jueves,18 agosto 2022
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Inmigración empresarial

La búsqueda del talento en las empresas y universidades de las grandes ciudades

Redacción
Barcelona es el área metropolitana que reúne más extranjeros de España. Un informe de Barcelona Global recoge la hospitalidad de los habitantes y las relaciones entre los que vienen de fuera y los ciudadanos españoles y lo relaciona con la captación de ´estrellas´ de los negocios

Las grandes áreas metropolitanas compiten por atraer a ciudadanos de otros lugares del mundo, captarlos para sus universidades y para sus empresas. Han llegado a la conclusión de que su crecimiento depende también de alcanzar el éxito en este terreno, como lo demuestra el hecho de que muchos alcaldes de ciudades globales (Londres, Nueva York o San Francisco) se han enfrentado con sus gobiernos por sus políticas restrictivas de la inmigración.

La idea la resumía el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en unas declaraciones realizadas el año pasado cuando recogió en Shanghai el premio a su ciudad como la más influyente a nivel global: “El talento atrae capital de modo más eficaz y sólido que el capital atrae el talento”.

Barcelona Global, el lobby empresarial que trata de influir en la estrategia pública de la ciudad, presentó el pasado lunes –y La Vanguardia se hizo eco de ello– el resultado de un sondeo realizado entre extranjeros que desarrollan sus carreras profesionales aquí. El propósito de este proyecto, en el que han trabajado durante más de un año, consistía en averiguar cómo nos comportamos ante los residentes extranjeros que vienen a vivir a Barcelona.

Pero en lugar de preguntarlo a quienes han vivido siempre aquí, Barcelona Global optó por hacerlo con la contraparte, algo que no se había hecho hasta ahora: más de trescientos ejecutivos, profesionales liberales, inversores e investigadores extranjeros residentes en la ciudad. La inmensa mayoría procedentes de países más ricos que el nuestro. Para que quede claro: esta no es la inmigración de la que acostumbran a hablar los periódicos. Estos ciudadanos juegan en una liga global distinta (véanse los gráficos de esta misma página).

El resultado de la encuesta demuestra que la sociabilidad mediterránea de la que tan a menudo hacemos gala se queda corta. Los barceloneses son coyunturalmente amables en la calle incluso en la contigüidad incómoda del ascensor, pero no más allá.

Heather Kanost es una australiana que reside en Barcelona desde hace veinte años y aquí ha fundado su familia y su pequeña empresa de diseño gráfico  Participó en la encuesta de Barcelona Global y se ha brindado a profundizar para La Vanguardia en algunas ideas. Explica que hace poco tuvo una conversación con una amiga australiana que decidió regresar a su país. “Hablando de su retorno me llamó la atención sobre el hecho de que, en realidad, las personas con las que nos relacionamos más habitualmente forman parte de la comunidad extranjera. Es verdad que aquí nos mezclamos todos y tenemos amistades muy gratificantes con la gente local, pero al final la gente con la que más tratamos son personas que no son de aquí. No me había dado cuenta hasta que mi amiga me hizo pensar en ello”.

En buena medida, el planteamiento que hace Heather sintoniza con el que expone Fabrizio Ferraro, profesor asociado de dirección en Iese que también se brindó a aclarar algunas ideas para este diario. A priori, Fabrizio considera que la falta de afabilidad de los barceloneses es “un tópico” pero a continuación subraya: “Yo entiendo que la gente que ha compartido la escuela luego tenga relaciones más fuertes que conmigo. Lógico, ¿no?”.

Dicho esto matiza de nuevo: “Barcelona es muy grande. Quiero decir que es posible que haya una parte de la ciudad a la que no tienes un acceso fácil, que es más cerrada. Pero ahí fuera hay un mundo. Mucha gente con la que te relacionas sin barreras. Buena parte de mi vida en Barcelona discurre en inglés. Doy clases en inglés. Apenas doy clases en castellano o catalán, aunque ambos los entiendo perfectamente”.

Así el discurso de Ferraro, de origen napolitano, acaba concluyendo en unos términos parecidos a los de la australiana Heather Kanost.

Gonzalo Rodés, el responsable de este programa de Barcelona Global, se lamentaba, en la presentación de las conclusiones de este sondeo el pasado lunes, de una cierta autocomplacencia de los barceloneses. Mateu Hernández, el director de Barcelona Global, añade una idea al hilo de la protesta de Rodés: “Cuando un ejecutivo barcelonés se instala en Suiza o en Estados Unidos recibe al día siguiente una invitación para tomar un vino en casa de los vecinos. Aquí no ocurre. Comprueben la agenda del último año: ¿quién ha venido a cenar su casa? ¿Sólo gente conocida de toda la vida?”. Pero esta ciudad está llena de ciudadanos de otros países (280.000, más del 17% de la población, datos de enero de 2013) y algunos podrían sorprenderle con buenas ideas.

Ahora bien, sería una frivolidad creer que sólo con una botella de Priorat Barcelona va a salvar su carrera global.

Partiendo de la idea inicial del alcalde Nueva York, Michael Bloomberg, podría formularse una nueva variación a su frase: el talento atrae al talento. Esta es otra de las conclusiones inequívocas que surgen del sondeo de Barcelona Global y también de la experiencia de los residentes extranjeros que se han brindado a explicar su visión.

El británico Ben Lehner es un brillante investigador del Centre de Regulació Genòmica de Barcelona (CRG) y es categórico en su explicación: “El CRG es muy conocido en todo el mundo y por lo tanto atrae a gente brillante a Barcelona no porque quieren vivir aquí, sino porque quieren trabajar en él”. “Para mí –añade Lehner– la atracción inicial (de Barcelona) fue el CRG”.

Fabrizio Ferraro abunda en esta misma idea cuando reconoce: “Personalmente no vine a Barcelona por Barcelona, vine aquí por Iese”.

El francés Paul Sevin es el director comercial de Seat e insiste en la idea desde la perspectiva de su propia empresa: “Seat siempre se ha caracterizado por captar talento, tanto local como extranjero. Resulta muy habitual encontrar profesionales de países como Alemania, Italia, Francia, México…”.

Al escuchar a Lehner, Ferraro y Sevin cabe preguntarse si los dirigentes políticos locales no pecan de una cierta ligereza cuando, en alguna ocasión, se han llegado a felicitar porque la actual generación de jóvenes universitarios bien formados se vayan ahora a otros países.

“Las empresas –subraya Paul Sevin reflexionando sobre la estrategia de su propia compañía– requieren una combinación de talento nacional e internacional”.

Lehner es categórico: “Hay un montón de talento local aquí. El problema es que, por razones políticas y burocráticas, gran parte de este talento se acaba extinguiendo”.

Y aquí se abre otro flanco del debate: ¿qué debe cambiar en Barcelona para ser una ciudad competitiva? Ferraro, el profesor de Iese, resume sus ideas del siguiente modo: “Los modelos de negocios fundados en el bajo coste laboral no pueden ser la solución, hay que invertir más en sectores y modelos de negocio con mayor valor añadido”.

Lehner coincide y es categórico en sus observaciones enviadas por correo electrónico, y en inglés, a esta redacción: “Creo que los inversores aquí son reacios al riesgo y prefieren seguir invirtiendo en la construcción y el sector inmobiliario en lugar de poner su dinero en empresas tecnológicas de alto riesgo”. “Eso debe cambiar”.

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