Empieza fuerte e impresionante el Leviathan
de Hobbes, tanto que voy a traducir aquí ese comienzo, el capítulo I,
«Of Sense», de la parte primera «Of Man»—para dejarme más fuerte
impresión de él. Trata aquí de la percepción, desde un punto de vista
empirista y materialista, pero no simplista. Obsérvese de manera
notable cómo define Hobbes la realidad como una
realidad constituida
por la actividad mental del organismo en su actividad hacia el
exterior—muy a la manera en que lo harán psicólogos materialistas
como
George Herbert Mead siglos después. (Ver el
ensayo de Mead «La cosa
física» a este respecto). Esta tesis es a lo que me refiero con la
Virtualidad de lo Real en Hobbes. Sigan los pasos del razonamiento en
el que define qué es la percepción, que vale la pena.
DEL
HOMBRE
Cap. I
Del SENTIDO
En lo referente a los pensamientos del hombre, los trataré primero Aisladamente, y después en Secuencia o dependencia unos de
otros. Aisladamente, cada
uno de ellos es una Representación o
Apariencia, de alguna
cualidad, u otro accidente de un cuerpo externo a nosotros, lo que
comúnmente se llama un Objeto.
Objeto que afecta a los ojos, oídos y otras partes del cuerpo del
hombre, y por diversas maneras de afectar, produce una diversidad de
Apariencias.
La Original es la que llamamos el SENTIDO; (pues no hay
concepción en la mente humana que no haya sido antes engendrada,
totalmente o por partes, en los órganos del Sentido.) Las demás derivan
de ese original.
El conocer las causas naturales del sentido no es muy necesario para el
asunto que ahora tenemos entre manos; y en otros sitios he escrito
sobre ello por extenso. Sin embargo, para rellenar cada parte de mi
método actual, pondré brevemente lo mismo aquí.
La causa del Sentido, es el Cuerpo Externo, u Objeto, que presiona al
órgano propio de cada sentido, ya sea inmediatamente, como en el Gusto
y el Tacto; o mediatamente, como en la Vista, el Oído, y el Olfato:
presión que, por mediación de los Nervios, y otros hilos, y
membranas del cuerpo, continuada hacia dentro al Cerebro y al Corazón,
causa allí una resistencia, o contra-presión, o empeño del corazón, por
liberarse: este empeño, al ir dirigido hacia Afuera, da la impresión de
ser algo exterior. Y este parecer,
o fantasía, es lo que los
hombres llaman Sentido [o
percepción sensible]; y consiste, en lo referente al ojo, en una Luz, o Color, figurado [imaginado,
representado]; Al Oído, en un Sonido,
Al agujero de la Nariz, en un Olor, A
la Lengua y Paladar, en un Sabor;
Y al resto del cuerpo, en Calor,
Frío, Dureza, Suavidad,
y otras cualidades tales que
distinguimos por el Tacto.
Todas estas cualidades llamadas Sensibles, están
en el objeto que las causa, pero están en tanto que diversos
movimientos de la materia, mediante los cuales presiona de modo diverso
nuestros órganos. Ni tampoco en nosotros que somos presionados son otra
cosa que movimientos diversos; (puesto que el movimiento no produce
sino movimiento). Pero su apariencia para nosotros es Fantasía, lo
mismo despiertos, que soñando. Y al igual que oprimir, frotar, o
golpear el ojo, nos hace imaginar que vemos una luz; y apretar el oído,
produce un estrépito; del mismo modo también los cuerpos que vemos, o
que oímos, producen lo mismo por su acción fuerte, aunque invisible.
Puesto que si esos Colores, y Sonidos, estuviesen en los Cuerpos, u
Objetos que los causan, no podrían ser separados de ellos, como vemos
que lo son con espejos, y en los Ecos, por reflejo; donde sabemos que
la cosa que vemos está en un sitio; y la apariencia en otro. Y aunque a
cierta distancia, el objeto real mismo parece investido con la fantasía
que engendra en nosotros; Sin embargo el objeto sigue siendo una cosa,
y la imagen o fantasía es otra. De modo que el Sentido en todos los
casos, no es otra cosa que fantasía original, causada (como he dicho)
por la presión, es decir, por el movimiento, de las cosas externas
sobre nuestros Ojos, Oídos, y otros órganos ordenados hacia eso.
