viernes,19 agosto 2022
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Predicción

Pesar patatas con balanza de precisión

Futurolandia
¿Cómo se mide la precisión, la exactitud, la acuracidad, el grado de acierto de las predicciones? ¿Se reduce a medir el error o diferencia predicción-realización? ¿Cómo se compara la precisión entre predicciones para diferentes magnitudes económicas, fuentes de datos, técnicas u horizontes de futuro?

En un curso formal de Econometría o Estadística las respuestas son de carácter técnico y no suelen entrar en valoraciones del contexto de predicción, pero la realidad para predictores y usuarios es mucho más compleja.

La cuestión previa es si la precisión se limita al error en puntos de porcentaje de la tasa de variación del PIB, del empleo o del déficit público o son cualitativamente diferentes según la trascendencia práctica del error cometido. Las predicciones sirven para tomar decisiones y no es lo mismo, para empezar, equivocarse en la cuantía que hacerlo en la dirección o sentido del cambio. Ya sé que cualquiera quisiera tener una buena predicción de la evolución de la Bolsa en 2019 ¿Pero se conformaría con acertar el signo del cambio el próximo mes? ¿Consideraría suficientemente preciso disponer de una valoración de que la caída (o subida)  del IBEX-35 no supere el 5% en los próximos tres meses?

Cuando una magnitud económica se encuentra en una fase de recorrido relativamente estable, una predicción continuista tiene elevada probabilidad de acierto, pero arroja escasa información sobre el futuro. La precisión potencial puede ser alta, pero su utilidad práctica para la toma de decisiones es reducida.

En la fase expansiva 2001-2007, el PIB en nuestro país creció a un promedio anual del 3,8%, manteniéndose permanentemente en el entorno del 3-4%. Predictores y usuarios de predicción lo tenían fácil: la precisión era alta y era más un entretenimiento que una necesidad discutir sobre décimas de punto hacia arriba o abajo. Lo sencillo en esos entornos es realizar (y utilizar) predicciones continuistas del tipo que técnicamente se califica de"business as usual". Como yo decía en un post de hace ya casi cuatro años, (https://www.antoniopulido.es/simplificando-futurosbusiness-as-usual/):

En predicción es frecuente tomar como referencia el que el entorno en que se realiza continúe como hasta ahora o con los cambios sobre los que existe un cierto acuerdo general:"business as usual". Las predicciones resultantes son continuistas y generalmente tendenciales, sin grandes sorpresas. Es casi el equivalente al "ceteris paribus" que todo estudiante de economía recuerda: la hipótesis simplificadora de que el resto de cuestiones sigue igual.

Así, el futuro "business as usual" del informe del FMI de 2015, a escala mundial, partía de seis hipótesis de trabajo:

1) Continúa un proceso de consolidación fiscal moderada en las economías avanzadas.

2) Política fiscal sin cambios en mercados emergentes.

3) Normalización pausada de la política monetaria de EEUU, con tipos de interés crecientes a largo plazo.

4) Incremento gradual pero suave de los precios del petróleo.

5) Continuidad de algunas de las tensiones geopolíticas actuales, principalmente Rusia/Ucrania y Oriente   Medio, pero con tendencia a reducirse

6) No consideración de reducciones drásticas de crecimiento  en China u otras economías emergentes.

El escenario de futuro diseñado sobre estas hipótesis era plausible, pero en tiempos de mudanza, como los de entonces, era inevitable considerar los efectos más allá de lo continuista. Por sólo mencionar algunos cambios a tener en cuenta: Grexit, política comunitaria más proclive al  crecimiento,  oscilaciones de precios del petróleo, nuevas tensiones geopolíticas, desaceleración del crecimiento en China, dificultades en alguna de las otras economías "frágiles",… Era conveniente pensar en diferentes escenarios y sus consecuencias.

Y añadía:el caracol camina lento pero seguro por una senda sin cambios bruscos. Pero en tiempos del ciberespacio no es la cabalgadura útil para el emprendedor, para el gestor de asuntos públicos o privados o para el simple ciudadano que quiere entender el mundo.

Poco más de dos años después se inicia la Gran Crisis. ¿Lo importante había sido discutir sobre la relativa precisión de nuestras predicciones en décimas de punto de crecimiento del PIB o adelantar avisos, al menos cualitativos o de órdenes de magnitud, de la caída de ritmo (1,1% en 2008) o incluso del cambio de signo (-3.6%en 2009)?

Algunos críticos han dicho que los economistas ocultamos nuestra ignorancia vistiéndola con los ropajes de exactitud que dan predicciones detalladas hasta décimas o centésimas de punto en la variación futura de sus magnitudes claves. Lo cierto es que la aparente exactitud de unas técnicas estadistico-econométricas nunca debe ocultar la imprecisión inherente a sus resultados. En general nuestras predicciones son "nebulosas", difuminadas en una amplia banda de resultados factibles. Utilizar una balanza de precisión no garantiza la exactitud de la medida si hay perturbaciones externas.

En mi primer post (https://www.antoniopulido.es/optimistas-ilusos-frente-a-pesimistas-recalcitrantes/                                                                                                  5/2/15) ya advertía de que de los datos coyunturales del día  a dia se pueden sacar muy diferentes lecturas. Todo depende de la selección de indicadores y la comparativa que se realice. Siempre hay un clavo al que agarrarse para los gritos histéricos de alerta o el sonar de las trompetas del éxito, sobre todo si el intérprete tiene, de antemano, una posición.

El principal dilema de la predicción  económica es el del peso que debe darse al pasado observado para explicar el futuro esperado. En un extremo, lo que está ocurriendo en este momento y la historia más inmediata son la clave de la tendencia futura. En el extremo contrario, las claves están en detectar  el cambio del propio sistema, que hace que el futuro no tenga que repetir el pasado. Esta reflexión general cobra especial importancia cuando nos encontramos en periodos de cambios rápidos de tendencia, de revisión de expectativas y de estructuras en transformación.

En 2015, unos malos datos coyunturales en Francia, Italia o Alemania, junto con las dificultades ya crónicas de Grecia para atender su deuda, podían poner en marcha el repique de campanas avisando de una nueva recesión en Europa e incluso de un estancamiento secular en un entorno de deflación. Pero las declaraciones y propuestas de actuación a escala europea de Dragui o Junker podían reavivar las esperanzas de crecimiento. Para los más optimistas, un dinero barato, un euro competitivo y un precio del petróleo en mínimos, auguran una nueva fase cíclica.

El problema de fondo es que, con gafas de corta visión, los datos del día a día dan lugar a visiones muy dispares sobre su continuidad en el tiempo. Pero las gafas de visión larga permiten soñar con futuros muy distintos. Por eso es recomendable utilizar gafas de visión continuada para mirar al futuro y orientarse en entornos nebulosos.

Antonio Pulido http://www.twitter.com/@PsrA

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