jueves,18 agosto 2022
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¿Hasta dónde llegarán las fronteras de la Unión? (3 de 3)

Una estrategia de la Unión para la buena vecindad

Transitar por Eurolandia
El último de los artículos sobre las fronteras de la Unión, versa sobre las relaciones con sus vecinos: los del norte y los del sur, pasando por el este. La Unión lo ha intentado a través de la política de vecindad y la actualización de los tratados con la mayor parte de ellos, pero no ha tenido éxito. De la política de vecindad no debe de excluirse a Rusia, como ha sucedido en el pasado.

Dos de los 10 Estados que aspiran a ser miembros de la Unión, deberían quedarían fuera de la misma: Georgia y Turquía; y las incorporaciones de Kosovo y Transnitria, deberían condicionarse a que lo hiciesen de la mano de Serbia y Moldavia, respectivamente.

Para los Estados que no entren en la Unión, así como aquellos otros que siendo limítrofes, no han manifestado su intención de hacerlo, la Unión debe articular un plan de relaciones internacionales específico que resulte atractivo y beneficioso para las partes. El espejo donde mirarse es el Espacio Económico Europeo (EEE) en el que están, junto con los 27 Estados de la Unión, Islandia, Liechtenstein y Noruega. Estos tres Estados no son parte de la Unión, por lo que no forman parte de sus grandes instituciones ni de la unión monetaria, pero sí participan en el mercado interior comunitario (en sus cuatro libertades económicas de circulación), así como en muchas de la políticas instrumentales.

Pretender para los restantes vecinos alcanzar un nivel de relaciones aproximado al del EEE, es muy complicado. Con todo, la Unión Europea sí debería a aspirar a conseguir el máximo posible, y sin olvidarse de Rusia. Turquía, por ejemplo, en las sucesivas revisiones que se han hecho del Acuerdo de Ankara de 1963, ya forma parte, con algunas excepciones, de la unión aduanera de la UE; los acuerdos también se han extendido a determinadas áreas de los servicios y de la propiedad intelectual, e incluso se prevé hacerlo a la libre circulación de los trabajadores, objetivo aún no logrado.

Tras la ampliación de 2004, la Unión ha intentado, aunque con pobres resultados, ofrecer un trato de privilegio a sus vecinos. Ese es el propósito de la denominada Política Europea de Vecindad (PEV), una estrategia de desarrollo que pretende conseguir un entorno de estabilidad política y económica en los países limítrofes del sur y del este de la Unión. Dicha estrategia, que es bilateral entre la Unión y cada país socio, sigue el procedimiento previsto por el articulo 8 del TUE, que dice así:

  1. La Unión desarrollará con los países vecinos relaciones preferentes, con el objetivo de establecer un espacio de prosperidad y de buena vecindad basado en los valores de la Unión y caracterizado por unas relaciones estrechas y pacíficas fundadas en la cooperación.
  2. A efectos del apartado 1, la Unión podrá celebrar acuerdos específicos con dichos países. Estos acuerdos podrán incluir derechos y obligaciones recíprocos, así como la posibilidad de realizar acciones en común. Su aplicación será objeto de una concertación periódica.

 La PEV se concibe pues como un instrumento financiero de desarrollo para los países del Este europeo no miembros, los norteafricanos, los de Oriente Medio y los del Cáucaso del Sur que compartan fronteras terrestres o marítimas con la Unión. En concreto con: Argelia, Armenia, Azerbaijan, Bielorusia, Egipto, Georgia, Israel, Jordania, Líbano, Libia, Moldavia, Marruepcos, Territorios palestinos ocupados, Siria, Túnez y Ucrania.

Dicho instrumento, que se nutre del presupuesto común y también puede ser apoyado por prestamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI), proporciona, a los países seleccionados, asistencia financiera (subvenciones y préstamos) y técnica. Para ello es necesario que los beneficiarios cuenten con un acuerdo de asociación o de cooperación con la Unión. Esta fue la razón de articular dos nuevos acuerdos: el de la Asociación Oriental –en sustitución del anterior acuerdo de cooperación firmado con la Unión Soviética en 1989- que agrupa a seis países que pertenecieron a la misma: tres europeos (Bielorrusia, Moldavia y Ucrania) y tres caucásicos (Armenia, Arzerbaijan y Georgia); y el de la Unión por el Mediterráneo, en sustitución del Euromed o proceso de Barcelona de 1995, para los de la cuenca mediterránea no comunitaria (en ella hay países que se integrarán en la Unión, caso de los balcánicos y también otros que no se benefician de la PEV, por hacerlo de otros instrumentos: por ejemplo, Turquía o de Albania).

De la PEV y de la Asociación Oriental, la Unión excluyó a Rusia, país que,  por otra parte, se mostró muy crítico con ambas iniciativas por considerar que afectaban directamente a sus intereses económicos y geoestratégicos.  Como respuesta, la Federación Rusa creó, en 2010, en el marco del Tratado de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), una unión aduanera con Biolorrusia y Kazajistan, a la que, entre otros piases, invitó a Ucrania. Inicialmente este país declinó la invitación optando por el acuerdo de asociación que le ofrecía la Unión, aunque finalmente cedió a las presiones de Rusia, lo acabó originando las revueltas que obligaron a su presidente, Viktor Yanukovich, a huir de Ucrania. Esta situación la aprovechó Rusia para la adhesión de Crimea y el inicio de la guerra en el Donbas.

Es obvio que la PEV ha fracasado en la Asociación Oriental. Además de provocar el conflicto Rusia-Ucrania, tampoco ha sido suscrita por Bielorrusia. entre otras razones por ser parte de la unión aduanera de la CEI y no ser miembro de la Organización de Comercio (OMC); y otro tanto ocurre con Armenía, que, a pesar de haber firmado el acuerdo de asociación, no se beneficia de la PEV al haber optado por la Unión aduanera de la CEI; o Azerbaiyán, que se encuentra en cuarentena en tanto no acceda a miembro de pleno derecho de la OMC. En la Unión Euromediterránea, aunque las cosas han ido algo mejor, la PEV tampoco se aplica en dos de los potenciales beneficiarios: Siria y Libia, en ambos casos por razones bélicas.

En conclusión, la PEV se puede calificar de un importante fracaso de la Unión al conseguir justo lo contrario de lo que pretendía. El Parlamento Europeo propone que se redefina para hacerla más flexible, más específica y más coherente con la realidad circundante. Y desde luego, añado por mi parte, cuando las condiciones políticas lo permitan, tratar de extenderla a Rusia, que comparte muchos kms de frontera con la Unión y es el caballo de la discordia.

 

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