jueves,18 agosto 2022
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Teresa de Ahumada: su faceta empresarial en la España del XVI

Futurolandia
Me interesa que conozcais de cerca a la mujer-emprendedora que creó más de diez centros con una visión adelantada a su época y más propia de las modernas cooperativas o franquicias, con un estricto plan de acción, al que hoy día denominaríamos con el presuntuoso calificativo de "business plan". La otra mitad de esa compleja mujer era la mística Teresa de Jesús.

 Tenía, cuando la visité, 55 años y acumulaba la experiencia y la autoridad de la fundadora ya de seis casas de oración de las carmelitas “descalzas”, la especial reforma mística y de pobreza que había puesto en marcha tras su ingreso en las carmelitas de la Encarnación de Ávila en 1534 cuando sólo tenía 19 años. Sus propias fundaciones las inició hace ocho años, primero en Ávila y después en Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana y ahora está en Salamanca para poner en marcha una nueva casa de la orden.

Por mi parte tenía que ir a la residencia de los Ovalle, señores de La Puebla de Escalonilla, donde vivía estos días la Madre Teresa por ser casa de su hermana Juana de Ahumada.

Aún sabiendo que la futura santa es ya conocida por su misticismo y que acaba de publicar su Camino de Perfección, a mí me interesaban especialmente sus vivencias vinculadas al mundo de los problemas humanos. Había leído un libro de un catedrático de historia amigo, José Antonio Álvarez, sobre Trabajos, dineros y negocios de la madre Teresa y me llamó la atención su descripción de cómo y dónde debían establecerse sus conventos, así como de las formas de financiarlos.

Me esperaba la futura Santa en un señorial despacho, medio en penumbras. Estaba sentada tras una mesa llena de libros de cuentas, facturas y un par de libros de oración, con una gran cruz en una esquina. Afable pero distante, no se levantó para saludarme. Su seguridad y autoridad innata eran más de un director de empresa que de una monja de clausura, aunque sus rasgos se suavizaban con una incipiente sonrisa y traslucían una indudable paz interior.

-Siéntese licenciado -me indicó con un gesto entre amable y de ordeno y mando. Me han dicho que desea que hablemos de mi dedicación a la «hacienda temporal». Debo advertirle de principio que, aunque las lenguas maledicientes subrayan que soy descendiente de judíos conversos, mi mundo exclusivo es el espiritual y tengo aborrecidos dineros y negocios

-Se bien, Madre Teresa, de su obra espiritual, su camino hasta alcanzar el más alto nivel de entrega a Dios, ese cuarto grado de oración que ha descrito en sus obras publicadas. Pero quisiera conocer su actividad más cercana a ese mundo real en que nos toca vivir. Por ejemplo, con qué recursos económicos cuenta para fundar su nueva casa de oración aquí en Salamanca.

-Las casas de la orden pueden ser de limosna o de renta. De acuerdo con nuestra experiencia necesitamos para vivir unos 500 ducados para trece monjas que consideramos es el óptimo por casa. Las de limosna, como su nombre indica, viven de las aportaciones desinteresadas de múltiples benefactores. Las casas de renta tienen el compromiso de un sólo benefactor que se compromete a aportar una cantidad como la indicada.

Me cuesta hacer los cálculos en moneda de la época, pero 500 ducados entre 13 monjas son una 38 monedas de oro para alimentarse, vestir y otros gastos. Es decir según el precio del oro en mi mundo real, algo menos de 2.000 dólares o euros para un año, 165 al mes. Una cifra realmente baja, incluso contando con su mayor capacidad de compra en aquellos tiempos.

-Me parece poco dinero para vivir holgadamente, pero difícil de obtener de limosnas -comenté.

-Por supuesto. Todas nosotras hemos aceptado la pobreza como norma de vida. Lo que necesitamos es mucha perfección espiritual, oración y encerramiento; pero nos basta con poco para vivir. Respecto a limosnas, tenemos muchos vecinos que aportan entre 10 y 20 reales al año, aunque también algunos superan los 100 o, los más modestos, no llegan a 5.

De nuevo tuve que hacer cálculos por mi cuenta. A una media de 11 reales, es decir de un ducado, se necesitarían 500 donantes efectivos para recaudar los 500 ducados que se necesitan para sostener un convento.

-Según mis cálculos -argumenté- sólo podrá vivir de limosna en una villa de un cierto tamaño, como Salamanca, Medina o Madrid, con decenas de miles de habitantes. ¿Cómo se explica entonces que haya fundado en un pequeño pueblo de Ciudad Real (Malagón) o de Guadalajara (Pastrana) con escasos 1.000 habitantes?.

-Su observación es muy ajustada, licenciado. Yo tengo la norma de no fundar casa de limosna si no hay en la villa o ciudad al menos mil vecinos «pecheros», es decir de cuatro a cinco mil habitantes. Por eso en los pequeños pueblos las casas son necesariamente de renta y exigen previamente un benefactor que se comprometa a su mantenimiento.

