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Ante lA: privacidad,competencia,fiscalidad y menos patentes

El Nobel Stiglitz urge acción para que la ola de prosperidad de los datos no la acaparen los ricos

Redacción / 23-2-2021, Actualizada 2-2- 2021
Una investigación sobre la inteligencia artificial (IA) encabezada por el Premio Nobel de Economía Josep Stiglitz concluye que podría generar, por el uso de datos en que se basa, una oleada de aumentos en la prosperidad similar a la originada por la revolución industrial, aunque con aun mayores riesgos de que la acaparen unos pocos privilegiados, como sucedió al principios del siglo XIX. Urge acciones como autoridad global de competencia, la imposición a grandes digitales y reducir las patentes

El más prioritario de estos problemas para Stiglitz, cuya depresión post Davos 2018 le llevó a decir que sólo la indignación detendrá la evasión fiscal y a publicar su último libro, Capitalismo progresista (Taurus, 2020), es la imposición y regulación de las grandes digitales o big-tech, a juzgar por las declaraciones que acaba de realizar en el sentido de que Biden hará que Google y Facebook paguen impuestos en España. La UE debe gastar más y más rápido para salir de la recesión; EE.UU. gasta el triple, con criticas a las políticas de reactivarán la economía dando dinero a los pobres, no a los ricos” Igualmente, en un articulo difundido por grandes medios internacionales, se centra en sus críticas a la imposición a grandes digitales, explicando que al trasladar sus ganancias a los paraísos fiscales, las grandes empresas privan a los gobiernos de todo el mundo según estimaciones de la OCDE al menos 240.000 millones por año en ingresos fiscales, de ellos casi la mitad a las propias arcas públicas de los Estados Unidos. Pero también al Sur global, más limitado por su dependencia de los ingresos fiscales corporativos para financiar los servicios públicos como educación, sanidad, infraestructuras, etc. Desde ese artículo, insta al nuevo presidente Biden junto a otros líderes progresistas  de la Independent Commission for the Reform of International Corporate Taxation, ICRICT,(José Antonio Ocampo, Eva Joly, Suzanne Matale, Edmund Fitzgerald, Léonce Ndikumana, Irene Ovonji-Odida, Jayati Ghosh, Kim Jacinto Henares, Ricardo Martner, Gabriel Zucman, Magdalena Sepúlveda, Thomas Piketty y Wayne Swan) a que cumpla su promesa de “liderar los esfuerzos a nivel internacional para llevar transparencia al sistema financiero global, perseguir los paraísos fiscales ilícitos, incautar activos robado, etc, mediante la reforma del sistema tributario internacional para garantizar una tributación justa de las multinacionales, que actualmente se está discutiendo dentro del proceso de la OCDE ordenado por el G20.

 

Dice que Biden hará que Google y Facebook paguen impuestos en España y la UE debe gastar más y más rápido para salir de la recesión tras la pandemia de COVID, pues EE.UU. gasta el triple, pero le pide la reforma del sistema tributario internacional para garantizar una tributación justa de las multinacionales

Muchos se preguntan en este contexto si la inteligencia artificial (IA) y otras tecnologías que amenazan con reemplazar al trabajo causará una gran brecha social, aun mayor que la brecha digital surgida las tres últimas décadas por la revolución digital. Tampoco en los albores de esta última, ahora acelerada por la pandemia de COVID 19, faltaron expertos que vaticinaron grandes transformaciones económicas e incluso sociales, aunque los poderes públicos no comprendieron ni actuaron ante el cambio. Asi sucedió en España con los libros sobre la red de Manuel Castells (actual ministro de Universidades), el periodista y actual académico Juan Lus Cebrián (La sociedad red) y los profesores de Estructura Económica Jose B. Terceiro y Gustavo Matías (Sociedad Digital y Digitalismo, que hace dos décadas auguraba transformaciones en todo tipo de relaciones capaces de causar un capitalismo distinto al mercantil, industrial y financiero conocidos hasta el año 2000). Ahora la investigación del Nobel de Economía norteamericano Josep Stiglitz advierte de que los efectos de la IA y el uso de datos informativos en las desigualdades pueden resultar mayores que la revolución industrial si no se atajan a tiempo. Este último lo hace después de que hace 4 años advirtiera sin apenas consecuencias hasta ahora de las implicaciones de la IA en el reparto de rentas y en el desempleo, vistas con mayor claridad durante la pandemia, que ha disparado las desigualdades, pese a que en el año 2000 (al estallar la anterior crisis financiera) fue el economista más citado del mundo en articulos académicos, ranking en el que actualmente ocupa el cuarto lugar.

