viernes,19 agosto 2022
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Voluntariado social es una forma de construir la democracia

El Envés
El exceso de celo y las ganas de ayudar pueden llevar al voluntario a considerar como suyos los problemas de los otros en un sentido negativo. Las situaciones conflictivas de los demás son principalmente suyas, aunque existan causas sociales que directa o indirectamente provoquen situaciones individuales dramáticas.

El voluntariado es una forma de construir la democracia como un modo de vida y de relación humana. Un sistema de gobierno en el que la participación cotidiana realiza aportaciones y correcciones a lo largo de las legislaturas. La democracia política se transforma en una democracia social ejercida por ciudadanos responsables de su entorno. El voluntario tiene la competencia suficiente para participar en los debates sociales porque con su trabajo diario colabora en las soluciones. Los voluntarios deben tener voz, y una voz crítica cuando sea necesario, en los foros de poder y en las tomas de decisión, puesto que pasan gran parte de su tiempo junto a aquellos a los que afectan las decisiones políticas, ven de cerca la repercusión y los efectos secundarios del aumento o reducción de partidas presupuestarias, etc.

El voluntario no es un “idiota” (en la antigua Atenas se denominaba así al que no participaba en la “cosa pública”) que se conforma con la situación social existente, por el contrario, es un ciudadano activo que busca el bienestar general y, sobre todo, el personal y concreto de aquellos que parten con una situación de desventaja.

Una sólida implicación no está reñida con unos límites necesarios. La implicación del voluntario es, además de inevitable, muy necesaria para llevar a cabo una labor solidaria. El hecho de acercarse a una organización con intención de ayudar a otros ya significa una implicación mental previa con el servicio a los demás.

No obstante, el exceso de celo y las ganas de ayudar pueden llevar al voluntario a considerar como suyos los problemas de los otros en un sentido negativo. Las situaciones conflictivas de los demás son principalmente suyas, aunque existan causas sociales que directa o indirectamente provoquen situaciones individuales dramáticas.

El voluntario no debe llevarse los problemas a casa ni hacer más de lo que ha pactado en su compromiso o, al menos, consultar con la Organización las acciones a realizar fuera del mismo. Para bien y para mal, el protagonista del conflicto es la persona marginada. El voluntario es un acompañante que apoya silenciosamente y ayuda a que el otro, el protagonista, tome las decisiones que le afecten. Por otro lado, la Organización debe crear una red de apoyos para que los beneficiarios estén bien atendidos sin “quemar” al voluntario. A este no se le pide que sea un héroe ni un santo ni que deje a su familia, a sus amigos o sus ocupaciones, más bien se trata de integrar su servicio voluntario dentro de su vida normal, sin que esto cause distorsiones serias.

Si el voluntario insiste en llevar la implicación personal hasta más allá de los límites anteriores sufre un serio riesgo de saturación, y ésta se puede producir por diversos motivos:

 

Exceso de tiempo dedicado al servicio voluntario.

Implicación de su familia y de su entorno en el servicio voluntario.

Querer solucionar los problemas con demasiada urgencia.

Impacto psicológico intenso y demasiado prolongado.

Implicación sentimental, confundir el sentimiento de solidaridad con amistad, compasión, lástima, etc.

 

José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de Solidarios para el desarrollo

 

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