-¿Qué se le pide y que se le ofrece a ese benefactor?, -pregunté.

-Se le pide que aporte un edificio, que no ha de ser lujoso, pero sí tener huerta, agua y estar bien aislado del exterior. Además debe sufragar las reformas y mantenimiento que la casa necesite y aportar un mínimo de 150.000 maravedíes y 100 fanegas de trigo por año. En cuanto a lo que se le ofrece, nuestro único compromiso es rezar en todo momento por su salvación eterna y la de los suyos. ¿Le parece poco?.

Seguía comprobando la seguridad con que la Madre Teresa se movía en el terreno de los cálculos económicos. Además esta manía de pasar ducados a reales y maravedíes me volvía loco. ¡Y, por si era poco, ahora fanegas de trigo!. Veamos: 150.000 maravedíes son, a 375 por ducado, unos 400 ducados más las 100 fanegas de trigo.

Para terminar de entender a la mística Teresa en su papel de gestora de conventos, sólo tenía que recordar que una fanega era una medida de capacidad de 55 litros y medio. Para un cálculo fácil, de un kilo por litro, cien fanegas serían algo más de cinco toneladas de trigo por año, poco más de un kilo por monja y día

-Sin embargo, beatísima madre, casi todas las casas que ha fundado son de limosna. ¿Cómo financia la compra inicial del edificio y los gastos que conlleva ese primer establecimiento?

-Contamos en primer lugar con la solidaridad de nuestras casas de oración ya establecidas. Además, con las dotes de nuestras profesas y, por último, con el rendimiento de juros y censos. Si quiere, le puedo detallar como he comprado el pasado año nuestra casa en Toledo.

-Seguro que será de mi interés -respondí.

-Bien, licenciado, pues la casa de Toledo nos costó 12.000 ducados en total. De ellos sólo poco más de 200 ducados lo dimos en dinero contante y sonante. El resto fueron censos, juros y libranzas, por este orden de importancia.

Recordé, de mis lecturas preparatorias del viaje, que los censos eran documentos acreditativos de deudas que tenían como base la hipoteca de unos bienes físicos o de rentas aseguradas. Por su parte, los juros eran una especie de deuda pública que garantizaba un cobro anual de los ingresos de la Corona sobre los que se establecía el juramento de cesión, hasta la devolución del dinero prestado. Las cédulas o libranzas eran unos certificados de pago que señalaban un compromiso en fecha y lugar determinado.

-Por curiosidad y para que termine de entender el funcionamiento de sus finanzas, ¿podría concretarme de qué tipo de juros, censos y libranzas se trata?

-En el caso de Toledo se trataba de un juro sobre las alcabalas de la ciudad por valor de 600.000 maravedíes; cuatro censos, de una media de otros 600.000 maravedíes cada uno, sobre un colegio, una dote y dos vecinos de la propia ciudad; y 200.000 maravedíes de una cedula contra otro vecino de Toledo a pagar el mismo año de la compra, aparte de unas cargas aceptadas que tenía el propio edificio y que se descontaron del pago efectivo.

-Pero, ¿qué seguridad de cobro tenían esas deudas para que se acepten como equivalente a metálico? -insistí a riesgo de mostrar mi ignorancia.

-El juro sobre alcabalas es de cobro seguro al estar garantizado por esos impuestos sobre las ventas de mercancías en los mercados. Además, sigo en general la norma de no tener juros cuyo lugar de cobro esté a más de cinco leguas a la redonda de una casa de oración. El resto está avalado por las propiedades que respaldan los censos y, sobre todo, por el honor de los deudores. Y ya se sabe: los habitantes de Toledo pueden no estar abastecidos de nada y ser difícil encontrar huevos o pescado en su mercado, pero en limpieza de sangre y señorío son de lo más selecto de Castilla.

No lo tenía mal pensado la Madre Teresa: juros seguros y censos fáciles de cobrar, no más lejanos de 25 kms. Y es que su fama de habilidosa e incansable en negociaciones, preocupada por el cumplimiento de los contratos, y detallista en los registros contables de todo tipo de operaciones, la tenía bien ganada.Al despedirse me dejó con una sonrisa de complicidad:

-Estoy preocupada por las dificultades de mantener las limosnas de mis casas, ante la caída de la riqueza de los castellanos, que no de su devoción, durante estos últimos años. Pero creo que no hice poco yo en entender estos negocios y estoy tan baratona y negociadora que ya sé casi todo sobre cómo mantener estas casas de Dios y de la Orden. Estoy pensando en poner en claro estas experiencias en un libro sobre Fundaciones. Espero que sea de su agrado, licenciado, ya que está tan interesado por estos temas.

Antonio Pulido twitter.com/PsrA

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