jueves,18 agosto 2022
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Cambios de uso de suelo, mayor peligro de propagación COVID

CEPAL pide a los Estados garantizar el acceso a agua,electricidad y alimentos a los más vulnerables

Redacción
Tras los impactos del Covid-19, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), de Naciones Unidas, ha identificado la necesidad de fortalecer el rol del Estado para garantizar el acceso a agua, electricidad y alimentos para las poblaciones más vulnerables. Al mismo tiempo, destaca la importancia de proteger el funcionamiento de las actividades esenciales de cadenas asociadas al uso de recursos naturales, salvaguardando la salud de los trabajadores y las comunidades vinculadas.

Además, es necesario preservar la diversidad de los ecosistemas, respetar sus fronteras naturales y evitar la fragmentación, degradación y destrucción de los hábitats que caracterizan a la región. Así lo indica también el primer número del Boletín Recursos Naturales en América Latina y el Caribe, elaborado por la División de Recursos Naturales de la CEPAL.

Esta publicacion presenta un análisis conjunto del rol del agua, la energía, la agricultura, la biodiversidad y los recursos naturales no renovables durante la pandemia de Covid-19, para plantear propuestas integradas que permitan a los países de la región enfrentar mejor esta y futuras crisis, así como las dificultades estructurales.

América Latina y el Caribe es una región altamente dependiente de recursos naturales, los que juegan un rol fundamental en la economía de la mayoría de los países. En los últimos meses, la región se ha visto enfrentada a la pandemia por Covid-19, lo cual reveló el rol clave de los recursos naturales y los servicios asociados a ellos en la lucha contra el virus, como, por ejemplo, agua, electricidad y alimentos. Simultáneamente, frenó muchas actividades basadas en recursos naturales y evidenció la desigualdad en el acceso a los mismos y a los ingresos que generan.

La pandemia de COVID-19 ha producido impactos sociales y económicos de gran magnitud a escala regional y mundial. Son bien conocidas las consecuencias directas de las medidas de restricción de movilidad aplicadas por los gobiernos de la región, pero no se han explorado en mayor detalle las relaciones claves de los recursos naturales con los factores precursores, la expansión de los contagios y los impactos del mismo virus. La relación de los recursos naturales con la pandemia del COVID-19 es muy diversa (Diagrama I.1).

Por un lado, son factores esenciales para el control de la crisis (alimentos, agua potable, biodiversidad y electricidad), y por otro, se ven impactados por sus consecuencias (uso de combustibles, minerales, etc.). El acceso al agua potable es fundamental por constituir el lavado de manos una de las principales medidas para evitar el crecimiento de los contagios; la energía y electricidad son indispensables para garantizar el suministro de agua y las condiciones de habitabilidad de los hogares, así como para asegurar el funcionamiento de los hospitales; la actividad agrícola es la base para el mantenimiento de la seguridad alimentaria; y por lo último, los recursos naturales no renovables tienen gran importancia macroeconómica en la mayoría de las economías de ALC.

Las medidas de cuarentena han provocado una disminución transitoria y sostenida en el uso de los combustibles y por lo tanto en sus emisiones y contaminación asociada, así como en la explotación misma de los recursos. El COVID-19 es una enfermedad zoonótica (de transmisión de animales a humanos) pero que se ha propagado de humanos a humanos con mucha facilidad por el alto hacinamiento y conectividad de nuestra estructura social. Una parte del problema de las enfermedades zoonóticas, al que hasta ahora no se ha prestado mucha atención, radica en que se siguen desplazando las fronteras naturales, así como fragmentando, destruyendo y degradando los ecosistemas que tienen la capacidad de “controlar” la propagación de enfermedades.

En todos los estudios que exploran las causas de la propagación de enfermedades zoonóticas, el cambio de uso de suelo es la mayor (Gottdenker, 2014). Los primeros cinco factores son: cambios de uso de suelo (fragmentación y degradación de ecosistemas), cambios en la industria alimentaria, susceptibilidad humana y conectividad internacional (viajes) (Suzan, 2020).

Una alta diversidad de especies, característica de los ecosistemas sanos, regula la abundancia de aquellas que actúan como reservorios primarios de virus, lo que reduce la transmisión de patógenos. La evidencia apunta a que la conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos es necesaria para proteger la salud humana directa e indirectamente.

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