La nueva investigación del también exdirectivo del Banco Mundial Joe Stiglitz y Anton Korinek, ambos profesores e investigadores del National Bureau of Economic Research (NBER, ​​​​Oficina Nacional de Investigación Económica, que es una organización estadounidense privada de investigación sin fines de lucro), se titula Inteligencia artificial, globalización y estrategias para el desarrollo económico. Pone así el acento en las medidas a acometer para que no vuelva a suceder como en otras ocasiones. 

Las más recientes investigaciones del Nobel de Economía norteamericano Josep Stiglitz advierten de que los efectos de la IA y el uso de datos informativos en las desigualdades pueden resultar mayores que la revolución industrial si no se atajan a tiempo

Korinek y Stigltz,quien el pasado 9 de febrero cumplió 78 años, motivo con el que su exalumno y actual ministro de Economía argentino Martín Guzmán le dio públicamente gracias por darle tanto al mundo, empieza diciendo que el último medio siglo ha estimulado un crecimiento económico sin precedentes para muchos países en desarrollo, provocado por la rápida adopción de avances tecnológicos, y ha llevado a aumentos ampliamente compartidos en la prosperidad, sacando a miles de millones de personas de la pobreza. Pero no hay garantía de que este proceso continúe en las próximas décadas, pues este working paper desafía la suposición aceptada por muchos de que el progreso tecnológico necesariamente continuará impulsando la prosperidad, ahora ampliamente compartida en los países en desarrollo.

Razones para que la IA  desvincule tecnología y bienestar

Al contrario, la investigación argumenta que los nuevos desarrollos en Inteligencia Artificial (IA) pueden crear la tormenta perfecta para desvincular el avance tecnológico de los aumentos de bienestar ampliamente compartidos en los niveles de vida.Decenas de países en desarrollo han escapado de la pobreza en las últimas décadas gracias a una estrategia de crecimiento impulsado por las exportaciones, impulsada por la fabricación de bienes producidos con su abundante oferta de mano de obra barata o su riqueza en recursos naturales. Pero la IA representa una triple amenaza para esta estrategia, señalan los autores, por las tres siguientes razones:

-Primero, la IA automatiza la mano de obra, lo que despoja a los países en desarrollo de su ventaja comparativa en mano de obra barata.

-En segundo lugar, la IA produce más resultados con menos recursos naturales. Y para las naciones que dependen de la exportación de sus recursos naturales para pagar los alimentos y otros productos básicos, el avance de la IA podría tener consecuencias mortales.

-En tercer lugar, la IA opera en un mercado en el que «el ganador se lo lleva todo«. Ponen como ejemplo que el mejor zapatero de aldea remendaba en el pasado unos pocos zapatos más que su rival, mientras que ahora  los mejores productores de IA de hoy pueden lograr fácilmente el monopolio sobre sus competidores ligeramente peores, pues la empresa productora de IA no tiene restricciones físicas sobre cuántos productos puede crear o donde se pueden compartir sus productos. Esto es como si el antiguo zapatero pudiera producir zapatos ilimitadamente, ante lo que todo el mundo cambiaría inmediatamente a su producto.De ahí que los actuales mercados de “el ganador se lo lleva todo” privilegiarán a las empresas impulsadas por la mejor inteligencia artificial, dinámica que también podría ampliar la desigualdad de ingresos entre las naciones desarrolladas y en desarrollo.

Recuerdan al respecto los autores una de las conclusiones de su primera investigación sobre la IA de hace 4 años, por la que ahora naciones enteras podrían quedar en peor situación: siempre que los ganadores y los perdedores del progreso tecnológico estén dentro del mismo país, existe al menos la posibilidad de que se puedan emplear medidas de política nacional para compensar a los perdedores (ver Artificial Intelligence and Its Implications for Income Distribution and Unemployment).Sin embargo, cuando el progreso tecnológico perjudica a países enteros a través del comercio mundial, las medidas de política nacional son insuficientes para compensar a los perdedores del progreso.

