Conforme a la dimensión de “areópago de la modernidad” que Juan Pablo II atribuyó a los medios de comunicación en la sociedad de la información, los cristianos están llamados a participar en ellos para proporcionar mensajes e información a la altura de la dignidad del hombre. Se trata, en definitiva, de “hacer de la sociedad de la información un lugar donde sobresalgan los valores del Evangelio”, apuntilló el Nuncio de Su Santidad en España, Manuel Monteiro de Castro, que presidió el acto de entrega del II Premio de Comunicación Juan Pablo II, que, concedido por la Fundación Crónica Blanca, recayó este año en el director y presentador del programa ‘Noticias de Mediodía’ de Onda Cero, Juan Pablo Colmenarejo.
Durante la ceremonia, celebrada en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, el Nuncio se refirió a las virtudes que convierten a Colmenarejo “en un ejemplo para su generación de comunicadores”. La actitud de “respeto a la verdad” del premiado evidencia, a juicio de Monteiro de Castro, que es posible “vivir la comunicación no como un mero oficio, sino como una profesión donde profesar un ideal”.
Y es precisamente este periodismo puro, fiel a la realidad, despegado de litigios y componendas adyacentes, lo que persigue Colmenarejo cuando se sienta frente al micrófono para “contar lo que pasa con independencia del barullo que haya alrededor”, subrayó el propio periodista.
Según expresó, es esta pulcritud la que, a largo plazo, supone fermento de una opinión bien arraigada. “La radio sobrevivirá siempre si tenemos claro que es más fácil crear opinión relatando los hechos que calificándolos”, aseguró.
Al hablar de las circunstancias colaterales que rodean a lo que es el simple ejercicio del informador, Colmenarejo no ha dejado de referirse a las interferencias políticas, especialmente interesadas en influir sobre el periodista, ya que “trabajamos para el público”.
Las palabras del también periodista y promotor de Crónica Blanca, Manuel María Bru, incidieron en la idea de suscitar un periodismo impregnado de la verdad de la fe. “Estamos convencidos de que con la gracia de Dios podemos desarrollar en periodismo como un verdadero ministerio”. Una labor que profundizaría en la tarea de “rellenar el foso que separa la fe de la cultura”.
Fuente: USP-CEU
