Darwinian Goldsmith – (30/04/2009)
En clase de comentario de texto hemos comentado el cuento de Oliver Goldsmith "Asem, The Man-Hater", en el que mucho habría que comentar, e igual un día escribo un libro sobre este cuento, que lo merece… Pero en fin, por abreviar, señalaré algunos elementos pre-darwinianos que tiene, y que les he señalado a las chavalas. Estos elementos están en una tradición dieciochesca, como no podría ser menos, y se podrían relacionar con las teorías de la economía política desarrolladas por Adam Smith, y con su tesis sobre los beneficios de la competencia mutua.
Como es sabido, Darwin también se inspiró tanto en Malthus como en la "mano invisible" de Adam Smith para formular su teoría de la Selección Natural. En la Teodicea de Darwin, la muerte, la extinción y la lucha por la vida son necesarias para el proceso evolutivo, y para que surjan formas complejas. De manera paralela, Goldsmith dedica su cuento sobre un misántropo idealista a luchar contra la tesis de que el mal y el bien se puedan separar. El misántropo Asem querría un mundo perfecto, pero cuando el Genio se lo hace visitar, ve que no es ni siquiera un mundo humano, ése en el que no hay ni competencia, ni vicio… ni virtud, pues la virtud necesita del vicio para surgir y contrastarse. Así que Asem vuelve de su retiro en las montañas a la civilización, y se dedica al comercio, no a la caridad como hacía antes. Ahora prospera, y hace prosperar a la sociedad con él. Del interés propio del comercio (una lucha por la vida) surgen beneficios para la sociedad; surgen la cultura y la prosperidad, y la humanidad se diferencia de las sociedades animales (y las domina y explota) precisamente en competencia con ellas, y buscando su propio beneficio, no adoptando la postura benevolente y buenista de Asem hacia las otras criaturas y otros seres humanos. Una defensa muy dieciochesca de la vida en sociedad y del progreso, y del capitalismo liberal—nada sentimental-prerromántica. Un arranque victoriano, tuvo ese día Goldsmith.
Bien, pues todo esto que podría parecer bastante darwiniano, así en plan aire de familia, todavía se queda chiquito si comparamos un texto de Goldsmith y otro de Darwin sobre la lucha por la vida y sus beneficios ecológicos. En el primer texto, el genio explica a Asem cómo un equilibrio y tensión entre depredadores y presas es mejor desde el punto de vista "vital" que un ecosistema plácido y con menos competencia:
heads. But, had I been permitted to instruct our Prophet, I would have removed this defect, and formed no voracious or destructive animals, which only prey on the other parts of the creation."
"Your tenderness for inferior animals is, I find, remarkable," said the genius, smiling. "But, with regard to meaner creatures, this world exactly resembles the other ; and, indeed, for obvious reasons: for the earth can support a more considerable number of animals by their thus becoming food for each
other, than if they had lived entirely on her vegetable productions. So that animals of different natures, thus formed, instead of lessening their multitude, subsist in the greatest number possible. But let us hasten on to the inhabited country before us, and see what that offers for instruction."
("Asem", en The Life of Oliver Goldmith, with Selections from His Writings).
Compárese con las ideas del Origen de las Especies, en especial con la imagen darwiniana del proceso de la vida como un "entangled bank" en el que la variedad y perfección de especies se debe a su coexistencia compleja, en la que subyace una competición a muerte, una lucha incesante por la vida y por la reproducción ventajosa. Así termina Darwin su libro:
En varios otros puntos de su libro, Darwin enfatiza esta observación: que una misma superficie de terreno es capaz de sostener mayor volumen de vida si se mantienen en ella diversas especies en interacción que si es una sola especie vegetal la que se siembra allí. Y de ahí llega por pasos a su teoría de que es de la lucha a vida o muerte de fondo, de donde salen todas las bondades y virtudes y excelencias que apreciamos en nuestro mundo humano.
Darwin tampoco inventó todo el darwinismo él sólo—descansaba sobre hombros si no siempre de gigantes, sí quizá de señores bajitos y regordetes, feúchos y generalmente despreciados como escritorzuelos demodés, tal que Goldsmith—que el día que escribió "Asem" también tuvo un día darwiniano.