Guy de la Bédoyère, historiador y divulgador británico, ha construido un retrato histórico con aires de novelas de ese tipo de espías, basado en hechos, documentos y bibliografía actualizada. El libro contiene ilustraciones y unos apéndices extraordinarios con tablas y correspondencias que harán las delicias de los lectores aficionados a la historia antigua.Su poder llegó a ser tal que eran ellos en última instancia quienes elevaban o derrocaban a un emperador. Su influencia fue decisiva para acabar con los reinados de Calígula, Nerón o Pertinax, entre otros.
El autor indaga a través de fuentes antiguas, tanto literarias, como Tácito, Dion Casio o Suetonio, entre otros, o arqueológicas, numismáticas y epigráficas para contarnos en lenguaje muy asequible cómo los emperadores romanos ampararon su legitimidad en la influencia de los pretorianos.
Su nombre original eral de cohortes praetoriae, o “cohortes del pretorio”, sistema que organizaba las tropas de infantería no integradas en las legiones, el cuerpo militar de ciudadanos romanos más conocido, integrado de quinientos (quingenarias) o mil hombres (miliarias).
Esta guardia ha dado lugar según el autor a erróneos mitos históricos reflejados en novelas de nuestros días, como Yo, Claudio, o películas como Quo vadis? o Gladiator,que la presenta como unidades de élite en el campo de batalla, vestidos por armadura más vistosa y barroca que la del legionario de a pie), o que solo cumplían funciones castrenses.
E mpezaron siendo escoltas de los grandes generales romanos, como Escipión el Africano, Marco Petreyo (vencedor de Catilina), Julio César o el mismo Octavio Augusto, para con éste — tras el periodo de guerras civiles posterior al asesinato de César– ser institucionalizadas como las cohortes pretorianas, haciendo norma de lo que ya se había dado de manera no oficial en la época anterior.
Sin embargo, adquirieron una importancia fundamental en el Estado romano y su política. Cuenta el autor que el futuro emperador Tito, nombrado prefecto del pretorio por su padre Vespasiano en el año 71 después de Cristo, “todo aquel que fuera sospechoso de deslealtad o cualquier otra fechoría podía sufrir denuncia pública por pretorianos enviados por él al teatro o los barracones”
Augusto decidió dividir el mando para evitar la concentración de poder en un solo hombre, por lo que nombró dos prefectos del pretorio.Sus sospechas se cumplieron tras su muerte, durante el reinado de Tiberio. Este otorgó más poder e influencia a los pretorianos y a sus prefectos, que concentraron sus cuarteles, antes dispersos por Italia, en Roma, en un campamento que se convirtió en el centro de las intrigas políticas de la urbe. Durante el reinado de Calígula, y aún más con Claudio, la guardia pretoriana no hizo sino crecer en influencia y poder. Además, sus sueldos y pagas extraordinarias doblaban los de las cohortes urbanas (una suerte de fuerza policial y de orden de Roma) y triplicaban los de los legionarios, quienes en no pocas ocasiones se quejaron al respecto.
Por ello, tras el reinado de Tiberio y la prefectura pretoriana de Elio Sejano, la guardia asumió la idea de que, si los emperadores querían gobernar, debía ser con su aquiescencia. Los sucesivos emperadores también lo asumieron. Solo dos se opusieron abiertamente: Servio Sulpicio Galba, emperador durante unos meses entre 68 y 69 d.C.pues la guardia se encargó de su caída, y Constantino el Grande, que sí acabó con la misma.