jueves,18 agosto 2022
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Como se apuntaban con un pacto social europeo post COVID

Laura Lechuga: «Si se hubiera apostado por tecnologías rápidas de detección, no estaríamos así»

Sinc / Nuria Jar
Laura Lechuga lidera un proyecto de investigación europeo para conseguir un test fiable, portátil y barato que identifique en menos de 30 minutos la infección por SARS-CoV-2. En el tercer episodio de esta audioserie, la investigadora del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología explica cómo organizó el consorcio de investigación internacional en tan solo ocho días y la angustia con la que vivió las semanas previas a la declaración de la pandemia.Echa en falta tecnologías rápidas de det

"Si se hubiera apostado por tecnologías rápidas de detección, no estaríamos así", dice ahora, en lineas con quienes a principios de abril ya resaltaban que las grandes digitales no contribuían a luchar contra la pandemia y una de las claves sería si los datos de las personas podrán ser capitalizados por estas o al menos por los estados con esos fines, como defendieron en la revista Consejeros los autores de Hacia un pacto social europeo post COVID con más y mejor Green Deal

Los test de detección han cambiado la vida de muchas personas. Desde una prueba de embarazo para salir de dudas hasta el control de glucosa en sangre con un simple pinchacito en el dedo. Este test mejoró radicalmente la calidad de vida de las personas diabéticas. “Mi abuela empezó con diabetes a los 40 y pocos años y yo la recuerdo muy amargada, porque en aquel momento lo único que le dejaban comer era una verdura y una patata cocida”, recuerda la investigadora Laura Lechuga (Sevilla, 1962) sobre un detector que tardó veinte años en llegar del laboratorio al mercado.

En la pandemia de coronavirus, una de las pocas herramientas para contener la covid-19 es hacer test de detección, similares a los de la diabetes o el embarazo, para identificar a los casos positivos y cortar las cadenas de transmisión. “Test, test, test”, repetía con su inglés de acento etíope Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Precisamente, las técnicas de diagnóstico, junto con las vacunas y los tratamientos, han centrado los esfuerzos de la investigación internacional en esta crisis sanitaria global.

Ya a finales de enero, ante la amenaza de una pandemia inminente, la Unión Europea lanzó la primera convocatoria de urgencia para financiar proyectos científicos contra la covid-19. Laura Lechuga, líder del grupo de biosensores del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2), propuso un test de detección rápido, portátil, barato y fiable: “Nos repartimos el trabajo entre Jessica, María, Carmen y yo. Entre las cuatro escribimos el proyecto once horas al día en menos de ocho días”, recuerda.

Su propuesta, de nombre proyecto CoNVat, fue seleccionada. En aquella primera convocatoria, Laura se convirtió en la responsable del único consorcio europeo coordinado desde España. El objetivo, a dos años vista, es el desarrollo de un dispositivo que en menos de media hora detecte el nuevo coronavirus y cuantifique la carga viral de la persona. “En ciencia intentas ir lo más rápido posible, pero tiene sus tiempos”, se defiende ante las prisas por tener a punto esta tecnología.

Laura Lechuga propuso a la Unión Europea un test de detección rápido, portátil, barato y fiable: “Nos repartimos el trabajo entre cuatro compañeras. Escribimos el proyecto en menos de ocho días”, recuerda

Actualmente, las PCR siguen siendo la mejor prueba para detectar los casos de coronavirus, pero esta tecnología es lenta y costosa, ya que se necesitan equipamientos y técnicos especializados para procesar la muestra, así como reactivos muy demandados por todo el mundo a causa de la pandemia. “Con la covid-19 se ha visto que si hubiéramos apostado mucho más por tecnologías rápidas y portátiles no estaríamos como estamos, porque ahora está todo centralizado en laboratorios”.

Lechuga es experta en biosensores, test muy sofisticados que sirven para detectar de forma rápida y fiable biomarcadores de enfermedades como la tuberculosis, la sepsis y el cáncer. “A mí me gusta hacer cacharritos”, cuenta con gracia. Ahora trabaja para desarrollar un biosensor, de escala nanométrica, que contiene un anticuerpo que identifica las proteínas que recubren el SARS-CoV-2. En caso positivo, el chip emite luz para confirmar la infección.

Los murciélagos, embrión del proyecto

La génesis del proyecto CoNVat es anterior a la del nuevo coronavirus, aunque ambos compartan, seguramente, el mismo origen: los murciélagos. El profesor de la Universidad de Barcelona (UB) Jordi Serra-Cobo, investigador en el Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio), hace treinta años que se dedica a la vigilancia epidemiológica. Se trata de un trabajo tedioso, ya que debe transportar muestras de murciélagos y roedores, que son los reservorios animales de estos virus, hasta el laboratorio para analizarlas y hacer un seguimiento de estos patógenos.

“Jordi siempre me decía: ‘Un día estos coronavirus nos van a dar un susto’. Tú fíjate”, recuerda Laura sobre sus primeras conversaciones con Serra-Cobo, en las que el investigador quería convencerla para diseñar un biosensor que le evitase cargar con las muestras. “En aquel momento, ¿a quién le interesaban los murciélagos y la vigilancia y el seguimiento de los virus?”, explica Lechuga sobre la falta de convocatorias para conseguir financiación.

El primer año del proyecto harán medidas con muestras de pacientes de la covid-19 para poner a punto el detector. Al año siguiente, lo volverán a probar con muestras de animales que transportan virus, como los murciélagos

Pasaron los meses hasta que el 30 de enero salió la convocatoria rápida frente a la covid-19 de la Unión Europea, en el marco de Horizonte 2020, y lo llamó: “Yo no conozco a los grupos de coronavirus, pero creo que esto es muy adecuado para lo que queríamos hacer”. Y así nació el consorcio de investigación entre la UB, la Universidad Aix-Marsella (Francia) y el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas (Italia), coordinados por el grupo de Laura en el ICN2.

El primer año del proyecto los investigadores están focalizados en hacer medidas con muestras de pacientes de la covid-19 para poner a punto el detector. Al año siguiente, lo volverán a probar con muestras de animales que transportan virus, como los murciélagos que investiga Serra-Cobo, para desarrollar el dispositivo portátil. Además, también intentarán adaptar el biosensor para el análisis serológico y detectar y cuantificar anticuerpos en sangre.

La experta señala que “nunca antes se habían puesto tantos científicos a trabajar de manera conjunta ni tantos recursos a disposición de la comunidad científica”, pero también es crítica con la avalancha de publicaciones, muchas de dudosa calidad, que se están difundiendo durante la pandemia: “Mucha basura no se tenía que haber publicado. He visto compañeros que han publicado, incluso en Twitter: ‘Mirad, tengo estas medidas con un biosensor’… Y bueno, yo tengo esas medidas y no se me ocurre ni enseñarlas”.

Para ella, la pandemia solo ha traído algo positivo: el fin de los viajes de trabajo constantes. “Hacía de 40 a 60 viajes al año, ya tenía alergia a hacer la maleta para volar… y no he vuelto a pisar un aeropuerto”. En sus próximas vacaciones hará la maleta para irse a su casa del pueblo, donde vivió su abuela.

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