', de modo que terminaran naciendo solo individuos del mismo sexo. Pero más allá del hecho de que realmente no sepamos si el sexo de los dinosaurios estaba determinado por la temperatura o la propia genética, la idea no explica por qué reptiles como los cocodrilos, cuyos sexos probablemente estaban determinados por la temperatura, sobrevivieron, mientras que los dinosaurios no aviares se extinguieron por completo.  
6. El desafío de las orugas
En una pelea entre dinosaurios y orugas, parece que éstas difícilmente  podrían estar a la altura de un Triceratops. Sin embargo, en un documento publicado en 1962, basándose en observaciones de la devastación que las orugas pueden causar en los cultivos, el entomólogo Stanley Flandes estableció que las larvas de las primeras polillas y mariposas podrían haber deforestado rápidamente y por completo el paisaje cretácico. En opinión de Stanley, los dinosaurios herbívoros habrían muerto de hambre y los dinosaurios depredadores pronto se quedaron sin nada que comer. Pero la teoría se ve descartada no solo por el hecho de que las mariposas y las polillas coexistieron con los dinosaurios durante millones de años, sino que, además, no hay ninguna señal de tal desastrosa deforestación en el registro fósil. 
7. Pérdida de visión
Las explicaciones sobre la extinción de los dinosaurios a menudo reflejan la experiencia y la perspectiva de las personas que las proponen. Por ello no es de extrañar que en 1982 el oftalmólogo LR Croft sugiriera  que la pérdida de visión acabó con los dinosaurios. Dado que la exposición al calor puede hacer que las cataratas se formen más rápidamente, Croft conjeturó que los dinosaurios con cuernos o crestas extrañas desarrollaron estos atributos extravagantes para proteger sus ojos del implacable sol del periodo Mesozoico. En un mundo calentado por una intensa luz solar, Croft tiene la hipótesis de que estos intentos de dar sombra a los ojos de los dinosaurios fracasaron y que las criaturas empezaron a quedarse ciegas antes de alcanzar la madurez sexual. Según muchos paleontólogos, la idea de Croft no solo es inverosímil sino que es incapaz de explicar la extinción masiva de las distintas especies de dinosaurios no aviares, hace 66 millones de años. 
8. Supernova
Antes de que la hipótesis del impacto de un asteroide ganara una credibilidad generalizada, en 1971 el físico Wallace Tucker y el paleontólogo Dale Russell sugirieron otro tipo de "muerte por razones cósmicas". Aunque los investigadores no tenían ninguna prueba de su hipótesis, propusieron que una supernova cercana podría haber tenido consecuencias catastróficas para la vida en el final del Cretácico. Según Tucker y Russell, la explosión de una estrella vecina habría bombardeado la atmósfera superior con rayos X y otras formas de radiación, alterando rápidamente el clima e incidiendo en una caída en picado de las temperaturas de la Tierra. Hasta ahora no hay ninguna prueba de que alguna supernova se haya podido originar tan cerca de la Tierra hace 66 millones años. 
9. Extraterrestres
Una exposición en el Museo de Prehistoria de la Universidad de Utah, EE.UU., señala que los alienígenas no podrían haber acabado con los dinosaurios, ya que "no hay evidencias de la presencia de extraterrestres o de basura alienígena en los registros fósil". Eso no ha impedido la elaboración de algunas de las teorías más imaginativas de aquellos que creen en escenarios fantásticos. El año pasado, el programa estadounidense de televisión 'Antiguos alienígenas', dedicó un capítulo entero a la idea de muchos creacionistas de que los extraterrestres eliminaron a los dinosaurios para dejar espacio a la humanidad. Sin embargo, según los expertos, si los dinosaurios alguna vez han tenido que hacer frente a extraterrestres esto sólo ha sucedido en los cómics o en las películas.  
10. Ventosidades paleolíticas
Al igual que la extinción a manos de alienígenas, la teoría de que las ventosidades de los dinosaurios provocaron su extinción no es una hipótesis científica. Esta idea responde a una malinterpretación de las conclusiones de algunas investigaciones recientes sobre dinosaurios  y la cantidad de gas que podrían haber generado. De hecho, el año pasado, el paleontólogo David Wilkinson y sus colaboradores trataron de calcular cuánto gas podrían haber expulsado los dinosaurios saurópodos a la atmósfera. Los investigadores calcularon que la producción anual de los dinosaurios de gas metano habría sido suficiente para influir en el clima global, sin embargo no mencionaron nada  acerca de la extinción. Después de todo, una gran variedad de saurópodos existió durante decenas de millones de años sin mostrar ningún signo de su capacidad para autogasearse hasta desaparecer de la faz de la Tierra.

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