Pero la Filosofía de escuela,
por todas las Universidades de la Cristiandad, fundada sobre ciertos
Textos de Aristóteles,
enseñan otra doctrina; y dicen, En cuanto a la causa de la Visión, que la cosa vista, envía
fuera por todas partes una especie
visible (o en inglés) una imagen
visible, aparición, o aspecto, o un ser vista; cuya recepción en el
Ojo, es Ver. Y en cuanto a la
causa del Oír, que la cosa
emite una Especie audible, es
decir, un Aspecto audible, o
un Ser visto audible; que
entrando por el Oído, hace Oír.
Es más, en cuanto a la causa del Entendimiento
también, dicen que la cosa Entendida emite especies inteligibles, es decir un ser visto inteligible;
que al llegar al Entendimiento, nos hace Entender. No digo esto por
desaprobar el uso de las Universidades; sino porque como he de hablar
más adelante de su función en una Comunidad política, he de haceros ver
en todas las ocasiones al paso, qué cosas habrían de enmendarse en
ellas; entre las cuales una es la frecuencia de Palabras sin sentido.
Lo mismo despiertos, que soñando,
lo que vemos no es lo que hay «allí fuera», sino una reacción generada
por nuestra mente, un mundo estructurado no meramente por lo que el
mundo es en sí, sino por lo que somos nosotros en nuestra interacción
con él, y por cómo reaccionamos a él, y por nuestra capacidad de acción
en él.
En el ensayo de Mead sobre «La cosa física» puede verse una reinterpretación de la
«esencia» de un objeto físico, o más bien, en la tradición empirista
Lockeana, de sus «cualidades primarias», que pasan aquí a ser también
secundarias, referidas al organismo-sujeto y a su capacidad de acción
sobre el objeto. La materia, tal como la reinterpreta Mead, es un tipo
de respuesta dada por el organismo al entorno, respuesta siempre
mediatizada por sus capaciades de acción en ese entorno, y por la
inhibición de sus propios impulsos de acción o «actitudes» bloqueadas.
Podríamos ver este análisis de Mead, en clave desconstruccionista, como
una redefinición paradójica de lo «subjetivo» y lo «objetivo», o de la
«voluntad» y el «mundo», buscando a ambos una base común en la
experiencia de autorregulación del sistema nervioso del organismo en su
respuesta tanto a sí mismo y su propia actividad como a impulsos
sensoriales más directos; el objeto y la actitud subjetiva hacia él,
por no hablar del propio sujeto o su autoconcepto, son así fenómenos
emergentes a partir de un nivel de acontecimientos que deben ser
descritos a un nivel de análisis diferente. Observemos que la teoría de
la percepción de Mead es perfectamente consistente con otras teorías
ecológicas de la percepción y de la constitución mental de objetos como
la del umwelt
relativista de las diferentes especies propuesta por la biosemiótica de
von Uexküll, o la más reciente de Donald D. Hoffman referida a la
construcción del mundo visual como una interfaz. Véase a este respecto «La teoría de la interface de la percepción» en La Nueva Ilustración Evolucionista; «The Interface Theory of Perception», y «The Construction of Visual Reality»,
de Donald D. Hoffman. Estas teorías cognitivistas extraen las
consecuencias ecológicas y cognitivas de un principio central en la
biosemiótica y en el cognitivismo ecológico (Mead, Uexküll): a saber,
que la percepción constituye un entorno de realidad (semiótica)
relativo al organismo y el ambiente en el que se desenvuelve, y que no
puede confundirse esta realidad relacional con una supuesta realidad
«en bruto». De hecho, las bases de esta «virtualización» de lo real se
hallan ya en la teoría empirista de la percepción. Es famoso el caso
del inmaterialismo de Berkeley, una especie de fenomenología avant la lettre, propuesto por un autor que ya en su Ensayo sobre una teoría de la visión
definió los objetos físicos como una construcción mental a partir de la
combinación diversos datos sensoriales. Yendo más atrás, podemos
ver en el principio cognitivista sentado por Hobbes un precedente de
estos planteamientos, y más en concreto de la definición del objeto
físico realizada por Mead, remitiéndolo a la reacción proyectiva del
organismo en su respuesta integrada a los impulsos sensoriales. El
objeto que estimula el sentido es una cosa, nos dice Hobbes, y la
fantasía de ese objeto producida por la mente es otra. Es un análisis
materialista de la realidad que es a la vez inmaterialista, y por ello
más sutil y con más potencial que el materialismo vulgar propuesto por
Lenin en Materialismo y Empiriocriticismo, que pretende eliminar de un plumazo el problema de la construcción mental de la realidad percibida.
