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Una historia de desánimo

Javier Esteban. Publicado en LinkedIn 2-5-2021, reproducido 10-5-2021
Hay un debate entre los expertos en laboral acerca de cómo referirnos a las personas que no tienen un trabajo remunerado: parados o desempleados. La mayoría nos decantamos por la segunda opción: "parado" nos suena peyorativo, incluso a reproche, a acusación. Sin embargo, las estadísticas, ya sean del Servicio Público de Empleo Estatal o el Instituto Nacional de Estadísticas –y por contagio los medios de comunicación y la mayoría de los actores del debate público– recurren a la primera.

Así que es un poco una batalla perdida.

Pero no penséis que es un tema sólo de corrección política. 

¿CÓMO SE DEFINE A UN PARADO?

La EPA considera tres tipos de casos: Parados, Ocupados e Inactivos. Los dos primeros componen la denominada Población Activa: son aquellos en edad de trabajar y que, o bien lo hacen, o o bien buscan activamente –y lo pueden demostrar– un empleo.

No incluye a jubilados, estudiantes ni a personas que realizan tareas por las que no cobran ni a otros supuestos de personas que no buscanempleo. Todos ellos son inactivos.

Aunque parezca una perogrullada, es importante recordar que la EPA no se elabora igual que los datos mensuales de paro y afiliación, que conoceremos esta misma semana. Por este motivo, las diferencias que arroja entre ellas se consideran termómetros de problemas difíciles de estimar:

  1. La economía sumergida: es decir, el número de personas que cuentan como Ocupados pero no aparecen en los registros de afiliación de la Seguridad Social.
  2. Los parados “invisibles” para el Ministerio de Trabajo pero que sí cuenta la EPA: es decir, que buscan empleo pero no se apuntan a los registros de los Servicios Públicos de Empleo, por lo general porque no tiene opción a prestación por no haber tenido contratos los suficientemente largos. No hace falta que diga que es un colectivo integrado especialmente por jóvenes y parados de larga duración.

A esta diferencia se le llama coloquialmente “efecto desánimo”.

Pero el desánimo no es no registrarse como parado en el SEPE. Es una variable que afecta a el modelo tradicional de las estadísticas laborales y cuya definición ha resultado especialmente crítica durante la crisis provocada por la pandemia.

EN BUSCA DEL ACTIVO PERDIDO

Ninguna crisis económica se puede calificar de “normal” o “típica”. Si fuera así, se podrían detectar y predecir mejor y quizá no serían crisis. Pero las que hemos conocido en los últimos 50 años tiene en común que fueron crisis económicas “puras”, motivadas por factores económicos o financieros hasta cierto punto controlables –otra cosa es que las respuestas fueran adecuadas–.

Ni siquiera la caída del Telón de Acero y todos los conflictos y revoluciones que propició provocaron un shock comparable en intensidad al del coronavirus.

La pandemia ha afectado a la actividad interior y global de los países de una manera completamente inesperada. Y la mejor muestra de esta sorpresa quizá haya sido ver a los guardianes de la ortodoxia financiera y económica como el FMI, la OCDE, la UE o el Foro de Davos –por citar a los sospechosos habituales– lanzado propuestas que parecen inconcebibles si recordamos las de hace apenas una década ante la crisis financiera y de deuda.

Pero este shock también ha puesto en cuestión si nuestra forma de medir el empleo es adecuada para medir su impacto.

La definición estándar de activo que utilizan todos los servicios de estadísticos y que eh resumido en el tercer párrafo deriva de la de la OIT, un organismo que ya antes de la pandemia invitaba repensar la categoría de inactivo, al incluir a personas que buscan empleo, pero no están disponibles, o quieren trabajar pero renuncian a buscar empleo. 

EUROSTAT, en sus estadísticas, intenta lanzar una radiografía más completa bajo la etiqueta de “fuerza laboral extendida”, que incluye parados, ocupados pero también a estos inactivos que quieren trabajar.

¿Y qué ha ocurrido con ellos durante este año? Que el confinamiento domiciliario, los cierres de actividad, toques de queda, o la imposibilidad de teletrabajar en tu sector entre otras posibilidades que hace quince meses parecían impensables, disparó en 800.000 personas su número sólo durante la primera ola.

Y tras dos trimestres de descenso, en el primer trimestre han vuelto a subir.

