Como explicamos hace unas semanas en Ibercampus, el proceso español combina dos resultados tan irreconciliables como que nuestra mejor puntuación por encima de la media UE, sea en el Objetivo de calidad educativa, mientras anotamos un rotundo fracaso en el de empleo decente y crecimiento económico.
Dos variables con una relación más que directa, según el argumentario tipo de la llamada cuarta revolución industrial, basado en la adquisición y renovación de competencias a lo largo de toda la vida laboral.
Y es que es el impacto de esta formación continua uno de los tres factores clave, junto al número de graduados de educación superior y la tasa de abandono temprano, que determina nuestra puntuación en este Objetivo.
Y es precisamente al comparar el peso de esta formación continua entre la población española y de otros países europeos, junto a sus respectivas tasas de paro, cuando encontramos una incongruencia única en nuestros datos.
'Spain is different'
Con un porcentaje del 11%, España es el undécimo país de los 27 de la Unión por extensión de la formación (reglada o no) entre su población de mayores de 25 años en edad laboral. Pero esta posición, que sigue superando la media UE, no explica su tasa de paro que en 2020 llegó al 14,1%.
Se puede, y debe, objetar que la relación entre formación continua y desempleo no es directa, como se puede apreciar en el gráfico. Sobre todo cuando en países con una tasa de paro muy inferior a la nuestra, como Alemania, la tasa de formación también es menor.
Pero la situación contraria, que la tasa de paro supere a la de formación, no se da en ninguno de los países, como el nuestro país, por encima de la media europea de aprendizaje continuo. Algo así sólo ocurre en España.
De hecho, si nos centramos en el grupo de países con un porcentaje de formación continua similar al nuestro (Austria, Malta, Irlanda y Portugal), vemos que nuestro nivel de desempleo es entre dos y cuatro veces superior.
La explosión de paro
Y todo ello pese a que nuestra tasa de formación se ha mantenido relativamente estable en los últimos 15 años entre el 10,8% y el 11,4% y completamente desalineada de la volatilidad del desempleo.
Es significativo que España inicia la serie en 2005 con un paro por debajo de la tasa de formación, situación opuesta a la de la UE, para pasar a la inversa a partir de 2008. En la media de los 27, el porcentaje de parados lleva lleva siete ejercicios consecutivos por debajo de los mayors de 25 que que se forman.
Combinando este análisis con el de las otras variables educativas que más influyen en el paro, como el récor de ninis pese a la caída del abandono escolar que analizamos en su momento en Ibercampus, se confirma que la formación en sí misma no parece tener un gran impacto en el desempleo en España.
Se requiere una formación, tanto de jóvenes como de adultos, más adecuada al mercado laboral, pero también un mercado laboral mejor cualificado para absorber ese talento. Y esto pasa por una reforma del modelo productivo, no sólo de la formación de los trabajadores y desempleados.