Con el mismo impulso de pura inteligencia y de crítica empirista al
escolasticismo, y al materialismo simplista, empieza el capítulo 2 de Leviathan, «Of Imagination»—no
hablando exactamente de la imaginación, sino con una refutación de la
física
aristotélica, y formulando el principio de la inercia con toda claridad
y rotundidad:
Cap.
II
De la IMAGINACIÓN
El que cuando una cosa está
quieta, a menos que alguna otra cosa la agite, seguirá quieta para
siempre, es una verdad de la cual nadie duda. Pero que cuando una cosa
está en movimiento, estará en movimiento eternamente, a menos que
alguna otra cosa la pare, aunque la razón sea la misma (a saber, que
ninguna cosa puede cambiarse a sí misma,) no es algo a lo que se
asienta con tanta facilidad. Porque los hombres miden, no sólo a los
otros hombres, sino a todas las otras cosas, por sí mismos: y como se
encuentran a sí mismos sujetos tras el movimiento a esfuerzo, y
cansancio, piensan que cualquier otra cosa se cansa con el movimiento,
y busca reposo por sí misma; parándose poco a considerar si no será en
algún otro movimiento, en lo que consiste ese deseo de descanso que
encuentran en sí mismos. De aquí viene que los Escolásticos dicen, que
los Cuerpos pesados caen hacia abajo, debido a un apetito de reposo, y
por conservar su naturaleza en el lugar que les es más propio;
ascribiendo apetito, y Conocimiento de lo que es bueno para su
conservación, (cosa que es más de lo que tiene el hombre) a cosas
inanimadas de manera absurda.
Una vez un Cuerpo está en
movimiento, se mueve (a menos que alguna otra cosa se lo impida)
eternamente; y sea lo que sea que se lo impida, no puede extinguirlo en
un momento, sino con el tiempo, y gradualmente: Y del mismo modo que
vemos en el agua, que aunque cese el viento, las olas no dejan de
agitarse durante mucho rato después; de la misma manera sucede también
en ese movimiento, que se hace en las partes internas de un hombre,
entonces, cuando Ve, Sueña, etc. Puesto que después de apartar el
objeto, o de cerrar el ojo, aún retenemos una imagen de la cosa vista,
aunque más oscura que cuando la vemos. Y esto es lo que los Latinos
llaman Imaginación,
por
la imagen hecha al ver; y aplican la misma [palabra], aunque de modo
impropio, a todos los otros sentidos. Pero los griegos lo llaman
Fantasía: que significa apariencia, y es tan propia para un sentido,
como para otro. La IMAGINACIÓN
no es por tanto sino sentido en
decadencia; y se
encuentra en los hombres, y en muchas otras Criaturas vivas, tanto
durmiendo, como despiertos.
Hay que subrayar que esta formulación del principio de la inercia
aparece en Hobbes bastantes años antes de la obra de Newton, a quien se
le suele
atribuir bajo el nombre de «Primera Ley de Newton»—aunque hay otros
candidatos para esa formulación del principio
de la inercia, como Galileo, y como se ve aquí, el mismo Hobbes.
Lástima que a continuación aplique Hobbes este principio a una
explicación demasiado mecanicista de la imaginación como un resto
inercial de la percepción. Pero incluso en esta idea se apunta la
voluntad de una explicación materialista de la conciencia, que es más
moderna y osada en su planteamiento que la radical separación
cartesiana entre
materia y espíritu.
En esta voluntad de integración de lo material y lo espiritual, así
como en el proyecto que anima el conjunto de la obra de Hobbes, pasando
de la fisiología y la historia natural a la psicología, a la moral y a
la política, es donde se echa de ver la profundidad filosófica de su
pensamiento, y a la vez su modernidad. En Hobbes encontramos un
pensador de los fenómenos humanos como fenómenos naturales, en su
propio ámbito, y por tanto un
gran precursor y pensador de la consiliencia
entre los diversos tipos de explicaciones que damos a los fenómenos
naturales y a los fenómenos humanos. No pueden sino converger en él
ciencias naturales y ciencias morales, siendo el hombre producto no
(sin más) de Dios, sino de la Naturaleza, «ese arte mediante el cual
Dios ha creado y gobierna el mundo», como nos dice en
la Introducción
al Leviathan. Donde
algunos todavía ven intencionalismo teológico,
podemos ver más bien—viéndolo en su contexto—una voluntad de
explicación de los fenómenos humanos que sea íntegramente naturalista.
La integración de materialismo e idealismo que vemos en su teoría de la
percepción es un buen ejemplo de esta voluntad de síntesis y de este
naturalismo aplicado a los fenómenos de la mente.