jueves,18 agosto 2022
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Ucho

La Oreja (y la cámara)

José Ángel García Landa Vanity Fea
´Ucho´ (La oreja), película de Karel Kachyňa (1970) es una especie de ´La vida de los Otros´ sobre la Cheka checa, pero con una estética peculiar—una película entre el realismo documental y lo grotesco, algo así como un cruce entre ´1984´ y ´Quién teme a Virginia Woolf´, pero combinando la sátira política con la cinematografía experimental.

 

 
 
LA OREJA (Ucho) País: Checoslovaquia Año: 1970 Duración: 94 min. B/N

Sinopsis: Ludvik, miembro del Partido Comunista checo, vuelve a casa tras haber descubierto que varios de sus compañeros ya no están en su puesto. Una vez en casa descubre que está siendo escuchado por el Partido y que un grupo de hombres le esperan fuera de su casa, por lo que teme ser el siguiente en ser 'relegado' de sus funciones.

 

Estuve viendo esta película en un ciclo de cine de Europa del Este sobre el comunismo, en el Cerbuna. Queda recomendadísima. Es una especie de cruce entre 1984 y ¿Quién teme a Virginia Woolf? Las tensiones de pareja del diputado Ludvik se agudizan cuando sospecha que va a ser purgado, y su esposa Anna, borracha y harta de él, le va cantando las cuarenta sin importarle que los oiga "La Oreja", los espías que han plantado la casa con micrófonos y que les escuchan desde coches y camionetas estacionados alrededor.

Se han enterado de la purga gubernamental en una fiesta, y dedican toda la noche a recriminarse, en deliciosas escenas nocturnas con candelabros (les han cortado la luz)— también a destruir pruebas, a desvincularse de contactos comprometedores, y a repasar angustias. En una escena de pesadilla reciben a unos falsos amigos juerguistas, que supuestamente vienen a continuar la borrachera, pero en realidad son espías que los controlan. Llega Ludvik al borde del suicidio, máxime cuando descubre los micrófonos que han dejado constancia archivada de la doblez de su carácter. Pero le han robado la pistola.

Sin embargo termina la película con Ludvik recibiendo una llamada: acaba de ser nombrado ministro —se supone que precisamente porque consta su voluntad de plegarse y adaptarse a un sistema tan corrupto y a unos superiores tan oportunistas como él. Un plegamiento ante el poder más voluntario, y por eso más triste y patético quizá que el de Winston en 1984 de Orwell.

No es mala persona Ludvik, especialmente, pero no tiene madera de héroe; sólo tiene miedo y busca sobrevivir a costa de los demás—y gente como ésa es la que necesita el régimen. "Tengo miedo", dice Anna al recibir la noticia de su ascenso (pues más dura será la caída en el futuro, seguramente…).

En fin, una película sarcástica, satírica, cruel. Muestra cómo la Oreja externa plantada por el régimen, con chivatos, espías y micrófonos, acaba siendo interiorizada, y corrompe y divide a la personalidad por dentro. Decía yo en el coloquio subsiguiente que todo es cuestión de grado: que siempre somos conscientes, bajo Franco o bajo ahora, de que no conviene hablar demasiado alto en público, ni decir cosas muy comprometedoras, que puede haber una Oreja en cualquier esquina. Y que por tanto todos interiorizamos la Oreja ésa. Claro que hay momentos históricos espectaculares en esa manipulación de la consciencia por parte del régimen: los totalitarismos, el nazismo, el fascismo, el comunismo… o el nacionalismo vasco.

Recuerda también la película, cómo no, a la exitosa La Vida de los Otros, de Florian Henckel von Donnersmarck; pero La Oreja es menos autocomplaciente, no sólo por haber sido hecha bajo el régimen que denuncia, sino también en el sentido de que vemos al Régimen espiándose a sí mismo, no a los opositores; el espiado no está idealizado, y aquí no son los espías quienes flojean en sus convicciones. Esto es más fiel a la realidad estadística, me parece, y más satisfactorio desde el punto de vista satírico (aunque Nabokov hizo una gran obra de arte satírico con un protagonista idealizado, contra un régimen totalitario, en Barra Siniestra).