Frente a esos riesgos, los defensores del neoliberalismo han predicado durante mucho tiempo que el progreso tecnológico beneficia a todos, dogma no respaldado por la teoría ni la evidencia, según Korinek y Stigltz: No podemos estar seguros de que la riqueza generada por los avances tecnológicos se «filtre» para beneficiar a los países en desarrollo, y especialmente a los más vulnerables dentro de los países en desarrollo. De hecho, la teoría económica siempre ha sostenido que los avances en la tecnología crean tanto ganadores como perdedores.

Recuerdan también los dos economistas que, durante gran parte de la era posterior a la Revolución Industrial, los avances en tecnología no se han asociado con una prosperidad ampliamente compartida: las primeras décadas de esa era vieron un declive en los niveles de vida. Basta leer cualquier novela de Dickens para obtener un retrato de las brutales realidades a las que se enfrentan los trabajadores. De hecho, durante las primeras décadas de la Revolución Industrial, la esperanza de vida disminuyó. Y existe una gran cantidad de evidencia de que no ha habido prosperidad compartida al menos dentro de los Estados Unidos en las últimas décadas. No fue hasta el siglo XIX que los países avanzados rompieron con patrones de vida de subsistencia; y sólo desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX se redujeron las desigualdades. El medio siglo de crecimiento que permitió el Milagro de Asia Oriental, cuando nos alejamos, parece aún más una breve anomalía. No hay razón para creer que nuestro éxito comparativamente breve en la mejora del nivel de vida del trabajador promedio continuará para siempre, o que la convergencia entre los desarrollados y los menos desarrollados seguirá. Sin intervenciones adecuadas de política pública, los cambios en la tecnología pueden empeorar las desigualdades dentro y entre países.

Ante esa conclusión, dicen que la experiencia de la Revolución Industrial sugiere que la acción colectiva puede ser un antídoto para algunos de nuestros desafíos actuales. Si bien los trabajadores tardaron tiempo en mitigar estos desafíos, eventualmente, el progreso tecnológico generalizado condujo a grandes aumentos en el producto marginal del trabajo durante la nueva «Era del trabajo». Muchas de las innovaciones de la Revolución Industrial aumentaron la productividad de los trabajadores, especialmente del segmento poco calificado, como la hilatura mecanizada de algodón, al aumentar la producción de un trabajador individual en un factor de alrededor de 500 al tiempo que redujo los requisitos de habilidades. En lenguaje económico, el progreso técnico durante la Revolución Industrial se tradujo en uso de mano de obra: aumentó la demanda general de trabajo y, por lo tanto, elevó los salarios. Además, la organización laboral  derivó en una nueva ola de protecciones para los trabajadores, incluido el aumento de los estándares de seguridad. Además, la Revolución Industrial necesitaba una fuerza laboral productiva, que incentivara la educación pública y, a su vez, igualara la educación.

Sin embargo, ahora, la analogía con la Revolución Industrial solo puede llegar hasta cierto punto.Al contrario, la IA podría ahorrar mano de obra en general, reducir la demanda, sobre todo mano de obra no calificada que forma la base del crecimiento en muchos países en desarrollo. Esto reduciría simultáneamente el salario de los trabajadores y diezmaría su poder político. La IA podría socavar la posibilidad de que los trabajadores de los países en desarrollo adquieran los mismos derechos y protecciones que sus homólogos de los países ricos han recibido mediante la acción colectiva durante la «Era del Trabajo».

La IA podría socavar la posibilidad de que los trabajadores de los países en desarrollo adquieran los mismos derechos y protecciones que sus homólogos de los países ricos han recibido en la «Era del Trabajo».

Los expertos varían ampliamente en sus predicciones sobre el impacto de la IA en el empleo: algunos creen que la IA tendrá menos impacto que los inodoros interiores, otros que la máquina de vapor palidecerá en comparación con los futuros avances en IA.Pero necesitamos concentrar los  recursos ahora en escenarios que podrían ser extremadamente dañinos, mediante la investigación y el análisis económico. Y esta investigación indica que durante la próxima década, aunque la automatización ciertamente amenaza muchos puestos de trabajo, creemos que todavía hay mucho trabajo que la sociedad debe realizar y que solo los humanos pueden realizar, y hay muchas personas que quieren trabajar. Y cuando los mercados no logren igualar a los trabajadores y los empleos, los gobiernos deben intervenir, pues el mundo entero se beneficiaría de las grandes inversiones necesarias para adaptar la economía mundial al cambio climático.

