viernes,19 agosto 2022
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Las más difíciles de cambiar son las políticas

La Ciencia certifica la dificultad de cambiar de creencias

Redacción
La incapacidad de cambiar las opiniones de la gente por medio de la evidencia y de la razón es un tema que debería ser más investigado por sus enormes implicaciones políticas y sociales. El progreso humano y la colaboración entre personas y entre naciones requiere compartir una visión del mundo. Las personas que van a […]

La incapacidad de cambiar las opiniones de la gente por medio de la evidencia y de la razón es un tema que debería ser más investigado por sus enormes implicaciones políticas y sociales. El progreso humano y la colaboración entre personas y entre naciones requiere compartir una visión del mundo. Las personas que van a cooperar (pensemos en cooperar frente al cambio climático, en temas sanitarios como las vacunas, etc.) necesitan tener las mismas ideas y creer en ellas. Por lo tanto, si no podemos cambiar con datos y razones las ideas de otras personas, ni ellas las nuestras, tenemos un problema social realmente grave.

Hay datos de que las personas se resisten a las evidencias que se presentan en contra de sus ideas y de que, paradójicamente, las evidencias en contra consiguen muchas veces que las personas se aferren con más fuerzas todavía a sus ideas previas. También sabemos que atacar las ideas de una persona hace que se sienta amenazada y que sea más difícil conseguir un cambio, así que investigar cómo funciona a nivel cerebral la resistencia a las argumentaciones contra nuestras ideas debería ser una prioridad.  

Acaba de publicarse un estudio que hace precisamente esto. Resumiendo, lo que el estudio hace es reclutar 40 personas con fuertes convicciones políticas liberales (en sentido norteamericano) y desafiar sus convicciones políticas con argumentos. A la vez, se desafían también creencias no políticas para ver las diferencias. Se les estudia con RM funcional y los sujetos puntúan la fuerza de sus convicciones antes y después de presentarles datos en contra de sus creencias y posteriormente se analiza las regiones cerebrales que se asocian a la resistencia a cambiar de opinión.

Lo que los investigadores encuentran es lo siguiente. Lo esencial, y previsible, es que se produce más cambio en ideas que no son políticas que en ideas políticas, las cuales apenas cambian. En cuanto a las regiones cerebrales implicadas hay varios hallazgos. Por un lado, hay dos estructuras cuya activación se asocia a más resistencia al cambio: la amigada y la corteza insular, si estas regiones se activan es indicación de que no va a haber cambio de ideas. La corteza insular se acepta que recibe proyecciones del estado interno del cuerpo y genera sentimientos y emociones. La amígdala, por su parte detecta estímulos amenazantes, así que hablamos de áreas relacionadas con las emociones, y su activación hace aumentar la desconfianza. Una interpretación de estos datos es que el ataque a nuestras creencias activa las mismas regiones cerebrales que las amenazas a nuestra integridad física y, también, que cambiar de creencias no es sólo un proceso cognitivo o racional sino que es en buena medida un proceso emocional. 

Otra estructura cerebral que se activa cuando desafían nuestras ideas es la red neuronal por defecto (RND), que en un estudio previo se había visto que también se activa cuando personas religiosas evalúan sus creencias religiosas, lo cual nos confirma algo que ya sabíamos que es el gran parecido entre las creencias religiosas y políticas. Las RND se activa cuando pensamos en creencias muy profundas para nosotros, aquellas que consideramos que no son negociables y se piensa que soporta procesos que tienen que ver con la identidad y con los modelos del propio yo. Todo ello subraya la relación entre creencias e identidad personal.

A nivel frontal hay también dos estructuras que tienen que ver con la capacidad de cambiar de creencias. Una es el tándem  corteza orbitofrontal y corteza prefrontal dorsolateral. Su activación se asocia a flexibilidad cognitiva, a posibilidad de cambio. La otra estructura es el cortex prefrontal dorsomedial y la activación de esta región indica justo lo contrario, resistencia al cambio.

¿Y cuáles son las conclusiones que podemos sacar de este estudio, con todas sus limitaciones y las dudas y precauciones que debemos tener ante una investigación de este tipo? Pues por un lado que las creencias políticas y religiosas son una parte muy importante de lo que somos y que son muy importantes para el círculo social al que pertenecemos. Como dice el autor del estudio Jonas Kaplan, para considerar una visión alternativa de nuestras creencias tendríamos que considerar una versión alternativa a nosotros mismos. Cambiar de creencias supondría cambiar de identidad y tener que romper con nuestro grupo, con nuestra tribu, y eso es algo realmente costoso.

Evolutivamente hablando, es lógico que no sea fácil cambiar de creencias porque estar cambiando continuamente de creencias tendría sus propios problemas y generaría inestabilidad e incapacidad de funcionar de forma coordinada en los grupos humanos. Demasiada flexibilidad, o demasiado poca, son igualmente peligrosas. El reto es encontrar la flexibilidad justa a la hora de cuestionar y cambiar nuestras creencias. Habrá que seguir buscando.

@pitiklinov

Referencia: 

Kaplan, J. T. et al. Neural correlates of maintaining one’s political beliefs in the face of counterevidence. Sci. Rep. 6, 39589; doi: 10.1038/srep39589 (2016).

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