viernes,19 agosto 2022
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El grito callado de los grafitti

El Envés
Una tarde, en Quito, este graffiti me golpeó muy fuerte: "Mantengan prendida una luz, siempre voy a volver".

El graffiti tiene un valor artístico y es una explosión de color y de formas que expresan caricaturas, paisajes oníricos y escrituras elaboradas. Quizás los analfabetos seamos nosotros por ser incapaces de descodificar esos mensajes al ignorar sus polifacéticos lenguajes.

Una tarde, en Quito, este graffiti me golpeó muy fuerte: “Mantengan prendida una luz, siempre voy a volver”.

Cierro los ojos, aquí en mi casa de Asilah, y vuelvo a pasear por las calles de la querida capital ecuatoreña, el símbolo más acabada de la prepotencia de los conquistadores y de los clérigos que revistieron sus iglesias de plata y de oro, después de haberlas construido con mano de obra indígena dirigida por artesanos de Castilla. Los indígenas siempre estuvieron sometidos y menospreciados, les arrebataron sus tierras, abolieron sus instituciones, persiguieron sus creencias y los utilizaron como bestias de carga. De nada vale decir que tales o cuales clérigos enseñaron a algunos a leer y a escribir, en la lengua de Castilla, después de haberlos obligado a bautizarse y a renegar de su cultura y de sus tradiciones. Salvo en el vestir, porque resultaba colorista y así creían los conquistadores y los clérigos que, si no hubiera sido por los desvelos de los Reyes de Castilla y del Papa de Roma, todavía permanecerían en la ignorancia y encadenados a sus brujerías y demonios que consumían sus almas. La evangelización que, con motivo del cuatrocientos aniversario tanto han ensalzado los apologetas sin rubor ni remordimiento alguno. No hay más que ver que ni durante el tiempo de la conquista y de la colonia, así como después de las independencias en ninguno de los pueblos conquistados se promovió a sus gentes a puestos de responsabilidad o de gobierno. Por supuesto, ningún indígena alcanzó la mitra episcopal, un ministerio, el rectorado de alguna universidad, la dirección de empresas importantes ni graduaciones superiores en los ejércitos. Por supuesto, en toda América ninguno llegó a regir los destinos de una nación, salvo la efímera anécdota de México, y ya en el siglo XX. ¿Fue esa la eficacia de la evangelización, la promoción de sus gentes, el respeto a sus culturas? No digamos nada entre los criollos que tomaron el mando, la bolsa y las conciencias. Nadie conoce a intelectuales o artistas, gobernantes o dirigentes empresariales, directores de hospitales o dama alguna que dominase las lenguas indígenas. Si acaso, algunos por curiosidad o divertimento y siempre a niveles muy rudimentarios para dirigirse a los cholos con altivez y distancia. Lo más terrible es que, durante esos cuatrocientos años y aún en la actualidad, los blancos criollos y también los mestizos están convencidos de su superioridad y de la manifiesta incapacidad de los indígenas para gobernarse, para progresar y para asemejarse a la raza escogida por no se sabe quién para dominarlos y explotarlos.

Algunas veces paseé por las calles de Quito recorriendo una serie de fachadas en las que me sorprendían y hacían reflexionar estas supuestas barbaridades. En general, no están escritas por los indígenas, salvo por algunos mestizos que ni siquiera saben que lo son. Están escritas con su sangre por los nuevos explotados, por los marginados, por los excluidos que parecen sobrar en la fiesta de los ricos pero que son parte vital de la sociedad de la cual los han exiliado. Porque no se ven ni se les permite participar algunos creen que no existen y, para recordárselo, están estos gritos escupidos o cincelados en las paredes. Un estilo y formas bien distintas a las que animan a los artistas que cada verano embellecen las paredes de las casas de Asilah, ciudad de encuentros y de saberes, de armonías y de silencios, de vidas palpitantes y de misterios. Mágica medina que sólo se abre a quienes se acercan descalzos y ligeros de equipaje, con los ojos del alma abiertos, aunque esta sangre por muchos costados.

Algunos grafitti recordados de las blancas paredes de Quito: “¡Ya basta! Todos somos inocentes”. Ellos, los pobres, también.

Les propongo legalizar la vida y dejar salir al sol todos los días”. No parece una propuesta desproporcionada, legalizar la vida.

