jueves,18 agosto 2022
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Internos del Centro de Inserción Social de León se profisionalizan a través del voluntariado

ibercampus.info
El voluntariado, la formación y el trabajo remunerado son los «tres caminos que hay que potenciar» para mejorar las posibilidades de reinserción de una parte importante de estos presos una vez que cumplen la condena en la cárcel, apuntan desde los servicios sociales. Roberto García señala que la orientación y función de estos servicios ha cambiado sustancialmente en los últimos veinticinco años. Cuando él empezó en la vieja prisión del paseo del Parque, donde hoy está el CIS, la misión de los servicios sociales era casi caritativa: se trataba de ayudar a las familias de los presos que pasaban apuros económicos.
La mayor parte de los internos que pasan por el Centro de Inserción Social piden ayuda a los servicios sociales penitenciarios para encontrar un trabajo. No son pocos los que lo han conseguido y los resultados, salvo excepciones, son positivos, según señala Roberto García, coordinador de los servicios sociales.

El CIS de León, que se abrió hace año y medio, tiene una población permanente de 70 personas, aunque tiene capacidad para 130 personas que están «con un pie fuera de la prisión», como apunta uno de los internos, en alusión a las personas que acceden a la situación de tercer grado en régimen de semilibertad.

La vía del voluntariado se abrió de manera informal para dar salida a una bolsa permanente de 10 o 15 presos que no desarrollan un trabajo remunerado. Una vez comprobados los resultados positivos se pretende llegar a formalizar convenios con las entidades beneficiarias.

«Hay que sensibilizar a los internos que deben poner parte de su trabajo y estímulo al servicio de la sociedad», señala el responsable de los servicios sociales. El voluntariado en oenegés no es un beneficio penitenciario; los internos que participan en estas actividades no van a obtener antes la libertad condicional. Lo único que obtienen a cambio es, según Roberto García, que «pueden retornar a la sociedad ofreciendo a cambio algo de sí mismos».

El contacto con colectivos «que están en peor situación que ellos» es otro aspecto que valoró la prisión a la hora de iniciar el programa con los internos de tercer grado. En la prisión de Mansilla hay más de 1.800 presos en la actualidad y al tratarse de un centro penitenciario tipo la variedad de internos es muy elevada.

El voluntariado, la formación y el trabajo remunerado son los «tres caminos que hay que potenciar» para mejorar las posibilidades de reinserción de una parte importante de estos presos una vez que cumplen la condena en la cárcel, apuntan desde los servicios sociales. Roberto García señala que la orientación y función de estos servicios ha cambiado sustancialmente en los últimos veinticinco años. Cuando él empezó en la vieja prisión del paseo del Parque, donde hoy está el CIS, la misión de los servicios sociales era casi caritativa: se trataba de ayudar a las familias de los presos que pasaban apuros económicos.

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