jueves,18 agosto 2022
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Con el apoyo de Manos Unidas

La educación informal se convierte en vía de escolarización en la India

Redacción
Los alumnos de la maestra Jhadav se levantan al amanecer y trabajan recorriendo las calles de Varanasi, en el estado indio de Uttar Pradesh, para examinar cada vertedero improvisado.

 Son los ´waste pickers´, niños, en este caso menores de siete años de edad, que viven de recoger y revender la basura que generan quienes sí pueden comprar agua embotellada o papel de regalo. En esta zona, los niños así se cuentan por miles, pero no todos encuentran un pizarrín y una tiza esperándoles en casa cuando acaba la jornada.

Asmita, una organización católica con la que colabora Manos Unidas, proporciona educación informal a 700 de estos niños en 20 de los 227 slums (poblados chabolistas) reconocidos por las autoridades regionales en Varanasi. Según las cifras oficiales, el 38% del millón y medio de habitantes de la provincia vive en este tipo de asentamientos que se desarrollan tanto a nivel del suelo como en altura, ocupando las azoteas de algunos edificios. En ambos casos quienes se instalan deben pagar un alquiler por ello, ya sea al propietario del terrado o al que dice ser dueño del solar.

Con un par de carteles en los que se reproducen tanto el alfabeto hindi como el latino y la numeración del uno al cien, estos niños aprenden, rodeados de sacos de basura, a leer y escribir en un sistema de educación no reglada que se convierte en su única puerta para acceder a la escuela pública, adonde se les remite una vez adquieren las competencias básicas. El problema, como explica el responsable del proyecto, el Padre Dilraj, es que la educación formal no se adapta a la ´jornada laboral´ de los menores y muchos acaban abandonando.

Además, las clases de la ONG llegan hasta la misma chabola, por lo que los niños no tienen que desplazarse. Uno de sus grupos, formado oficialmente por 22 niños –muchos llevan a sus hermanos pequeños, bebés que están a su cargo–, recibe clase en un reducido espacio flanqueado por las chabolas de tres familias de inmigrantes de la región de West Bengal, al nordeste del país. Son casetas de apenas cuatro metros cuadrados levantadas con ramas de caña, cubiertas por restos de plásticos y rodeadas de sacas blancas llenas de basura. Sin luz. Sin agua. Sin ventanas.

Una de estas familias lleva ya 20 años viviendo en las mismas condiciones. Tienen cinco hijos y los siete se dedican a la recogida de basura, con la que perciben unas 4.000 rupias al mes (47 euros). Los niños no están escolarizados y por eso los padres, analfabetos, celebran especialmente que una maestra pueda acudir a darles clase. A su lado se levanta la chabola de otra familia de la misma procedencia. Son 4 miembros, con dos niños pequeños uno de los cuales nació con labio leporino, un problema congénito del que se tendrá que volver a operar. Su madre enseña los papeles del médico, no puede pagar la intervención.

En otra parte de la barriada, una docena de familias conviven en una azotea. Han construido las chabolas formando un rectángulo con un espacio central que les hace las veces de ´plaza del pueblo´. Compran agua potable cuando no llueve y comparten el grano. Varios de los alumnos de Asmita residen allí, donde también son todos recogedores de basura. Acumulan sus escasos enseres en el interior, junto a las paredes. Entre los ´tesoros´ rescatados, algún viejo televisor y algo de ropa. No hay juguetes para ellos.

Según dicen, les encanta leer y escribir y disfrutan acudiendo a las clases. Uno de los niños quiere regentar una tienda cuando sea mayor. Otra sueña con ser maestra y, para sorpresa de todos, uno prefiere la profesión de policía. En la actualidad, miles de niños como ellos en todo el país salen cada mañana de dos en dos a recorrer las calles para llenar un saco de basura por el que obtendrán, si hay suerte, 200 rupias cuando acabe la jornada. Ninguno ha elegido ser ´waste picker´ hoy y ninguno quiere serlo tampoco el día de mañana.

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