No permitas que la moral te impida hacer el bien”. Si lo que muchos entienden por moral continúa enviando a la desesperación a millones de personas, es natural que nos pongamos de parte del bien y de la justicia. Al fin y al cabo, habíamos quedado en que la moral que rige el llamado progreso occidental no es sino un invento de la razón al servicio de unos intereses concretos y calculados. Como lo fueron los supuestos diez mandamientos entregados en la cima del Sinaí al conductor de un pueblo rebelde y contumaz para poder gobernarlo y mantenerlo unido ante las conquistas y expolios que iba a acometer entre los llamados gentiles. Eso sí, en nombre de su dios y del pacto establecido con el pueblo elegido. Es increíble adonde puede llegar la estulticia humana sostenida y amparada por los EEUU cuyo nefasto presidente ha declarado en Alemania que “Israel tiene derecho a defenderse”. Lo escribo en estos días de julio en que me llegan noticias de la invasión por el Gobierno de Israel del Líbano y de Palestina, la amenaza a Siria y a Irán en una locura espantosa de un pueblo que buscaba un hogar y se quedó con todos los territorios enviando al exilio a sus legítimos dueños. Ellos, que padecieron numerosos deportaciones y exilios, persecuciones y genocidios reproducen ahora todos esos crímenes en otras personas en una venganza sin sentido que no hará si no acumular carbones encendidos sobre las cabezas de sus hijos y de sus padres en la diáspora. ¿Dónde queda ya el “ojo por ojo” si se dedican a un planificado exterminio? Actúan desde el portaaviones construido por EEUU mientras su poderoso lobby influye poderosa y trágicamente en la potencia hegemónica que hasta ahora decide los destinos del mundo en función de sus intereses, prepotencia y delirio.

“¿Hasta cuándo estaremos esperando lo que nos pertenece?”, proclama un graffiti. Si esto lo leemos en Rilke “es menester que nada extraño nos acontezca fuera de lo que nos pertenece desde siempre”, entonces, nos admira su belleza.

Consideremos estas perlas: “La justicia tarda pero no llega”. “No sé adónde voy, pero sé que debo ir”. “Pobres del mundo uníos, última llamada”. “Vivimos la resaca de una orgía en la que no participamos”. “¿Hasta cuándo seremos los pacíficos dueños de tanto absurdo?

Pero no han de alarmarse las gentes de orden, todavía, porque estos descamisados vienen con unas intenciones que nadie sospecharía: “Retomaremos la ira hasta volverla esperanza”. A pesar de ser conscientes de que “Jesús no viene por falta de promotor adecuado” y, a veces, se desaniman “Olvídense de lo que soñaron, sus sueños ya fueron vendidos”. Lo saben. “Somos mártires de una causa perdida, pero seguimos”, ya que, “Cuando habíamos aprendido las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. ¿Acaso no nos suenan estos cambios en el sistema para perpetuar las injusticias?  “Nos quieren privatizar hasta la memoria”. “Privatizar, privatizar ¿quién piensa en redistribuir?” Y aportan pruebas: “Quieren iniciar el futuro mientas subastan el presente”. Pero luchan a pesar de esto “Nada y nada. Hasta salir de la nada”. ¡Parece un texto de Qohélet, el Eclesiastés de la luminosidad nublada!  A veces, les acomete la desesperanza “No nacimos para sobrevivir, nacimos para esperar en vano”, pero insisten y suplican haciéndose eco de nuestras ecológicas campañas “No mate los ideales, son especie en extinción”. Han leído a Brecht y golpean “Hay hombres que luchan un día… ¿y el resto?”. No les falta el humor “La policía me persigue, y yo pintando esta pared”, “Sr. Dueño de esta casa, no es nada personal, pero su pared blanca tiene un no sé qué”, y remata en otra fachada “Si esta pared es el límite de su propiedad, déjenos decorar sus limitaciones” porque nos desconciertan con verdades como puños “Nuestra única deuda es con la alegría de los niños”. ¿Qué decir? Y llaman como testigos franciscanos a las aves del cielo “Menos mal que los pájaros se siguen cagando en las estatuas” porque, con palabras atribuidas a García Márquez, “Cuando a la mierda le pongan precio, los pobres nacerán sin culo”.

No obstante, el más conmovedor para mí, y que me estremece hasta las lágrimas, es este grito de soledad que anuncia la desesperación de quienes ya no tienen nada que perder: “¿Hay alguien ahí?”

Porque yo, a veces, también me lo pregunto desde mi soledad elegida para poder liberarme del fardo que me aprisiona.

Prof. José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M.

 

 

 

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