Medidas urgentes:

La medidas necesarias sugeridas por la investigacion son las que siguen:

Pomover la mejora de la infraestructura digital. Esto alimentaría a dos pájaros a la vez: primero, proporcionar a los trabajadores no calificados un amplio trabajo, y segundo, posicionar mejor a su país para participar en la economía digital. Otros proyectos potenciales incluyen la inversión en transporte público, lo que permitiría a los trabajadores de bajos ingresos trasladarse a sus trabajos, y el fortalecimiento de la atención médica, que beneficiaría de manera desproporcionada a las personas vulnerables por el desempleo.

Fortalecer la agricultura o desarrollar una economía basada en servicios.Ambos sectores pueden coexistir con la IA. Las tecnologías emergentes ofrecen a los pequeños agricultores oportunidades para optimizar su rendimiento, mientras que las plataformas digitales permiten que esos mismos agricultores comercialicen sus productos a precios de mercado justos, aumentando sus ganancias. Además, las industrias basadas en servicios como la salud o el turismo brindan un escenario para la inversión donde el reemplazo de la IA es una perspectiva más lejana.

-Colaborar internacionalmente en fiscalidad y competencia. La Revolución de la IA puede necesitar una colaboración a una escala mucho más amplia que la Revolución Industrial, para evitar que países enteros pierdan poder y corran el riesgo de quedarse atrás. Un frente sería cerrar las lagunas fiscales para las corporaciones multinacionales. Otro, crear una  autoridad y política de competencia global. Cuando la UE comenzó a investigar a Google en 2010, o cuando Alemania investigó a Facebook en 2016, Estados Unidos tomó estas consultas como una afrenta política más que como un examen legítimo de las normas de competencia económica.Los países deben coordinar la política de competencia juntos, por ejemplo, a través de una autoridad común, para garantizar que los mercados globales en los que el ganador se lo lleva todo sigan siendo realmente competitivos.

-Reducir la duración de las patentes para el uso de tecnologías digitales para garantizar que los beneficios de las innovaciones basadas en la inteligencia artificial se compartan ampliamente. La mayoría de las patentes se producen en países ricos y generan la mayor parte de sus ingresos de las ventas y licencias dentro de ellos, por lo que los innovadores no sufrirían pérdidas significativas si los países en desarrollo pudieran usar su tecnología gratis o con regalías limitadas antes de que expiren sus patentes en países de altos ingresos.Además, la dirección de la innovación se ha centrado en los  países avanzados, «dirigida» de maneras que ni siquiera han servido bien a la mayoría de estos países, y mucho menos a los de los países en desarrollo y los mercados emergentes. Los países en desarrollo y los mercados emergentes deben cooperar para orientar las innovaciones a promover sus intereses, especialmente de sus trabajadores no calificados.

La política de datos e información es quizás el ámbito más urgente.Ahora hay riesgo de que las empresas globales de inteligencia artificial establezcan la agenda antes de que las instituciones democráticas tengan la oportunidad de intervenir. Por ejemplo, el acuerdo más reciente entre Estados Unidos, Canadá y México proporcionó protecciones a los gigantes tecnológicos mayores de lo que habría resultado de un debate democrático más abierto. Lo que los países en desarrollo pueden hacer en estos juegos de poder puede ser limitado. Los datos monopolizados pueden significar que los recién llegados a los países en desarrollo no puedan ponerse al día para crear sus propios gigantes de IA. Un desarrollo prometedor ha surgido de la propuesta de la UE de exigir el intercambio de datos para evitar que los datos sean monopolizados, aunque las asimetrías de poder entre gigantes tecnológicos e  individuos pueden significar que el impacto de esto en las desigualdades globales será insignificante. Otra externalidad virulenta, la desinformación, también debe abordarse aumentando la responsabilidad de las empresas de Internet.

Tras estas pripuestas, los dos economistas concluyen que hay motivos para un optimismo cauteloso. Las reglas globales aun se están estableciendo y, en cualquier caso, deben reescribirse constantemente, por lo que existe la esperanza de que las instituciones internacionales y la sociedad civil puedan tener un impacto positivo en cómo los frutos del progreso futuro en La IA serán compartidos.

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