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Estos datos son de la EPA, que en 2020 incorporó esta novedad estadística para intentar cumplir con los estándares de EUROSTAT. Y llama la atención que el incremento en la primera ola se centró en los que disponibles que no buscan, mientras que los que buscan, pero no están disponibles inmediatamente descendieron.

Aunque en los datos del primer trimestre, correspondientes a la tercera ola muestran, que el repunte ha afectado a ambos.  

LA RENUNCIA A BUSCAR EMPLEO

Pero esta nueva metodología no significa que nuestro INE no tuviera una propia para estudiar a las personas que caen fuera del foco tradicional del mercado laboral.

Se estudian bajo el epígrafe de “potencial de activos”. Personas que quieren trabajar pero no buscan empleo por muy diversos motivos: desde estar en una regulación de empleo que creen que acabará en despido a autónomos en hibernación, pasando por los infra o sobrecualificados,

Y aquí se incluyen, por supuesto, a los desanimados. 

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¿Pero qué es el desánimo? La definición habitual es la de personas que no buscan empleo porque no cree que vaya a encontrarlo, ya sea habiendo trabajado anteriormente o no.

Y aunque parezca paradójico, su peso en el total de activos potenciales se ha reducido.

¿Cómo se explica esto? Sencillamente, porque, como estamos viendo, la crisis del coronavirus ha disparado otro tipo de supuestos que impiden buscar empleo.

Pero también, si nos fijamos en la crisis financiera vemos que el desánimo suele frenarse o incluso reducirse en la fase inicial de una crisis, y elevarse según pasa el tiempo.

LAS EDADES DEL DESÁNIMO

¿Qué sabemos de estas personas que no creen que vayan a encontrar empleo?

Precisamente la EPA hace esta pregunta explícitamente en otra de sus tablas. Los valores absolutos no coinciden exactamente con los que los acabo de mostrar –estamos hablando de una estadística en la que confluyen miles de cálculos y análisis complementarios– pero sí permiten la segmentación por edad.

Y confirman algo que ya sabíamos todos. El desánimo crece con la edad.

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Aunque no olvidemos que España tiene es una de los países europeos con mayor tasa de jóvenes que ni estudian ni trabajan.

EL DESÁNIMO DE LOS QUE CONTRATAN

Ningún análisis del mercado laboral sobre el desánimo debería olvidar a la otra parte complementaria a los que buscan empleo: los que lo ofrecen.

Pero hoy por hoy no es una estadística fácil de hacer, en un país en el que la oferta “oculta” –la no publicada– es muy elevada y la gente confía más en los portales privados que los públicos para encontrar empleo…

¿Cómo se resuelve esto? Con la colaboración del mayor metabuscador de ofertas de empleo del mundo.

Quiero agradecer a Pawel Adrjan, Head of EMEA Research de Indeed.com, que haya tenido la generosidad de compartir conmigo estos datos que comparan cómo han variado las ofertas de empleo desde el momento en que la pandemia estalló y se empezaron a decretar confinamientos en los países occidentales.

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Si el punto cero es el 1 de febrero de 2020, tenemos que las ofertas de empleo publicadas en España seguían a finales de abril de 2021 un 28,9% por debajo, un retroceso muy superior al 10% de Reino Unido o el 6,8% de Francia. Los datos contrastan todavía más con una recuperación en Estados Unidos de 22,4%, o las más modestas tasas del 2,5% en Italia el 2,1% en Alemania. 

Lo que ocurre en España coincide con una recuperación frustrada por la tercera ola, que ha forzado a nuevos confinamientos. Sin embargo, sería ingenuo pensar que el impacto se debe sólo a eso, ya el virus no tiene fronteras y también ha golpeado al resto de países de la lista, con respuestas similares en los europeos.

Está por ver el desarrollo de esta situación en los próximos meses, y los frutos de los avances en la lucha contra la pandemia. Pero está claro que las ineficiencias acumuladas del modelo productivo y el mercado laboral nos pasan una factura mucho mayor que a otros países.

Que a los 3,6 millones de parados o desempleados según la EPA se sumen otros 1,1 millones que renuncian a buscar trabajo, es una de los apuntes más terribles, pero, por desgracia, no el único. Ni mucho menos.

Nos leemos en siete días. Beyond The HypeUn análisis crítico sobre el presente y el futuro del empleo en la Cuarta Revolución Industrial

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