Esta película, La Oreja, estuvo veinte años criando polvo en los sótanos de la Policía checa; el director desde luego era un peleón, pues por la película se echa claramente de ver que no era ningún ingenuo ni optimista. Quizá esperase para ella mejor destino en un futuro próximo. Tal como van las cosas, me alegro de haber tenido la oportunidad de haberla visto, pues lo pasado pasado queda y a otra cosa, mariposa; los resistentes, normalmente en la sombra están y a la sombra se quedan, y los expertos en sobrevivir flotan como corchos en todos los líquidos políticos. 

Una escena quería comentar, aunque muchas hay dignas de comentario. Más que una escena, un recurso fílmico peculiar. Sabido es que en el cine clásico no es aceptable que el personaje mire a la cámara, por lo que esto tiene de llamar la atención sobre el propio procedimiento y atentar contra la invisibilidad del Ojo. Bien, pues repetidamente, en Ucho, en varias escenas de flashback (cuando Ludvik y Anna recuerdan escenas de la fiesta de la que vienen), vemos la escena filmada en cámara subjetiva, posicionada exactamente en la mirada de Ludvik (y de Anna en una escena), y vemos por tanto cómo sus interlocutores se dirigen a ellos mirando directamente al ojo de la cámara. Este recurso funciona, en este contexto, de manera muy particular y eficaz. Por una parte supone una experiencia desagradable—muchas veces se ve que no son caras bonitas ni encuentros agradables: se produce una cierta nota de falsedad acentuada por lo atípico del procedimiento. Y si atípica es la cámara subjetiva, más atípico es aún que alterne, en plano-contraplano, con la mirada del interlocutor: en efecto, la perspectiva dominante e interna del personaje de repente se ve interrumpida bruscamente para presentarnos a ese mismo personaje, a Ludvik sobre todo, visto desde fuera, mirando a la cámara también, y normalmente balbuceando palabras esquivas. Son las escenas de "la negación de San Pedro" que podríamos decir, en las que Ludvik recibe la noticia de la purga de sus camaradas, e intenta desvincularse de ellos, negar que fuesen un grupo, etc. El uso de este violento plano/contraplano subjetivo acentúa la impresión de contraste entre interno y externo que se produce en la mente del personaje, y lo que vemos es una máscara externa negando, negando, en brusco contraste con la desagradable impresión producida por sus interlocutores "desde dentro". 

Al margen de las escenas claustrofóbicas de la casa, en la oscuridad, hay que resaltar el momento en que se encienden todas las luces (les devuelven la corriente por decisión de la Oreja) y quedan expuestos a un exceso de luz deslumbrante, como si todos sus secretos fuesen repentinamente visibles.   Y la grotesca escena de la fiesta del Partido, con gorritos de papel, falsa jovialidad, bailes ridículos y borrachera. Me recordó a la fiesta de los próceres del Antiguo Régimen en esa vieja película de von Stroheim, La Marcha Nupcial. O a las fiestas de empresa corrupta en The Firm. Lo que quieren mostrar los autores es que las élites del poder son las mismas con comunismo o sin comunismo, y que cuanto más corrupto y arbitrario es el régimen y sus bandazos, tanto más se internaliza la corrupción y penetra, por la oreja o por donde sea, hasta el interior de la vida privada del sujeto, sujeto y maleable, poniendo a prueba su doblez.

Ucho (La oreja). Dirección: Karel Kachyňa. Guión: Karel Kachyňa y Jan Procházka según un argumento del segundo y Ladislav Winkelhöfer. Fotografía: Josef Illík. Música: Svatopluk Havelka. Dirección artística: Oldrich Okác. Decorados: Ester Krumbachová. Montaje: Miroslav Hájek. Intérpretes: Jiřina Bohdalová, Radoslav Brzobohatý, Gustav Opocenský, Miroslav Holub, Lubor Tokos, Borivoj Navrátil, Jirí Císler, Jindrich Narenta, Frantisek Nemec.

 

 
   

 

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