Los complejos sumarios que se siguen contra los inculpados incluyen conversaciones intervenidas entre los sospechosos cuya escucha provoca vergüenza ajena, junto con testimonios que evidencian el desorbitado nivel de vida de algunos célebres representantes de la cosa pública en España.
La autora concluye señalando las carencias de un sistema judicial que,por causa de dilaciones y argucias jurídicas, con frecuencia acaba estableciendo la impunidad de los encausados.
En un país sumido en la crisis, con varios millones de parados y el futuro hipotecado en gran medida, donde el crédito no fluye y el gasto—además de la imaginación—se contrae, el ciudadano ha de exigir el fin de la tolerancia para la actividad de los corruptos que presumende inmunidad y que, con frecuencia, jalean a dirigentes de uno y otrosigno que proclaman a los cuatro vientos la necesidad de reducirlos sueldos, abaratar el despido, aumentar la edad de jubilación o subir los impuestos.